Las mujeres ante el otoño del patriarca
Una actriz, una madre contra la droga y una escritora debaten sobre el cambio en Galicia
Luisa Castro ha vuelto a Galicia después de residir la mayor parte de su vida en Madrid, Barcelona y Nueva York, pero sus opiniones públicas no son condescendientes con la sociedad con la que se ha reencontrado. Mabel Rivera destapó su activismo en Burla Negra, el colectivo de artistas de Nunca Máis y no lo ha atemperado el reconocimiento profesional adquirido desde entonces: ahora es la voz pública del film colectivo Hai que botalos que propugna el cambio político en Galicia. Carmen Avendaño es la única de las tres con una militancia política, en el PSdeG-PSOE, lo que no le impide reconocer logros en los Gobiernos de Manuel Fraga.
Mabel Rivera. El tipo de mujer que yo hice en Mar adentro, el de una mujer absolutamente sacrificada por la familia, mucho me temo que todavía está vigente en Galicia. Son cuestiones estructurales muy profundas y que lleva mucho tiempo cambiarlas, porque es un rol asumido y adquirido durante generaciones. Va a llevar tiempo cambiarlo y somos nosotras las que tenemos que dar el paso, si consideramos que no hay cosas positivas en ese rol. Yo alguna cosa positiva le veo. Es una historia de una generosidad absoluta.
Mabel Rivera: "El poder debe de ser tan brutal que nadie lo quiere dejar, debe de ser una de las cosas que crean más adicción"
Carmen Avendaño: "Yo veo posibilidades de cambio, pero lo que más miedo me da en estos comicios es quizá el voto del exterior"
Luisa Castro: "Tengo la impresión de que los partidos de izquierdas han pecado un poco de estar alejados de la ciudadanía"
Carmen Avendaño. No me parece que el estereotipo ése sea único. Yo creo que en Galicia tenemos mucho más impulso y somos más independientes y más decididas las mujeres, a la hora de arreglar los problemas, que los hombres. Que no nos dan nada hecho y te tienes que imponer, a veces con fuerza. Yo a lo largo de mi vida, llevo 33 años trabajando en lo social, me pareció que tenía que hacerlo y no me sentí coartada. Pero porque yo tenía muy claro, y mi marido tenía muy claro, que yo tenía mi propia personalidad. Había gente que me comentaba, "porque es que tú tienes un marido buenísimo, no sé como te lo permite". ¿Cómo que me lo permite? Mi marido me lo permite porque me lo tiene que permitir, ¡vamos! ¿Y si no te lo permite? Pues entonces no sería mi marido.
Luisa Castro. Cuando eres educada desde la igualdad, que es mi caso, como una mujer en el mundo que ha de defenderse, abrirse camino y llegar a alcanzar un nivel máximo en lo que te propongas, no tiene por qué haber trabas en la sociedad. Sinceramente, creo que a nivel individual no las hay. Rechazo el victimismo de las mujeres en la Galicia de hoy y en el mundo en general. Creo que en lo que respecta al patrón de la mujer gallega tradicional hay muchas cosas que aprender. Es una mujer entregada completamente a la familia y al trabajo y, al mismo tiempo, tolerante de una manera profunda. Es algo que está dentro del ser de la mujer gallega y que tenemos que tratar de conservar, porque es algo muy positivo, que nos da la fuerza y la autoridad a las mujeres de aquí. Otra cosa es que en el momento en que esa sociedad tradicional se desarticula y entramos en una sociedad igualitaria de hombres y mujeres, los hombres cierren una llave de paso a las mujeres en cuanto llegan a un nivel. Los atrasos son siempre relativos, hay sociedades muy avanzadas, como la americana o la catalana, que tienen mecanismos de coartar la libertad de las mujeres mucho más sutiles, pero más duros incluso. Como gallegas, tenemos que defender mucho la fuerza de nuestras madres, de nuestras abuelas, que nos viene por sangre, por tradición, por raíz, por historia... Coger eso bueno y lanzarnos al futuro y no mirar ninguna traba que se nos pueda plantear.
Avendaño. Yo, por ejemplo, estoy satisfechísima de la paridad, y eso que cuando en el PSOE se empezó a plantear lo de las cuotas femeninas no era partidaria. Me parece que debe de existir, porque parece que todo eso ya se da por hecho, pero si repasamos, hay poquísimas mujeres directivas y con poder, y en la política ya ni te cuento. Yo que milité toda mi vida -toda mi vida que se pudo militar en esta país, claro-, la mayoría de las mujeres que había eran sumamente válidas, con una lucidez de análisis que te impactaba, y veías cómo se automarginaban y apoyaban a su marido en su carrera política.
