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VISTO / OÍDO
Columna
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El desenlace

No tengo dotes de profeta. Si acaso una intuición de la que se llamaba femenina, producto de una situación de inferioridad y una escasez de conocimientos que permitían que su análisis fuese inmediato y fresco, sin malear por dogmas o por falsos datos, y que respondiesen a las situaciones dadas con pequeñas profecías exactas. Sabían qué amigo nos iba a traicionar y de qué trabajo seríamos expulsados. Un distanciamiento al estilo de Brecht: veían el escenario como público de un discurso de lógica que les llevaba al sentido común. Mi intuición femenina -o sea, mi distanciamiento de los centros de intereses, una cierta pureza- me hace suponer que el diálogo establecido así no será del Gobierno sino del Parlamento, con la excepción debida del PP, que se define como apocalíptico, o lejos de la integración; y me hace suponer también que si se llega públicamente a esta situación es porque antes ha habido bases, y algunas declaraciones de Batasuna -Otegi- lo han dado a entender así.

Pero mi inquietud profética va más allá. Me pregunto qué va a ser del PP, en particular, y de la derecha en general. La historia de la derecha, hablando de ideologías tradicionales o de burguesía acomodada, no ha sido nunca la de un partido único y militante como es el PP. Franco produjo la unidad a la fuerza para crear el partido único propio del fascismo. Después de algunos desmanes en la transición, apareció un partido de la derecha democrática, el de Suárez, formado para esa transición; sacaron a Suárez, llevaron a Fraga y éste volvió al principio del partido único: lo consiguió y sus sucesores adoptaron el fraguismo para encarar la política, a condición de que el propio Fraga se quedara en una esquina. Después de varios intentos, la derecha quedó definida otra vez como una unidad de combate; y no ha sabido salir de ahí a pesar de su pérdida en las elecciones, y de su distanciamiento cada vez mayor del PSOE a partir de sus elecciones perdidas y disfrazadas de cuento irreal. Hoy están a siete puntos y vuelven a jugar a la contra: la negociación con ETA tiene la mayoría pública, independientemente de cuál sea su resultado. Pero ellos están en la imposibilidad de aceptar: han hecho del tema su pura razón ideológica y militar. No saben escapar del destino que se han fraguado.

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