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Columna
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El perfil

Manuel Rivas

Hay que tener una cierta precaución con los individuos que presumen de dormir con la conciencia tranquila. ¿Para qué sirve una conciencia tranquila? A la conciencia es mejor tenerla intranquila, en vela, digo yo. Nadie presume de un oído tranquilo, ni de un olfato tranquilo. Pero no, el tío que duerme con la conciencia tranquila, duerme siempre con la conciencia tranquila. Tanta tranquilidad resulta perturbadora. Pobre conciencia. Lo que le harán para tenerla sin chistar. Hay auténticos energúmenos de la conciencia tranquila. Son capaces de darte con la conciencia en la cabeza. Y se quedan tan tranquilos.

El escritor Carlos Casares contaba la historia de un paseador, que encima presumía de sus crímenes en el lugar de trabajo donde ejercía de jefe. En el mismo lugar tenía empleo la madre de Carlos. Incapaz de soportar la compañía de la crueldad, le llamó por su nombre: asesino. Aquella mujer joven salvó la vida de milagro. Intercedió un familiar sacerdote, que después tuvo el valor de preguntar al malhechor si no le remordía la conciencia. Y el tipo respondió: "¿La conciencia? ¿Dónde está?". Quizás ése es el problema de la conciencia totalitariamente tranquila. Que no se sabe dónde está. Años más tarde, el tipo se pegó un tiro en la boca. Tal vez acertó por fin a localizar la conciencia.

Un grupo de investigadores en psicología social le ha dado la vuelta a otro mito triunfante de la personalidad contemporánea. El de la autoestima. La idea extendida en la sociedad del éxito es que la gran autoestima, la opinión muy favorable de uno mismo, es una garantía de beneficios para el individuo y su entorno. Por el contrario, la baja autoestima estaría en el origen de muchos problemas sociales y actos de delincuencia. El trabajo que ahora publica Scientific American pone en duda esos parámetros tópicos. Las personas que cometen delitos más o menos abominables, las que tienen tendencia al abuso y al matonismo, o aquellas que actúan condicionadas por mayores prejuicios de sexo o raza, suelen tener una opinión excelente de sí mismas. Una extraordinaria autoestima, a prueba de crítica. Así que ya saben. Procuren ponerse a salvo cuando se encuentren a Gran Autoestima del ganchete con Conciencia Siempre Tranquila. Las desgracias nunca vienen solas. ¡Vaya par!

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