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Reportaje:

La vuelta de los Amaya

Un disco colectivo de homenaje recupera las canciones de la pareja que popularizó la rumba catalana

Diego A. Manrique

Fueron la gran pareja de la rumba catalana. Los hermanos José (La Coruña, 1950) y Delfín Amaya Vázquez (Oviedo, 1952) protagonizaron dos etapas triunfales y muy contrastadas: la rumba agreste de los años con EMI y la rumba melódica de sus discos para RCA. Éxitos de ambos periodos constituyen la materia base de Tributo a Los Amaya: ¡bailen mi rumbita! (El Diablo), un somero homenaje donde los intérpretes son Ojos de Brujo, Parrita, Rakel Winchester, Muchachito Bombo Infierno, Miki Puig, Bumba Rumba, Sabor de Gracia o los propios hermanos Amaya, ahora retirados de los directos.

Faltan nombres obvios, como sus vecinos de Estopa, pero ellos no quieren hacer sangre: "Es que los artistas de multinacional piden muchos jurdós por estas cosas". Dicen que nadie ha sido capaz de imitarlos: "Cantábamos en tonos muy altos y nuestras voces armonizaban muy bien. Antes de nosotros estuvo Peret, pero Los Amaya sonábamos diferentes. Tampoco tenía nada que ver con la rumba flamenca o la rumba urbana de Chichos y Chunguitos, que llegaron después".

De sus furiosos discos en EMI recuerdan la rapidez con que se trabajaba: "Entrábamos a grabar a las nueve de la mañana y se podía terminar un disco de aquellos de cuatro canciones en un día. Nosotros, con las guitarras, los palmeros y las percusiones, todos cantando y tocando a la vez, nada de esas virguerías de enlatar una cosa y luego otra". Llegaban, eso sí, con el repertorio muy bien ensayado: "Hacíamos desde temas de Ennio Morricone a canciones caribeñas, Caramelos o Bailadores. Éstas las aprendimos en El Paso, un bar de alterne en Barcelona, donde tenían muchos discos de Cuba y Puerto Rico. Éramos menores de edad, pero allí actuábamos y las chicas nos querían mucho".

Tributo a Los Amaya: ¡bailen mi rumbita! incluye también un DVD con su aparición en un programa televisivo de los primeros setenta, Luces en la noche, donde cantan siete temas y responden (tímidamente) a un cuestionario. "Se grababa en directo en un estudio de TVE, pero nos debíamos cambiar de ropa para cada tema. Recuerdo que teníamos el temor a que nos preguntaran si estábamos casados: en aquellos días nos decían en la discográfica que sería una catástrofe si las fans se enteraban de que ya estabas atrapado".

Según su experiencia, "en el franquismo te dejaban vivir como querías si no te metías en política. Incluso fumábamos discretamente marihuana o hachís y nadie te decía nada". En 1976 cambiaron de onda y de discográfica: "Nos centramos en canciones nuestras y Tony Ronald nos produjo. Éstos ya eran discos con mensaje, más trabajados. Jayme Marqués hacía los arreglos y tocaban monstruos tipo Kitflus, Tito Duarte, Max Suñé, Pepe Ébano. Escuchas ahora temas como Mujer o Decirle a ella que vuelva y todavía tienen magia, la producción es impresionante".

Hacia 1983, el asunto se torció: "Nunca entendimos aquella bajada, seguíamos tocando lo mismo, pero las discográficas no trabajaban bien lo nuestro". Les quedaba Hispanoamérica, donde Vete había sido un impacto grande. "Allí encontramos los públicos más ardientes, en todos los sentidos. Actuábamos lo mismo en fiestas privadas que en palenques, junto a las peleas de gallos. Lo recorrimos todo, desde Miami a Chile, pero se nos hacía muy cuesta arriba el tirarse allí meses, sin la familia. Aunque más duro lo pasó nuestro padre. Fue uno de aquellos gitanos que se iban a la Argentina a vender ropa de casa en casa, haciéndose pasar por viajantes franceses o italianos. Era gente brava, gente nómada".

Delfín Amaya, a la izquierda, y su hermano José, en una foto de promoción.
Delfín Amaya, a la izquierda, y su hermano José, en una foto de promoción.

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