Dudek interpreta a Grobelaar

Rafa Benítez se pasó la semana previa a la eliminatoria asegurando que los penaltis no formaban parte de su trabajo. "No hemos preparado los penaltis", aseguró; "eso no se entrena porque es cuestión de carácter. La técnica se entrena; el carácter, no".

El carácter es condición escurridiza. No es fácil valorar la pasta de los campeones. Tampoco es fácil determinar lo que pasó anoche en Estambul. Pero los penaltis tuvieron un carácter decisivo. En el centro de la escena, como siempre ha ocurrido en este Liverpool, apareció un español. Ochotorena, el preparador de los porteros, se acercó a Dudek antes de la serie y le dio unas indicaciones precisas. A juzgar por la conducta de Dudek a partir de ese momento, Ochotorena le dijo que se comportase como un saltimbanqui. O como Grobelaar, aquel otro cancerbero del Liverpool que conquistó la última Copa de Europa, en otra tanda de penaltis, en Roma, en 1984.

Aquella noche, Grobelaar gesticuló, simuló un desmayo, saltó, amagó a los lados y sacó de quicio a los jugadores que le iban a ejecutar. Ayer, Dudek, de 33 años, flaco y de manos pequeñas, hizo lo mismo. Ya había salvado un mano a mano con Shevchenko y con el correr de los minutos su presencia se agrandó. Cuando Serginho se dispuso a lanzar el primer tiro, parecía un jugador pequeño y tembloroso. El público del Liverpool tuvo mucho que decir: miles de silbidos crearon el efecto chirriante de una gran rueda de goma patinando en una plancha de aluminio gigante. Un sonido hiriente fundió los tímpanos de los jugadores del Milan. Y Serginho lanzó alto.

Luego le tocó a Pirlo ponerse ante Dudek. Y esta vez el polaco, que dio un paso el frente, le adivinó el disparo. Flojo, a las manos. Después de consagrarse mejor portero del campeonato holandés, en el PSV, en 1990, Leo Benhaaker dijo de él que "hacía 30 años" no veía un guardameta tan bueno. Ese mismo verano, Dudek fichó por el Liverpool. A partir de ahí su carrera fue en declive. Hasta ayer.

La tensión en el estadio alcanzó su punto culminante con el fallo de Pirlo. La parada de Dudek coincidió con un desmayo en el fondo que ocupaba el Milan. Aparentemente, un hombre había sufrido un síncope. La ambulancia se abrió paso por la pista de atletismo y Cissè metió su gol mientras atendían al afectado. Luego, Tomasson y Kaká hicieron su trabajo. Cuando el Milan debió ejecutar su último penalti, la situación era tal que si fallaba perdía. Todo pendió del duelo psicológico que libraron Shevchenko y Dudek. El portero no escatimó saltos de hombre-goma. Ante él, el ucraniano tiró mal. Paró Dudek. Y Sheva se llevó las manos a la cara y rompió a llorar desconsolado, como un bebé. Mientras, Dudek corría hacia sus compañeros como un loco. Había que celebrarlo.

Dudek, hijo de minero, había vivido cuestionado toda la temporada. Ayer renació en un par de horas. Rafa Benítez, que se ha propuesto fichar a Reina este verano, le elogió: "Es un gran portero y hoy lo ha demostrado. Y no tengo más que decir: tiene dos años más de contrato". Benítez aprovechó la conferencia de prensa para desdecirse de muchas cosas. "Hemos practicado algunos", admitió, sobre el ensayo de los penaltis, con una sonrisita. Sobre la decisión de los lanzadores -Hamann, Cissé, Riise, Smicer y Gerrard- comentó lo siguiente: "Primero, he preguntado quién quería tirarlos; luego, he decidido en función de cómo tiraban y cómo estaban físicamente. Luis García se ha enfadado porque quería lanzar, pero le he puesto sexto. Carragher también quería, pero tenía un tirón".