Castro. Es fundamental también considerar la libertad personal individual, tampoco se debe de obligar a las mujeres porque sí a ser las primeras en las empresas, si lo que quiere es ser madre de sus hijos y cuidar a sus padres. Está la libertad de la mujer que quiere llegar a presidente del Gobierno y ha de pelear por ello como un hombre y en igualdad, y la libertad de la mujer, o del hombre, que quiere dedicar su vida a cuidar de su familia. A mí la paridad me parece muy bien, de hecho el 25% me parecía una risa porque si no es el 50% no tiene ningún sentido. Pero hay que pasar de utilizar a las mujeres en campaña y empezar a hacer leyes para ellas y para sus situaciones concretas.
Rivera. En general, siempre he sido contraria a cuotas. No tenemos nada que demostrar y a mí que no me den numeritos a cambio. Hay un porcentaje de población rural inmenso en el que las mujeres, creo que casi a la par con los hombres, sufren un atraso terrible. En ese mundo hablar de cuotas de participación hasta me parece casi una especie de broma un poco salvaje.
Castro. Yo creo que las mujeres, cuando votan, son más progresistas que los hombres.
Avendaño. En el interior no creas. En ciudades sí, pero en el interior está muy supeditado a lo que diga el marido.
Castro. Yo siempre tuve la sensación contraria, de que en las ciudades y en las sociedades burguesas, la mujer estaba más en el rol patriarcal que en el campo y en los pueblos de mar.
Rivera. A mí me parece necesario romper inercias. Lo digo para cualquiera, sea del color que sea, porque llega a ser insano incluso para la propia formación política. El poder debe de ser una experiencia tan brutal como que nadie lo quiere dejar, deber de ser una de las cosas que crean más adicción y de una forma incluso más obscena en determinados momentos, como el que tenemos delante de las narices ahora mismo.
Castro. Después de muchos años de un Gobierno las cosas tienen que cambiar y siempre suele ser para mejor. Y hay que darle la oportunidad a otros sectores de la política a que maduren desde el poder. Porque sólo en el poder las posiciones políticas maduran y encuentran su dirección. Yo tengo esperanzas, y no por una cuestión partidista, porque si otros en religión son agnósticos, yo soy agnóstica en política.
Pregunta. ¿Ven aspectos positivos en la gestión del PP en la Xunta?
Avendaño. Intentando ver lo bueno, creo que hay que respetar al presidente de la Xunta desde el año 89, porque ha tenido cosas positivas. Creo que se montó una Administración que estaba sin montar, empezaron a organizarse temas de transferencias... pero después se fue deteriorando todo, pienso que por estar ahí tantos años. Yo suelo decir que como esto no cambie de color, yo ya me canso, me voy, pero el otro día en una charla estaba Isaac Díaz Pardo
[empresario e intelectual, candidato testimonial del PSdeG], que lleva no sé cuantos años peleando, 60 años creo, y oyéndole me daba vergüenza decir que me iba, me parecía que soy muy cobarde.
Rivera. Se ha ido consolidando un modelo de Estado, el Estado autonómico, que en teoría acerca las estructuras políticas, las estructuras de poder, a los ciudadanos, pero se ejerce el poder, quizá por este vicio de tenerlo todo el rato, de una manera tan paternalista... Ésta es una sociedad muy desestructurada en cuanto a concepto de ciudadanía, no nos manifestamos cívicamente. Lo hemos empezado a hacer muy recientemente a base de desgracia tras desgracia. El movimiento de Nunca Máis ha sido muy ejemplarizante y nos ha confrontado con la realidad de que nos hemos dejado gobernar de una manera totalmente paternalista: ellos saben lo que es bueno para nosotros. Nos han llenado de gaitas, de un sentido populista de las cosas, de merendolas y de que aquí todo se consigue a base de raciones de empanada. En estos últimos años lo que detecto es un sutil retroceso en los cauces de expresión democrática, hasta el punto de que a cualquier manifestación de ciudadanía, la Administración responde con insultos.
Castro. Yo también estoy por la renovación, pero tengo a veces la impresión de que los partidos de izquierdas han pecado un poco de estar alejados de la ciudadanía y del idioma de la gente. No se trata de ser populistas, se trata de intentar comprender a la gente y de no rechazarla porque es de otra época, o porque representa al pasado. El pueblo gallego tiene muchísima capacidad y mucho empuje, pero es un pueblo muy orgulloso, que rechaza mucho a los políticos que van por delante con el desprecio del que tiene razón, de que están atrasados, o están anticuados. Cuando se tiene una cultura antigua de fondo, como tenemos los gallegos, eso se rechaza y yo no sé hasta que punto, tantos años de un Gobierno monocolor en Galicia, no responderá a una falta de estrategia política de la oposición. Y sueño y deseo que la política en Galicia pegue un empujón por ese lado, que sepa conectar con la gente y comprenderla.
Avendaño. Yo veo posibilidades de cambio, pero lo que más miedo me da en estas elecciones es quizá el voto del exterior. A mí me parece terrible irse a países que lo están pasando muy mal, a organizarles una comida o a darles aspirinas. Francamente me parece vejatorio, pero al mismo tiempo como no conozco como tal aquella sociedad, tampoco sé qué resultados puede tener eso.
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