Edurne y las plantillas mágicas
Pasabán vuelve al Himalaya tras haber sufrido amputaciones en los dedos de los pies en el K-2
"La recuperación de los dedos amputados de mis pies ha sido dura. Pero estoy lista". La montaña le arrancó a Edurne Pasabán (Tolosa, 1973) las dos falanges de los segundos dedos de cada pie, pero no el amor a los campos bases, la roca, la nieve y el hielo. Once meses después del precio que pagó en la conquista del K-2, la segunda cima del mundo con 8.611 metros, se encuentra en el Nanga Parbat (8.125), en la región de Cachemira (Pakistán). El objetivo es hollar a partir de la segunda semana de julio. Pasabán va en busca de su octavo ocho mil. Un logro que le igualaría a la legendaria escaladora polaca Wanda Rutkiewicz, fallecida en 1992 en el Kangchenchunga (8.586 metros).
Esta vez, Pasabán ha añadido a su equipaje tres pares de plantillas ortopédicas que deberá utilizar de por vida. "Estaba convencida de que no tendría problemas en mi rehabilitación", subraya Pasabán. "Los médicos me avisaron de que, a lo mejor, tendría problemas. No les hice mucho caso. Pensaba que, al tratarse de las falanges, no la amputación de todo el dedo, la cosa no sería para tanto. Total, empecé a entrenarme en diciembre y, al poco tiempo, noté que el apoyo de los pies era diferente. Cogí vicios y tuve problemas en la espalda".
"Me he recuperado bien, pero no se sabe cómo funcionarán mis pies a 8.000 metros"
Desesperada por los dolores, visitó al médico. "Se optó por diseñar unas plantillas, tras una revisión ortopédica", explica Edurne. "Si no funcionaban y los dolores continuaban, se pensó en unas prótesis. Por fortuna, se acertó y los dolores en la espalda desaparecieron. Con estas plantillas mágicas voy fenomenal".
Resuelto el problema, Edurne se puso manos a la obra. En el arranque del invierno, comenzó a entrenarse para afrontar con garantías físicas el Nanga Parbat por su ruta normal, la Kinshofer. Cinco meses después, a finales de mayo, la puesta a punto de la alpinista era la adecuada para un ocho mil. Sin embargo, Edurne es consciente de que sus pies no están completos. "Me he recuperado bien, pero no se sabe cómo funcionarán mis pies a 8.000 metros", cuenta la alpinista vasca.
Con esta incertidumbre, la alpinista ya ha emprendido la ascensión al Nanga Parbat y el pasado 22 de junio se instaló el campo 1, a 4.800 metros de altitud. Por primera vez en su carrera tendrá a dos compañeras de cordada: la suiza Marianne Chapuisat, la primera alpinista que holló un ocho mil en invierno, el Annapurna (1994), y la catalana Esther Sabadell. Ésta también regresa a una gran cima dos años después del grave accidente que sufrió en un barranco en Isla Guadalupe mientras participaba en la filmación de un documental para el programa de televisión española Al filo de lo imposible en el que falleció Xavier Iturriaga. Completan la expedición el vasco Josu Bereciartúa y el ecuatoriano Iván Vallejo.
"¡Somos tres chicas!", exclama Pasabán. "¡Fenomenal! Tendré más apoyo moral. En las expediciones siempre estamos en minoría. Esta vez, las tres marujas la liaremos". No olvida Edurne el aspecto técnico de la ascensión. "El grupo es fuerte y con experiencia en las cimas superiores a los 8.000 metros", recalca. "Marianne y yo hollamos las cimas del Gasherbrum I
y el Gasherbrum II en 2003. Es una alpinista muy fuerte". También se refiere a la fortaleza de Sabadell, pese a no haber escalado nunca con ella. "Esther está pletórica y recuperada de su accidente. Nuestra intención es pisar la cima los cinco".
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