Literatura y vida
En una observación circunstancial hecha en su París no se acaba nunca a propósito de la admirada Marguerite Duras, Vila-Matas rinde tributo a la integridad secreta de la Duras con una frase de sentida precisión: "[...] Toda esa gran angustia que somos capaces de desplegar ante la realidad del mundo, esa desolación de la que están hechos los escritores menos ejemplares, los menos académicos y edificantes, los que no están pendientes de dar una correcta y buena imagen de sí mismos, los únicos de los que no aprendemos nada, pero también los únicos que tienen el raro coraje de exponerse literalmente en sus escritos -donde se despachan a gusto- y a los que yo admiro profundamente porque sólo ellos juegan a fondo y me parecen escritores de verdad".
PÚTRIDA PATRIA: ENSAYOS SOBRE LITERATURA
W. G. Sebald
Traducción de Miguel Sáenz
Anagrama. Barcelona, 2005
230 páginas. 16 euros
A despecho del culto trivial del que es objeto desde hace algunos años en el llamado "mundo de las letras", un ámbito por cierto nada dado a la integridad en ningún orden, la obra de Sebald parece contener la articulación exacta de desolación existencial, exposición descarnada de uno mismo y ascetismo literario (si se me permite utilizar una clave pedante para formalizar la cita) que para Vila-Matas -tanto como para este comentarista- convierten al individuo que consigue ponerla por escrito en un escritor de verdad.
Me atrevería a extender esa
categoría a los escritores -en su mayoría austriacos y judíos centroeuropeos de habla alemana- que lee Sebald en este volumen de título (Unheimliche Heimat, literalmente "extraña patria"), traducido con una fórmula un tanto desmesurada. Por estos ensayos desfilan, entre otros, Kafka, Bernhard, Canetti, Handke, Sacher-Masoch, Roth, Améry y Schnitzler, autores que, inequívocamente, son figuras de referencia personal e intelectual para el propio Sebald, unas veces por su estilo, otras veces por su condición desarraigada o su talante intempestivo, pero sobre todo por su sufrida o deliberada marginalidad. En la cultura de la Austria del siglo pasado, por lo visto, parecía inevitable que intelectuales como éstos tuvieran que quedarse en los márgenes.
Los ensayos de Sebald reunidos en este volumen están ordenados en dos secciones. La primera está dedicada a la relación entre la psique y la escritura, con especial atención a la paranoia que, no lo olvidemos, es la inconfesada insania de todo escritor auténtico; la segunda se ocupa de algunos aspectos de la relación entre literatura y sociedad, en particular, de la condición judía, cosa lógica porque, pese al sionismo el judío sigue siendo el apátrida por antonomasia en nuestras sociedades modernas. Los ensayos consisten, en todos los casos, en lecturas ceñidas y anotadas, a menudo dictadas por comentarios de episodios, personajes y pasajes de novelas, desarrolladas con la típica prosa de Sebald, que puede ser muy rica en apuntes inteligentes y también muy espesa. Una escritura de análisis que, cuando se hace enrevesada, recuerda las fórmulas inútilmente intrincadas de Adorno y que, pese a los encomiables esfuerzos del traductor, no es lo que se dice estimulante.
Por lo demás, Sebald es un filólogo totalmente ajeno a los formalismos de la crítica literaria contemporánea y sin duda indiferente a la tesis de la muerte del autor. Escribir, para él y para los escritores que comenta y con los que claramente se identifica, es una tarea existencial. La literatura es la vida por escrito y lo es tanto más cuando se acepta la versión de la tradición de las letras austriacas y judías analizadas en estos ensayos. Las vidas de los escritores convocados por Sebald parecen una extensión de sus propias obras y no al revés. Y el hallazgo de Sebald se repite inexorablemente en todas las obras y autores estudiados: la clave de la condición de un sujeto atormentado que vive entre la infelicidad personal y el desarraigo nacional y social, un ser sufriente o lastimado que algún día se decidió a escribir para contemplar sus propias heridas mientras agoniza.
Por cierto, nunca está muy
claro si eso que Sebald encuentra en sus autores admirados no lo ha puesto él mismo. Así, Canetti es retratado como un paranoico encubierto porque sólo un paranoico puede descifrar el secreto de las extravagancias del sultán de Delhi o del presidente Schreber; y Bernhard, como todo escritor satírico, un caníbal o uno que acaba salpicado por la porquería que revuelve en su tiempo. Handke, en el fondo, es el narrador de su propia infancia destruida, como Kafka no es tanto el atribulado K de El castillo cuanto el agrimensor de profesión imposible.
¿Son estos textos propiamente ensayos? Los que creen en los géneros dirán que sí, que naturalmente, pero son los mismos que hablan de Los emigrados o de Austerlitz como de "novelas". Yo lo veo esto todo más allá de las distinciones filológicas, prosaísmo sin más, todo muy nietzscheano; quiero decir: muy en el modo en que Nietzsche hacía -como afirma Nehamas- de la vida, literatura. O sea, romántico, pero en el buen sentido, por supuesto.
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