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CIENCIA FICCIÓN
Columna
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Un cúmulo de errores en 'Star Trek, la conquista del espacio'

"CUADERNO DE BITÁCORA de la nave estelar Enterprise. Fecha estelar 3197.7. Al habla el oficial científico Spock: durante nuestra misión diplomática a Eminiar VII, los sensores de la Enterprise registraron datos cartográficos y radiométricos del cúmulo estelar NGC 321. De aspecto poco destacable, el cúmulo NGC 321 presenta un contenido menor de polvo interestelar que otros cúmulos estelares abiertos de esta porción de la Galaxia, acaso indicativo de una antigüedad superior a la media, o quizá consecuencia de vientos estelares inusualmente intensos".

Arduas negociaciones, alta política para dirimir un conflicto que enfrenta, hace ya cinco siglos, a los planetas Eminiar VII y Vendikar, poniendo en jaque la apacible existencia en el cúmulo estelar NGC 321. Argumento perfectamente defendible (correspondiente al episodio 'A taste of Armageddon', de la serie de televisión Star Trek: la conquista del espacio, 1966-1969), salvo que el objeto catalogado como NGC 321 no es, de hecho, un cúmulo estelar.

Las siglas NGC responden a un catálogo astronómico (New General Catalogue of Nebulae and Stellar Clusters) compilado por el astrónomo danés John L.E. Dreyer y publicado en 1888. En él, el objeto NGC 321 se clasifica como una galaxia muy pequeña (vS) y extremadamente débil (eF). La galaxia en cuestión fue descubierta años antes por el también astrónomo Albert Marth en Malta, con el telescopio reflector de 48 pulgadas de William Lassell, y fue etiquetada como M21 en el catálogo de unos 600 objetos nebulares compilado por el propio Marth. Por comparación, el catálogo NGC contiene unos 13.000 objetos no estelares (cúmulos, nebulosas, galaxias...).

Uno de los catálogos astronómicos más célebres es el compilado por el astrónomo francés Charles Messier entre 1758 y 1782, en un intento de identificación de objetos nebulares y galaxias débiles, cuya observación mediante telescopio podía inducir a error al ser confundidos por cometas. No en vano, en pleno siglo XVIII, el descubrimiento de cometas era una buena vía para hacerse un nombre en el campo de la astronomía. Messier llegó a catalogar 103 objetos, pese a que el catálogo Messier actual contiene siete objetos adicionales descubiertos por su amigo y colaborador Pierre Méchain o por Messier.

Pero volvamos con la extraña etiqueta otorgada por los guionistas de la serie Star Trek a NGC 321. Existen dos tipos de cúmulos estelares: los llamados cúmulos abiertos, constituidos por un pequeño conjunto de estrellas, y los cúmulos globulares, verdaderos enjambres estelares con un contenido estimado entre 10.000 y un millón de estrellas por cúmulo.

Los cúmulos abiertos, como el de las Pléyades, suelen localizarse cerca de los brazos de las galaxias espirales, así como en galaxias irregulares. Se trata de objetos que pese a estar ligados gravitatoriamente, debido al escaso número de componentes estelares, sus estrellas terminan dispersándose en un tiempo característico del orden de unos 100 millones de años (debido a encuentros estelares dentro del cúmulo o por interacción con nubes de gas u otros cúmulos cercanos).

Por el contrario, los cúmulos globulares suelen concentrarse en las regiones del halo y el bulbo galáctico (tanto en la Vía Láctea como en otras galaxias), con especial predilección por el centro galáctico. Su escaso contenido en metales ha permitido apuntar que se trata de objetos muy viejos. Se conocen alrededor de 200 cúmulos globulares en nuestra galaxia (objetos como M22 en la constelación de Sagitario, el primero en ser descubierto, o M13 en la constelación de Hércules).

Con independencia de que el ficticio cúmulo estelar que alberga a los planetas Eminiar VII y Vendikar sea de tipo abierto o globular, está claro que un cúmulo no puede (o por lo menos, ¡no debería!) confundirse con una galaxia. Estructuras como la Vía Láctea contienen cantidades ingentes de estrellas (entre 200.000 y 400.000 millones para nuestra galaxia).

Curiosa manía ésta del uso inadecuado de objetos astronómicos reales en contextos inverosímiles... Y es que el uso indebido de la jerga científica puede dar lugar también a un cúmulo, aunque sea de errores. Astronómicos, algunos.

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