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Reportaje:AUTOMOVILISMO | Escándalo en el Gran Premio de Estados Unidos

La pantomima agrava las fisuras

Los organizadores norteamericanos se plantean renunciar al año de contrato que les queda y las grandes marcas desafían de nuevo a Ecclestone

Hay muchas interpretaciones posibles de todo lo que ocurrió el pasado domingo en el mítico circuito de Indianápolis. Y una de ellas es que los directores de algunos equipos asestaron un duro golpe al jefe supremo de la F-1, Bernie Ecclestone, al que quieren ver ya fuera de un tinglado que pretenden dominar ellos. Sin embargo, hay unos hechos ineludibles y catastróficos para el futuro de este deporte en un mercado tan potente como el norteamericano. El Gran Premio de Estados Unidos fue una pantomima que agranda las fisuras existentes entre todas las partes implicadas.

"Nunca habíamos vivido una situación similar y nos sentimos tan perjudicados como los 150.000 aficionados que querían ver un gran espectáculo deportivo que no se les ofreció", comentó Joie Chitwood, presidente del Indianápolis Motor Speedway (IMS), propietaria del circuito; "invertimos mucho dinero en la promoción de este acontecimiento y en la introducción en Estados Unidos de la F-1. Hicimos todo lo necesario y estábamos preparados para ofrecer una gran carrera. Pero es evidente que alguien no estaba preparado para ello. Y eso es imperdonable". Chitwood abrió la posibilidad de que la organización devuelva el dinero de las entradas a los aficionados: "Estamos estudiándolo y también analizaremos la opción de reclamar el fijo que pagamos a Ecclestone. En los próximos días tomaremos decisiones".

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Michelin no se lo explica

La situación creada en Indianápolis parece llevar implícito el final de la F-1 en Estados Unidos. Los mismos organizadores se plantean renunciar al año de contrato que todavía les queda con la Formula One Management (FOM). "Es otro de los aspectos que vamos a tratar en los próximos días porque nos hemos dado cuenta de que no tenemos ningún control sobre lo que ocurre en nuestro propio circuito. Pero tampoco queremos echar por la borda todo el trabajo que hemos hecho durante los últimos cinco años con la F-1", dijo Chitwood. La reacción del público no dejó lugar a dudas. Muchos aficionados abandonaron el circuito cuando no se habían cubierto ni siquiera 25 vueltas y reclamaron que les devolvieran sus dólares. "No entendíamos nada de lo que estaba ocurriendo", se quejaron; "vimos la vuelta de reconocimiento con los 20 coches y, de pronto, sólo seis se quedaron en la pista. Y nadie nos explicó qué ocurría". El IMS sugirió a los espectadores que trasladaran sus quejas a Michelin, a la FIA y a la FOM y dio sus direcciones electrónicas. Curiosamente, en cambio, la carrera fue vista por televisión en España, aunque con interrupciones, por 4,3 millones de personas y en Alemania por 7 millones.

Con todo, el problema que se plantea en la F-1 es mucho más profundo. La guerra entre las escuderías, la FIA y el propio Ecclestone parece haber estallado con toda su virulencia. Ecclestone no pudo controlar la situación por primera vez en muchos años. La mayor parte de las firmas y todas las de Michelin están enfrentadas con él y se niegan a firmar la renovación del pacto de la concordia, como Ferrari, que vive al margen del resto de los equipos.

La cuestión de fondo es que las grandes marcas, como Mercedes, BMW, Toyota, Honda y Renault, quieren controlar la F-1 y han amenazado muchas veces con crear su propio campeonato mundial a partir de 2008, cuando ya haya finalizado el compromiso que firmaron hace un decenio con Ecclestone.

Ni a la FIA ni al propio Ecclestone les gusta que las escuderías se conviertan en propietarias del circo, como está ocurriendo, porque creen que eso rompe el espíritu de la F-1 y cuestionan su control. Pero, por otra parte, saben que el crecimiento de su deporte se ha debido en gran parte al chorro de dinero que aportan los constructores y que ha convertido esta competición en un escaparate tecnológico de primer orden.

Para contrarrestar el poder de las marcas, Max Mosley, presidente de la FIA, acaba de proponer un cambio radical del reglamento para 2008 con la intención de reducir los costes y potenciar la continuidad de las escuderías privadas. Si estas normas se aplicasen, el interés de los constructores en el Mundial de F-1 podría disminuir de manera ostensible porque no podrían justificar sus multimillonarias inversiones.

Espectadores muestran su repulsa en Indianápolis y reclaman su dinero.
Espectadores muestran su repulsa en Indianápolis y reclaman su dinero.REUTERS

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