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Columna
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El juego de la verdad

No quiero morirme con las ganas de que me hagan un test de personalidad. ¿Para qué? Fundamentalmente, para que me hablen de mí. Me encantaría que me hicieran el examen ese de las cartulinas con manchas de tinta. Que me las fuesen enseñando una a una, y que yo dijera lo que se me pasase por la cabeza y que entonces el médico supiera cómo era yo, y que me lo fuera explicando. Usted es así o asá. No me importa que me descubran algún trastorno con tal de que me hablen de mí. Ahora bien, podría darse el caso probable de que en la mancha sólo viese una mancha. Entonces, para no desanimar al especialista y que continuara interesándose, me inventaría que veo una araña, un hombre agachado, la sombra de una casa, la boca abierta de un cangrejo (cosa que no he visto jamás), algo. Quizá esto es lo que le pasó a Luis Roldán en aquellos lejanos días en que se dice que mintió, que en su currículo apareció una mancha de tinta negra y al preguntarle qué había allí, como no veía nada, tuvo que inventar.

Inventar, mentir, decir siempre la verdad, decirla a veces. Qué complicado es todo. Para más confusión, llega Watzlawick y dice aquello de: ¿Es real la realidad? Particularmente no estoy segura de nada. ¿Y si estuviese soñando que estoy escribiendo estas líneas? A veces soñamos cosas tan reales que cuando estamos despiertos dudamos. Soñamos por ejemplo que nos levantamos por la mañana y vamos al trabajo, que llevamos el coche al taller y que alguien nos llama por teléfono para darnos una buena noticia que esperábamos hace tiempo y que sentimos una gran alegría. Y la alegría, aunque el despertar resulte decepcionante, no nos la quita nadie. Esa alegría no deja de ser real. Ni tampoco el tremendo sufrimiento de las pesadillas en que llegamos a llorar y desesperarnos. Nadie podría asegurar que ese bombero estadounidense que ha despertado súbitamente tras 10 años en coma no haya estado viviendo otra vida en su mente, que ahora no recuerda. Si fuese así, nos podríamos preguntar qué ocurrirá con esas otras personas que ha olvidado al despertar.

Puede que ahí, en ese mundo del otro lado, tenga mujer e hijos, que tal vez fuese un presidente de Gobierno o un artista famoso, y que de pronto haya desaparecido y lo estén buscando, o que huyendo de algo haya hecho un esfuerzo tan grande por escapar que haya despertado sin una explicación médica convincente. En 10 años ocurren muchas cosas. ¿Y si empieza a añorar su vida de ficción? O acaso la vida de ficción sea ésta, y nosotros, un producto de su fantasía. De momento creo lo que dice Elkhonon Goldberg de que "el cerebro humano es el sistema natural más complejo del universo conocido", aunque no lo parezca.

Pero es que, además, y como por casualidad, a los pocos días del regreso al mundo del bombero, se produjo el hallazgo en Inglaterra del pianista extraviado. Tímido, asustadizo, amnésico y románticamente lánguido. Me parece una señal que sus recortes del periódico se hayan reunido sobre mi mesa sin yo hacer nada. Uno vestido de bombero y el otro con un elegante traje oscuro empapado de lluvia o de mar. Donde estén estos inquietantes y brumosos personajes, que se quiten los de Matrix. Todo sugiere que el pianista ha surgido del mundo que el bombero ha abandonado y que éste lo pudo arrastrar con él en los últimos momentos. O bien que el pianista se sentía tan solo que se las ha ingeniado para venir a buscarle. Y aquí está, en una realidad nueva, hostil, confusa, puesto que hasta ahora sólo conocía lo que veía en la imaginación del bombero, y el pobre no tiene ni idea de quién es ni de dónde viene, que es el resumen perfecto de la humanidad. En la mente abierta y culta del bombero pudo ver la bandera sueca y aprender a tocar el piano y otras cosas que no sabemos porque nadie de carne y hueso puede conocer lo que esconde el entramado cerebral de otro. Lo indudable es que los dos tardarán mucho tiempo en encontrarse porque antes tendrán que vencer el olvido. Mientras tanto, cómo saber si mentimos o decimos la verdad o inventamos. Intentemos responder esta pregunta de James F. Fixx: "Un viajero llega a una bifurcación del camino y no sabe qué desviación tomar para llegar a destino. Hay dos hombres en la bifurcación, uno de los cuales siempre miente, en tanto que el otro siempre dice la verdad. El viajero no sabe cuál es cuál. Para hallar el camino sólo puede hacer una pregunta a uno de los hombres. ¿Cuál es la pregunta y a qué hombre se la formula?".

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