Patrimonio y desarrollo, un binomio de cooperación universitaria
La revisión sobre el modelo de cooperación internacional español también ha tenido su espacio de debate en la universidad valenciana. Patrimonio histórico y desarrollo social son un binomio que defienden y practican la Universitat de València y la Universidad Politécnica de Valencia, sede esta última de las primeras jornadas de debate sobre las conclusiones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y el modelo horizontal que mejores resultados para las comunidades autóctonas puede dar. Estudios previos, estrategias avanzadas, conocimiento de la cultura tangible e intangible de la sociedad con la que se pretende trabajar, conjugación presente y constante de los valores defendidos por la Unesco, y sintonía con el último informe de desarrollo humano se consolidan como las premisas esenciales para determinar la viabilidad de una actuación de cooperación al desarrollo.
Jueves y viernes pasados concentraron en los rectorados de la Universitat de València y de la Politécnica, con la participación del Centro de Cooperación al Desarrollo, a profesores que han participado y aún lo hacen en proyectos de recuperación del patrimonio histórico en comunidades de América Latina.
Modelo horizontal
Entre los profesores participantes en las jornadas, Cristina Vidal Moreno, Gaspar Muñoz y Rafael Monterde (impulsores del trabajo de recuperación de un templo maya de especiales características en La Blanca, en la zona del Petén, en Guatemala) o África López Souto, de la Xunta de Galicia, con experiencia en distintas actuaciones en Bolivia. El modelo de actuación en La Blanca, más próximo a las directrices del II Plan Director de Cooperación (2005-2008), sirvió de ejemplo para repasar algunos de los comportamientos que deben evitarse en los planteamientos de cooperación al desarrollo e insistir en los que definen una intervención con mayor proyección para la comunidad autóctona. López Souto se mostró optimista ante la dirección a la que apuntan los nuevos diseños de cooperación, marcados por un modelo horizontal de trabajo que incorpora al proyecto a la población con la que se interviene atendiendo a sus características y con especial consideración a parámetros de desarrollo sostenible medioambientales y sociales con la diversidad cultural, la libertad y los derechos humanos como elementos capitales. Promover una identificación entre los trabajos de recuperación histórica y la sociedad supone una de las mejores alianzas para la viabilidad real de proyectos de cooperación al desarrollo, según Monterde.
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