Nadal revoluciona París
El mallorquín, que ganó al alemán Burgsmüller en su debú, afronta con ironía la enorme expectación que ha levantado
"¿Qué está ocurriendo allí?", se preguntaban algunos. Una gran aglomeración de público se había concentrado en una de las pistas secundarias de Roland Garros. Muchos esperaban en la puerta y los más afortunados se apretujaban en la pista. Rafael Nadal estaba concluyendo su último entrenamiento y, cuando intentó salir, chocó contra una auténtica avalancha de revistas, fotos y papeles en busca de su firma. Un agobio. Pero, a pesar de sus sólo 18 años, el tenista español no se asfixió: "Al contrario. Estoy muy agradecido a los aficionados por el interés que demuestran por mí. Gracias a ellos he logrado ganar muchos partidos".
Ocurrió el domingo, justamente un día antes del debú del balear en el torneo en el que más deseaba competir: la catedral de la tierra batida. Y la historia se repitió ayer. Nadal consiguió llenar la tercera cancha más importante, apodada la plaza de toros, con capacidad para 4.000 espectadores, que le animaron frente al alemán Lars Burgsmüller, 99º del mundo, al que ganó por 6-1, 7-6 (7-4) y 6-1 en una hora y 45 minutos. Con la victoria pudo templar un poco sus nervios. Ahora le espera el belga Xavier Malisse (46º).
"No fue un gran partido", explicó el mallorquín; "me doy un aprobado justillo, un 5 y por el triunfo. Pero no fue fácil para mí. Él me jugó con el saque y la volea y nunca quiso darme ritmo. Estaba más nervioso que habitualmente y eso me crea inseguridad. Pero he hablado con Carlos Moyà y me ha comentado que es normal. Me he tranquilizado. Sin embargo, no me gusta que en cada conferencia de prensa me digan que soy el favorito porque, al final, me lo acabo creyendo y me exijo demasiado . No puede ser". "Becker lo ha vuelto a afirmar", le dijo un periodista. "¿Me lo estás diciendo de nuevo?", le respondió el manacorí; "soy sólo un jugador que ha ganado los últimos partidos en tierra. Y aquí no hay grandes favoritos. Sólo lo es Federer y en el torneo de Wimbledon".
Debutar en Roland Garros se había convertido para Nadal en su objetivo más perseguido. Cuando era júnior, no acudió al torneo porque sus padres le exigían que prosiguiera sus estudios. Cuando realmente le llegó su hora, en 2003, una inoportuna lesión en un codo le dejó fuera de nuevo. En 2004 todo parecía a punto. Había obtenido ya algunos buenos resultados y el momento era el idóneo. Pero en Estoril, en abril, sufrió una lesión en el pie izquierdo, una fisura por estrés del escafoides, y se perdió no sólo la temporada de tierra batida y Roland Garros, sino también Wimbledon.
Este año, por fin, pisó las pistas de Roland Garros. Y, tras su primera victoria, se esforzó con el inglés ante los reporteros. "Me están hablando por los auriculares y no me entero", se lamentó mientras intentaba responder a la primera pregunta. "Me están diciendo que los ingleses están contentos por mi esfuerzo, pero ya no lo intento más", agregó. "¿Qué es lo que más le cuesta de nuestro idioma?", le inquirió un británico. Y contestó: "Los tiempos de los verbos no los domino mucho".
Tranquilo, contento de estar donde está, satisfecho por llevar cinco títulos este curso, entre ellos los Masters Series de Montecarlo y Roma, y por haber elevado su racha de victorias hasta 18, el quinto jugador mundial intenta no agobiarse. "¿Le gustaría celebrar su 19º cumpleaños
[el viernes 3 de junio] aquí en París?!. Y Nadal cerró con su habitual ironía: "A lo mejor estoy ya en Mallorca pescando, ¡ya ve! Pero sería una buena celebración estar en las semifinales".
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