Se vende bomba
Si no puedes convencerles, confúndelos, dice una sentencia famosa del mundo de los negocios; y siguiendo esa máxima, ETA abrió ayer en Madrid el proceso de diálogo que se avecina y que acabará con su desaparición. Es una vieja historia: nosotros ponemos las cartas sobre la mesa y ellos ponen la mochila en el asiento trasero. Así empieza todo, y qué le vamos a hacer si esta gente tiene la costumbre de acudir a sus citas con unas gotas de perfume de nitroglicerina tras la oreja. Pero en el fondo, qué ingenuidad creer que nadie va a sentarse a negociar sin poner por delante una muestra de su poder, en este caso de su poder de destrucción.
Ayer, en Madrid, lo que dijo la parte contratante de la segunda parte fue esto: "Aún nos queda pólvora, es de buena calidad y estamos dispuestos a oír qué pueden darnos a cambio de ella". Miren, les vamos a hacer una pequeña demostración. Y entonces fue cuando sonó un teléfono, se pusieron en marcha las sirenas y el coche aparcado en la calle de Rufino González saltó en pedazos.
En la última obra del escritor estadounidense Tobias Wolf, recién editada en España y titulada Vieja escuela, el estudiante que actúa como narrador habla de una serie de poemas que tiene empezados y que no es capaz de acabar, pero que él mira al menos con tanta esperanza como desconsuelo, porque "la belleza de un fragmento es que todavía contiene la esperanza de que sea brillante al terminarse." Bueno, pues cambiamos "poema" por "bomba" y "belleza" por "miedo", y eso es justo lo que dijo ayer ETA en la calle de Rufino González, de San Blas: "Esto es una bomba casi inofensiva, pero en sus daños ligeros está el aviso de otras mucho más dañinas. No lo olviden".
En un mundo en el que todo se compra y se vende, no es tan raro que el fin de los crímenes también se tenga que negociar. Una vez aceptado que todo lo que tiene un valor también tiene un precio, esas son las reglas.
En Alemania, por ejemplo, se venden el Ostseeland y al Papa. El Ostseeland fue el yate oficial de los dirigentes de la República Democrática Alemana, tiene 61 metros de eslora, dos motores diésel de fabricación rusa, 16 camarotes, una sala secreta desde la que se puede espiar lo que ocurre en cada uno de ellos -como gustaba hacer Erich Honecker-, ojos de buey blindados y un sistema de ventilación con filtros preparados para resistir un ataque químico, y cuesta 500.000 euros.
Y en lo que respecta al Papa, tras la fortuna que le ha llovido del cielo al propietario del antiguo Volkswagen Golf de Benedicto XVI, que fue subastado por casi doscientos mil euros, el próximo gran negocio por la gracia de Dios lo va a hacer el inquilino del apartamento que ocupó en Bonn, entre 1959 y 1963, el profesor de teología Joseph Ratzinger, un pontífice que va camino de transformarse en una especie de rey Midas con efectos retroactivos, capaz de convertir en oro todo lo que tocó.
Un poco más allá, en Bulgaria, el Gobierno de Simeón de Sajonia-Cobourg-Gotha -que residió durante décadas en España- le ha propuesto un trato a sus súbditos: como éstos amenazaban con llevar la abstención hasta el 40% en las elecciones del próximo 25 de junio, el primer ministro ha mandado comprar dos millones de euros de lotería para repartir entre los ciudadanos que ejerzan su derecho al voto. Si votas, puedes ser rico.
Bueno, pues el fin de ETA también se tiene que negociar, como cualquier transacción comercial, y por eso explotó ayer un coche en Madrid. Suena un poco siniestro, pero en opinión de casi todos nosotros es o eso o más Hipercor, más Miguel Ángel Blanco, más Tomás y Valiente, más sangre en las calles y más personas heridas como las de ayer, más personas secuestradas, extorsionadas, asustadas...
Algunos no aceptan que se negocie con quienes ellos ya negociaron cuando gobernaban, quizá porque no les interesa el fin de la guerra sino quién se pone las medallas.
Quizá convenga recordarles una frase de John F. Kennedy: "Jamás negociemos con miedo, pero jamás temamos negociar".
¿Se imaginan que la bomba de ayer en Madrid fuese bienaventurada porque fuese la última?
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