Basso, el ídolo de Armstrong
Lo confesó ante decenas de periodistas, Armstrong el jueves. "Soy un fan de Basso", dijo (también le ha hecho una oferta para engrosar el año que viene el Discovery). A nadie le extrañó esa declaración. Si hay un corredor querido en el pelotón ése es el tímido, sensible italiano, superdotado ciclista desde su juventud (fue subcampeón mundial juvenil, campeón mundial sub 23).
Es tan admirado por su bondad Basso, que, en vez de preguntarle por sus posibilidades de derrotar a Armstrong, los periodistas prefirieron demandarle por las razones por las que apenas gana carreras, él, llamado a ser uno más de los buenos clasicómanos de Italia. Y él ni siquiera perdió tiempo en explicar que no piensa en las clásicas, que lo que le interesa es el Tour, y que le tiene subyugado desde que tenía 13 años, cuando junto a su padre, carnicero y admirador de Moser, vio por la televisión a Indurain. Quería ser Indurain, quería ser grande en el Tour, pero se equivocó de equipo.
Descubrió el Tour en el equipo de Giancarlo Ferretti, un director que en la carrera francesa sólo valora las victorias de etapa. Un recolector y consumidor de frutos rápido, nada de esperar a las maduraciones. A Basso le decía que se quitara los sueños de ganar el Tour, que no valía de nada quedar segundo o tercero, que estuviera delante y que intentara ganar etapas. Basso huía de esa filosofía y se refugiaba, emocionado, en intensas charlas con José Miguel Echávarri, el director de los Tours de Indurain, que lo miraba como un enólogo mira una buena barrica en la sala de crianza. Pero llegó el momento de la madurez y Echavarri, que se quedaba sin Banesto, no pudo fichar a Basso, quien se fue con Riis al CSC. Quedó tercero el año pasado. Éste, sueña con ganar.
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