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Reportaje:TOUR 2005

Armstrong, protagonista absoluto

Ullrich sufre una caída entrenándose, pero el Tour ni se inmuta: sólo existe el norteamericano en busca de su séptimo título

Carlos Arribas

Un vecino de hotel, un modesto dos estrellas, turístico, en los bosques de Saint Jean de Monts peinados por el viento del Atlántico, se le acercó corriendo a Eusebio Unzue. "Lo he visto, lo he visto", le gritó emocionado al director del Illes Balears-Caisse d'Épargne. "He visto cómo se caía Ullrich. Iba a toda velocidad, haciendo tras coche, y, pumba, al suelo. Cuando se ha levantado, tenía toda la cara llena de sangre". "¡Ah! ¿Sí?", le respondió Unzue, más por educación que por curiosidad. La frialdad, la casi indiferencia, con que el director de uno de los grandes equipos del Tour recibió la noticia de la caída de uno de los favoritos dejó perplejo al informante. Más le habría valido al hombre pasarse por la sala de prensa, enorme hangar de mesas amarillas, y percatarse de que la impavidez que afectaba a Unzue no provenía de un ataque súbito de locura o de falta de conocimiento, sino que era la reacción más extendida entre los representantes de la prensa, que prosiguieron, oída la nueva, como si nada hubiera ocurrido concentrados en sus asuntos, mayormente en seguir comiendo o en seguir escribiendo de Lance Armstrong.

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Hace años, cuando uno de los primeros Tours victoriosos del norteamericano, la prensa estadounidense utilizó un juego de palabras para titular esa victoria. "Tour de Lance", decían, en rima con "Tour de France". Hoy, vísperas de una probable nueva victoria del norteamericano, aquel titular es más verdadero que nunca, incluso se queda corto, pues estaríamos hablando del Tour de Lance elevado a la séptima potencia. Y esto es lo que hay. En unos tiempos en los que antes del Tour el interés del ciclismo es inexistente, en los que la afición anda despistada, sin noticias de, por ejemplo, el tricampeón de la Vuelta, Roberto Heras, sin noticias de Menchov y Zubeldia, sin noticias de Mancebo, Ullrich, Mayo, Kloden, Azevedo, Totschnig, Leipheimer o Pereiro, que son los que completaron las diez primeras plazas del pasado Tour con Armstrong y con Ivan Basso. De éste sí que se tienen noticias, porque corrió el último Giro, donde sufrió un día un desfallecimiento y donde ganó una contrarreloj y una etapa de montaña. Y los aficionados apenas los han visto correr este año, y cuando han corrido, apenas han aparecido por las primeras posiciones. Y los que saben algo de ellos lo saben vía misteriosas fuentes, amigos que dicen que un amigo les ha dicho que ha visto a éste en no sé dónde y que estaba muy fino. O vía SMS con pesos y exclamaciones. Y el que ganó el Giro, Savoldelli, llega al Tour como gregario de Armstrong; y los animadores del Giro, Rujano, Simoni y Cunego, ni siquiera están en el Tour. Y tampoco estará Aitor González, que ganó, sorpresa, sorpresa, la Vuelta a Suiza. Y el que ganó el Dauphiné Libéré, Iñigo Landaluze, estará como gregario de Iban Mayo, del que tampoco hay noticias. Y el más fuerte del Dauphiné, Santiago Botero, estaba demasiado bien demasiado pronto, porque, otra vez los sabios del SMS, han concluido que hoy, una contrarreloj de 19 kilómetros que le iría de perlas, estará ya pasado de forma...

Cómo no hablar de Armstrong, del séptimo Tour de Armstrong.

Cómo no predecir ya que entre la contrarreloj de hoy y la contrarreloj por equipos del martes -un ejercicio en el que el equipo del norteamericano, que este año se llama Discovery Channel, se impuso en 2003 y 2004-, Armstrong llegará al primer día de montaña, el martes 12, con cierta comodidad en el liderato de la general, y cómo no pensar que al igual que en 1999 (Sestriere), 2000 (Hautacam), 2001 (Alpe d'Huez) y 2002 (La Mongie), en la primera llegada en alto del Tour Armstrong se presentará solo y destacado del resto de pretendientes. Esto es el Tour de Lance. Y después, en el segundo día alpino, el del Galibier, que Valverde dice que le va muy bien, y en los tres días de Pirineos, donde los del Euskaltel se sienten como en casa, todos los que han partido como rivales se dedicarán a pelearse entre ellos por los segundos papeles, por salir más minutos en la tele, por ganar los maillots de otros colores diferentes al amarillo -Juanma Gárate, el campeón de España, llega preparado para los lunares de la montaña, y Gómez Marchante para el blanco de mejor joven-, por lograr la gloria efímera de un vencedor de etapa. Pero la gloria eterna, la eternidad, sólo será, o eso parece, de Armstrong, el protagonista absoluto.

Lance Armstrong, durante un entrenamiento en La Chapelle-Sur-Erdre, ayer.
Lance Armstrong, durante un entrenamiento en La Chapelle-Sur-Erdre, ayer.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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