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Reportaje:POESÍA

Sol y luna cogidos de la mano

Sin lugar a dudas, las voces más sólidas, influyentes y originales de la poesía portuguesa tras esa isla multiforme que fue Pessoa, son las de Sophia de Mello Breyner Andresen (Oporto, 1919- Lisboa, 2004) y Eugénio de Andrade (Póvoa de Atalaia, Beira Baixa, 1923-Oporto, 2005). Ambos hunden sus raíces en la misma tierra y crecen como árboles casi gemelos, como caras de una misma hoja que busca la luz misteriosa y la transparencia esencial que les hace cercanos y al tiempo inconfundibles: "Sé que estoy vivo y crezco sobre la tierra", dice Andrade, y desde ahí crecen también los poemas de Sophia de Mello, convencida de que el poema ha de ser "La verdad de tu entero estar terrestre". La poesía es parte de la vida, y el poema un enlace íntimo con las cosas del mundo. Saben que frente a la vida ideal está la vida concreta, que el poeta es un alfarero que da forma y sustancia a lo que sólo existe si hay una conciencia que lo refleje, un artesano de las palabras que busca eso que Da Vinci, Valéry y el propio Andrade han llamado un "obstinado rigor".

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Si algo tienen en común, cada uno desde sus propios planteamientos y recursos, es un deseo tenaz de transparencia y luminosidad que sólo la naturalidad emergente de las palabras puede afirmar. La voz del poema se hace natural y precisa porque las palabras son silabeadas, deletreadas frente al vacío y el silencio de la página, frente a la oscuridad de la existencia. En ellas el poema mora y se demora, y libre de servidumbres les restituye su peso y vigor perdidos: para Sophia de Mello "Sílaba a sílaba / El poema emerge: / Como si los dioses lo diesen / Lo hacemos"; para Andrade el poema "Camina sílaba a sílaba / como la fuente / que sólo se detiene en la boca del cántaro". Cada uno a su modo, son los poetas más griegos entre los poetas portugueses: Andrade a partir de ese culto pagano por la vida y el poder del cuerpo; Sophia de Mello desde los mitos y la inmanencia de los dioses, de su existencia entendida como encuentro y ejemplo del universo del hombre.

De ahí también esa cualidad afín a dos escrituras presididas por la claridad y el rigor, por la música y el canto, por la proporción y la belleza, por la capacidad de decir con las palabras más simples, y donde cada cosa y cada elemento son parte única y sustancial de un todo cuya forma es tan necesaria como esencial y justa. Como el mar que nunca es el mismo, cada poema es único. Las palabras han sido elegidas por su realidad: si para Andrade "Lo real es la palabra", y la naturaleza irrepetible de lo real es ímpetu y verdad existencial, para Sophia de Mello la poesía fue siempre "una persecución de lo real. Un poema fue siempre un círculo trazado alrededor de una cosa, un círculo donde el pájaro de lo real queda preso". Para ambos el poema no es sólo una forma de pensar la realidad, sino una forma de ser realidad. El mundo existe, y las cosas surgen de su sola y renovada presencia. El poema es ese instante de luminoso surgimiento de una realidad. Las cosas acontecen y existen, pues como nos dice Andrade: "De palabra en palabra / la noche sube / a las ramas más altas / y canta / el éxtasis del día".

Nadie mejor que Ángel Campos Pámpano, que las conoce y ama profundamente, para traspasar ejemplarmente a nuestra lengua dos de las escrituras más hermosas y plenas de la poesía contemporánea. En Nocturno mediodía se antologan trece de los catorce libros que Sophia de Mello escribió entre 1944 y 1997, dos poemas inéditos de 2001 y cuatro poéticas que muestran la esencia de su pensamiento poético. El libro refleja la perfecta unidad de su obra, una visión profunda y rigurosa de lo que significa el milagro que esta escritura es en sí misma. Materia solar y otros libros reúne una selección de la poesía que Andrade escribió entre 1980 y 2001, más un poema inédito de 2002, mostrando la etapa madura de un mundo poético modelo de maestría estética y afirmación existencial. El lector va a saber con estos dos libros, de una realidad que resplandece en la maravilla de su presencia y es luz en su deslumbramiento. Dos poetas cuya intensidad y belleza convocan esa claridad sólo posible cuando, como enseñan los versos de Andrade, "el sol y la luna / duermen cogidos de la mano".

Eugénio de Andrade obtuvo el Premio Camoes en 2001.
Eugénio de Andrade obtuvo el Premio Camoes en 2001.MANUEL ROBERTO/PÚBLICO

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