Programa inconformista

Sonó bien la Orquesta Nacional en manos del grandísimo pianista-director Christian Zacharías (Jamschedpur, India, 1950). Solamente por escucharle su magnífica versión del Concierto en do mayor, de Beethoven, valía la pena asistir al penúltimo programa de la OCNE en la presente temporada. Zacharías, artista sensible e inteligente, músico que sabe extraer de cada partitura su mensaje más profundo, evidenció como, en contra de lo que suele creerse y divulgarse, el genio, la energética y la novedad beethoveniana están vivas desde sus creaciones más tempranas.

Si no me equivoco, la función rectora de Zacharías multiplica su eficacia cuando dirige y toca, ya que un conjunto de profesores de probada categoría como son los de la OCNE se sienten más arrastrados e identificados con el pianista que con el conductor. Pudimos seguir o, si se quiere, interiorizar los tres hermosos movimientos, expuestos con serenidad y voluntad de cantar, vivificados con maestría en los ritmos y acentos. Brava, bravísima consecución la del otras veces primoroso scarlattiano, mágico desvelador de Ravel o palpitante desvelador de Schubert.

No comparto especial adicción hacia la corriente contemporánea de los autores que explotan músicas anteriores, salvo cuando la transformación de lo "expoliado" -incluso con amor y no con iniquidad- fructifica en algo nuevo y de atractivo comparable al modelo o modelos elegidos. En el caso del alemán Dieter Schnebel (Lahr, 1930), la práctica transformadora ha cuajado en consecuciones como Bach-Kontrapuncti, para voces; Webern-Varianen, para conjunto instrumental variable; Schubert-Phantasie, para orquesta sinfónica; Wagner-Idyll, para "ensamble", o Beethoven-Symphonie, basada en el primer movimiento de la Sinfonía Quinta, ya interpretada en Madrid hace tres años por la Orquesta de la Comunidad, dirigida por Jan-Latham Koenig. En suma, un programa inconformista aplaudido en sus diversos valores por el público conformista de los viernes.