A partir de una foto
Guillem Clua, autor catalán que obtuvo con esta obra el Premi de Teatre Ciutat d'Alcoi del año pasado, se inspiró de entrada en la famosa foto de la guerra de Vietnam donde una niña quemada por el napalm corre huyendo con los brazos abiertos por una carretera, para establecer una cierta metáfora sobre la muerte y el olvido, además del aprovechamiento por otros de situaciones dolorosas.
El problema, uno de ellos, es que el texto a veces es confuso, y no se siguen con claridad sus intenciones. ¿Se trata de atacar a un fotógrafo que tomó una terrible instantánea sin hacer nada por detener el suceso o de mostrar lo que una foto histórica pudo hacer con la vida de la víctima? Por otra parte, además del fotógrafo y de la víctima, hay otra pareja que es usada para poner en entredicho algunas actitudes de comisionados internacionales en conflictos remotos, vejaciones sexuales incluidas, a cambio de vagas promesas de ayuda personal, cuando no de mentiras sin cuento. No acaban de casar ambas historias, aún siendo más intensa la principal y demasiado cerca de la grotesca exageración la segunda, incluso en su solución escénica de la cama giratoria.
Le pell en flames
De Guillem Clua. Intérpretes, Rosana Pastor, Manel Barceló, Gabriela Flores, Manel Sans. Vestuario, Anna Güell. Iluminación y escenografía, Paco Azorín. Espacio sonoro, Sila. Dirección, Carme Portaceli. Una producción de Teatres de la Generalitat con Teatre Villarroel y Festival Grec de Barcelona. Teatro Rialto. Valencia.
Carme Portaceli dirige aquí con pulso, aunque en ocasiones no renuncia a cierto tremendismo, mientras que Rosana Pastor hace gala de un hieratismo que favorece poco a su personaje. Manel Barceló está más ajustado en su papel de fotógrafo histórico que muchos años después vuelve al lugar de los hechos a recibir un homenaje. La idea inicial de la obra daba para bastante más.
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