A la izquierda del PSPV
Aunque algunos no lo crean y otros le den apenas importancia, la izquierda política, esto es, todo el espacio que hay a la diestra del PSPV-PSOE, vive y colea. Otra cosa es que goce de buena salud, atosigada como está por el bipartidismo o hegemonía de esa gran formación política con dos facciones -socialistas y populares- a menudo diferenciadas, pero jamás distintas por la necesidad de pescar en los mismos caladeros electorales. Son las siglas que se reparten el avío del poder en el País Valenciano y no parece que ésta pacífica y previsible alternancia en su disfrute vaya a ser modificada. El modelo restaurador de Cánovas y Sagasta -ahora tú, ahora yo y que nada cambie- tiene visos de haber arraigado por estas tierras tanto como los pelotazos urbanísticos y los proyectos de campos de golf insostenibles.
De ahí que susciten cierta curiosidad los intentos de sacudir el mencionado acaparamiento mediante el reiterado proyecto de Sísifo de crear un pacto, acuerdo o fraternidad de todos los partidos, grupos, cofradías y facciones que se reclaman de izquierda o simplemente progresistas. Que no se nos pida el perfil ideológico y común denominador de estas familias, pues no estamos en condiciones de responder a uno de los problemas cívicos del siglo que corre. Baste decir que todos se identifican por el común propósito de no ser de derechas, esto es del partido de la guerra y de los obispos, ni tampoco ser homologados con los socialistas, acuciosos por integrar -y anular- cualquier opción en la casa común que ellos administran.
Intentos, decimos, como los de Esquerra i País y Bloc d'Esquerres i Sobiranista, minoritarios y casi irrelevantes en el marco respectivo de la Entesa y el Bloc Nacionalista. Grupos simbólicos por su leve o nulo peso electoral que han emprendido el trabajo de desbrozar el encuentro de toda la izquierda en la perspectiva de las elecciones autonómicas de 2007. Lo que sea será, y es muy posible que acabe en agua de borrajas, pero por el momento no han sido desautorizados por sus respectivas coaliciones, que observan con curiosidad la evolución de este idilio. Llegado el momento, esto es, avecindados a los comicios, serán las direcciones orgánicas de una y otro de los citados frentes las llamadas a concertar las propuestas y alcance del eventual acuerdo.
Para muchos observadores este ceremonial de aproximación entre partidos y agrupaciones, todas minoritarias -algunas poco menos que irrelevantes-, puede parecer excesivo y hasta ridículo, siendo así que las discrepancias no son notables y menos aún insalvables ante el peligro cierto de que todos -Entesa y Bloc- se queden a la luna de Valencia en los próximos comicios por no alcanzar el 5 % de los votantes. En estos momentos, unos están al filo de ese porcentaje y otros andan tan descolgados que sería prodigioso recuperar el terreno perdido. En este sentido, los nacionalistas, fragmentados e indefinidos, tienen todos los números para prolongar su marginación parlamentaria, lo que sería injusto para el segmento sociológico que les apoya bajo la obediencia a unas u otras siglas perfectamente intercambiables.
No debemos echar en saco roto las infelices experiencias con que han concluido otras coaliciones electorales, y consecuentemente las reservas de los afiliados a partidos de más fuste ante el riego de unir fuerzas con quien resta más que suma y sólo es un parásito. Sin embargo, sin prisa ni pausa, los líderes de la izquierda que glosamos han de buscar los puntos de encuentro para pespuntar esa tercera fuerza que ha de emerger, diría que necesariamente, sobreponiéndose a sus personalismos internos, entelequias doctrinales y al mismo veto del PSPV, resuelto a que no haya otra opción progresista que la por él representada, o eso cree. Una fatuidad que se ha evidenciado en la negociación del Estatuto, tramitada mano a mano con sus cofrades alternativos del PP.
Triste paradoja sería que un día necesitase para gobernar los votos de los electores que alcanzan el 3%, pero no el cinco estatutario que populares y socialistas mantienen de común acuerdo. Un estímulo más para vertebrar esa izquierda que el PSPV no propicia. Esperemos que los dirigentes de EU y del Bloc entiendan que en la unión para el cambio reside su propia supervivencia.
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