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Columna
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Mi Fraga

Comprendan que me ponga sentimental. Mi primer noviazgo se desarrolló, en parte, a la sombra de la Ley de Prensa inventada por Fraga Iribarne a mediados de los sesenta. Recuerdo con ternura aquellas idas y venidas, previas a la dicha Ley, a la delegación del Ministerio de Información y Turismo en Barcelona, que estaba enfrente del teatro Poliorama, en plena Rambla, para someter (de sumisión) las galeradas de lo escrito, no fuera que incurriéramos en desacato a ¡España!, poniendo además en peligro la moral y los valores eternos. Recuerdo con ternura también las idas y venidas al juzgado, gracias a la Ley Fraga que implantó la censura a posteriori, para declarar ante el juez que lo que habíamos publicado tampoco atentaba contra la moral y las buenas costumbres, y mucho menos pretendía ofender a ¡España!

Gracias a mi segundo novio supe de los padecimientos de Teléfono rojo, ¡volamos hacia Moscú!, para su distribución en ¡España!, dado que la temática sobre bombas atómicas sueltas coincidía extraordinariamente con el regalo que los USA nos dejaron caer en Palomares, y con el glamuroso baño en calzones que Fraga Iribarne compartió, en la playa almeriense, con el entonces embajador de la gran nación norteamericana en ¡España!

Lo quiera o no, don Manuel ha marcado mi vida, hasta el punto de que, siendo él ya demócrata y además autonomista (mientras, vana de mí, yo me había limitado a cambiar de novios), tuve que seguirle, por trabajo y echando el bofe, en algunas de sus campañas, asistiendo a saraos donde él predicaba a favor del candidato de la Alianza Popular del momento, o, más tarde, de sí mismo. Estábamos por entonces en ¡Galicia! Daba gozo verle acercarse a las ancianas y prometerles farolas para que no siguieran cayéndose en los socavones, e incluso prometerles socavones para que pudieran aprovechar las farolas que acababa de prometerles.

Ay, qué melancolía más grande. No sé cómo no comprenden los gerifaltes del PP que es ahora cuando tienen que empezar a lamentarse en serio. Sin don Manuel, lo que les queda en el ruedo ibérico sólo es calderilla. Sonora, pero calderilla. El 14-M suma y sigue, damas y caballeros legionarios. Y ustedes continúan condenados a hacer restas.

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