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Un miembro del Ku Klux Klan, condenado por el asesinato de tres activistas en 1964

Edgar Ray Killen, de 80 años, pertenecía al grupo racista en un pueblo de Misisipí

James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner (un negro y dos blancos) eran militantes de derechos humanos que se dedicaban, en el verano de 1964, a la difícil y peligrosa tarea de registrar electoralmente a negros en los condados del sur en los que la segregación, el racismo y los poderes locales estaban por encima de las leyes. El 21 de junio (ayer hizo 41 años) los tres jóvenes desaparecieron en un pueblo de Misisipí. Gracias al celo de algunos policías del FBI, 44 días más tarde sus cuerpos fueron descubiertos, con señales de los golpes y los disparos recibidos.

Hace 17 años, la película Arde Misisipí, dirigida por Alan Parker, llevó el drama a las pantallas. Ayer, en la sala de un juzgado de la ciudad de Filadelfia, en Misisipí, un jurado de nueve blancos y tres negros decidió que Edgar Ray Killen, de 80 años, es culpable de homicidio, un punto intermedio entre la conspiración para el asesinato que reclamaba la acusación y lo que mantenía la defensa: ausencia de pruebas que situaran a Killen en la escena del crimen.

El condenado, en una silla de ruedas por un accidente laboral sufrido hace años y con tubos de oxígeno en la nariz, escuchó imperturbable el veredicto; su mujer le ofreció palabras de consuelo. La sentencia implica un máximo de 20 años de cárcel.

Killen, que en 1964 trabajaba en un aserradero y era predicador -y miembro del Ku Klux Klan en los ratos libres- ya fue juzgado en 1967. A diferencia de este proceso, iniciado a instancias del Estado de Misisipí y con una acusación de triple asesinato, hace 28 años se trató de un juicio federal por violación de derechos humanos. Aquel jurado se bloqueó, porque uno de sus miembros -todos blancos- dijo que le era imposible condenar a un predicador. Otros siete acusados fueron condenados a penas inferiores a seis años. Los testimonios de los testigos que ya han fallecido han sido empleados ahora.

En el verano de la libertad de 1964, Schwerner, de 24 años, Goodman, de 21 (los dos de Nueva York) y Chaney, de 21 y nacido en Misisipí, estaban en el condado de Neshoba. Al tiempo que trataban de vencer los recelos -ampliamente justificados- de los negros para inscribirse en el censo electoral, se preocuparon por el incendio intencionado de una iglesia. Fueron detenidos de noche por la policía local, por exceso de velocidad, y luego puestos en libertad. A la salida de la comisaría, un grupo del Ku Klux Klan que sabía dónde estaban y a qué hora iban a abandonar las dependencias policiales, les siguió. Testimonios de participantes en la emboscada indicaron que Killen planeó la operación y el asesinato.

Ayer hubo aplausos y lágrimas de emoción. El veredicto dejó una sensación agridulce: logró la tranquilidad de espíritu que, especialmente en Estados Unidos, produce un fallo así en las víctimas, porque cierra un asunto pendiente, pero quedó claro que la justicia llega muy tarde, como dijo el fiscal: "A estos tres chicos y sus familias les robaron todas las cosas de las que Killen ha podido disfrutar en estos 41 años".

Rita Bender, la viuda de Michael Schwerner, dijo que era "un día muy importante", pero también recordó que "Killen no actuó en el vacío. El Estado de Misisipí fue cómplice en estos crímenes. Aunque ha entrado luz, la ventana no se ha abierto por completo. Eso significa que aún hay gente entre nosotros que elige mirar para otro lado y que aún queda tarea por hacer".

Parecidas palabras de Ben Chaney, hermano de James: la condena es importante y anima a las familias de las víctimas, pero "hay más cosas que todavía hay que hacer".

Los familiares del antiguo dirigente local del Ku Klux Klan abandonaron el juzgado sin hacer declaraciones. El abogado de Killen también estaba relativamente satisfecho por haber logrado evitar la condena por asesinato. James McIntyre anunció que iba a recurrir, de todas formas. El fiscal del Estado, Jim Hood, fue el que más celebró el fallo: "Hay justicia para todos en Misisipí", dijo. En el juicio, el acusador, Mark Duncan, había dicho que la culpabilidad de Pillen era tan evidente que el jurado tenía una responsabilidad muy importante: "Van ustedes a decir al resto del mundo que no vamos a permitir que Edgar Ray Killen se libre ni un solo día más de lo que hizo".

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