La carne de gallina
Si su última aparición en Madrid, vestido con el caro traje de crooner, alcanzó lo sublime, su concierto de anteanoche en la capital ha sido de lo más tremendo, porque Elvis Costello cambió el repertorio que traía preparado, ¡para mejorarlo e incluir aún más temas clásicos y extraordinarios! Contraviniendo su proverbial fama de antipático, Costello pareció más simpático que nunca, bromeó con el público, mostró una inacabable colección de guitarras eléctricas y acústicas y, sobre todo, dio un concierto memorable, de esos que merecen pasar a los anales de las actuaciones de rock en vivo
Flanqueado por tres musicazos que tienen, además, la ventaja de llevar décadas junto al genio de Liverpool, Costello supo sobreponerse con su interpretación a un sonido más bien malo, aunque al principio aspiraba más bien a ser malísimo. Arrancando con Welcome to the working week, el artista empezó a enhebrar temas dinámicos en los que había poco de jazz y nada de música culta. Pura música y actitud new wave que, si bien no tiene ya aquel añejo y entrañable sonido a plástico -liviano, frívolo, emotivamente juvenil- de la época de sus primeras grabaciones, a cambio exhibe el alto nivel instrumental de los componentes de su grupo y la profundidad y peso que tiene el sonido profesional en 2005.
Elvis Costello & The Imposters
Elvis Costello (voz y guitarras), Steve Nieve (teclados), Davey Faragher (bajo y coros) y Pete Thomas (batería). La Riviera. Madrid, 8 de junio.
Lo uno por lo otro, lo cierto que es que Costello, exhibiendo una naturalidad pasmosa a la hora de tocar, hizo parada obligatoria, cómo no, en su último disco, el muy americano The delivery man. De él ofreció algunos temas como Either side of the same town, Bedlam o Country darkness. Pero el grueso de su repertorio lo compuso un puñado de melodías directas, simples de orquestación y un modo de armonizar que recuerda al más rico y acertado John Lennon: (What's so funny 'bout) Peace, Love and understanding?, Watching the detectives, (I don't want to go to) Chelsea, Radio radio, Oliver's army, con la que cerró la actuación, y la hermosísima Alison. A su lado, Thomas marcaba los ritmos con poderío y gran compenetración con las figuras de bajo de manual de Davey Faragher, mientras las armonías que complementaban la de la guitarra de Costello salían del piano y el órgano de un inspiradísimo Steve Nieve.
Ni qué decir tiene que el éxito logrado ante una audiencia extasiada fue enorme. Tanto es así que, minutos después de que el astro hubiera abandonado el escenario, con todo el equipo desconectado y los técnicos desmontando, Costello tuvo que salir otra vez ante la ruidosa reclamación del público, que se negaba a marcharse. Entonces ocurrió uno de esos momentos mágicos que valdrá para contar uno a sus nietos rockeros: Elvis apareció con la guitarra acústica y, mandando acercarse a los espectadores, comenzó a entonar a pleno pulmón el You'll never walk alone -que, como todo el mundo debe saber a estas alturas, es el himno oficioso del club de fútbol del Liverpool, además de una bonita canción de Gerry&The Peacemakers- consiguiendo que los espectadores se arrancasen a cantar con él. Impresionante, Costello. De poner la carne de gallina.
Babelia
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