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MOTOCICLISMO | Gran Premio de Francia
Columna
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La cantera valenciana

¿Cómo consigue un chaval que todavía no ha marcado ningún punto en el campeonato terminar segundo absoluto con una carrera-cliente (con una moto no oficial), por delante de las KTM oficiales y del líder del Mundial? A bote pronto, sin pensar mucho, tenemos dos respuestas, la lógico-estadística (las carreras son así) y la patriótico-emocional (el nano es valenciano), pero el sorprendente podio de Sergio Gadea en la carrera de 125cc no debería ser motivo de extrañeza. Es cierto que el joven piloto de Puçol, subcampeón de España en 2003, no conduce ninguna moto de fábrica, pero el material del que dispone su equipo, Master Aspar Aprilia, es de primera fila. Aunque Gadea sólo lleva una temporada completa en los Mundiales (debutó en el Gran Premio de España de 2004), dio buena muestra de su talento durante la última carrera del año pasado, disputada en el circuito de Cheste, una pista que conoce muy bien, y en ésta ha salido como clara apuesta de Aspar, el jefe de su equipo. Con todo a su favor, él mismo lo decía: "Tengo claro que quien tiene que mejorar soy yo". Y las circunstancias se le pusieron ayer a tiro para demostrarlo, pero no se trata de una casualidad: Gadea es otro producto potencialmente explosivo de la fecunda cantera valenciana. Viendo correr a Héctor Barberá, Julián Miralles Jr., Nico Terol, Héctor Faubel, Ángel Rodríguez (también al bravo Alex Debón, que pertenece a una generación anterior y se bate como pocos privados por estar delante con escasos medios), habrá que preguntarse qué les dan de merendar a los chicos de Lliria, Elche, Alcoy, Altea, Dosaguas... Muchos de ellos han aprendido desde niños en la escuela de pilotos organizada en el circuito de Cheste bajo el ojo vigilante de Julián Miralles, que fue mundialista y antes campeón de Europa con Derbi en los ochenta.

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Parece que las marcas catalanas (cuando todavía las había: Derbi, Bultaco, en menor medida Montesa) encontraron durante años en la cantera valenciana su fuente nutritiva y formaron en tácita correspondencia diversas generaciones de pilotos, cada una de las cuales produciría su campeón, referencia y señuelo para la siguiente.

Para Jorge Martínez Aspar, campeón del mundo con Derbi, y sus contemporáneos Julián Miralles, Manuel Champi Herreros, Rafael Rosés, Juan Bautista Borja, el modelo a seguir siempre fue Ricardo Tormo, dos veces campeón mundial con Bultaco (1979 y 1981), a cuya sombra creció. Tormo pertenecía a la quinta de Pedro Cegarra, Enrique Escuder, los hermanos Pérez Calafat, salidos todos ellos de la tradición popular de carreras locales sobre circuitos improvisados, cuando un poder correr en un trazado permanente era todavía un sueño y una reivindicación. Los chicos de los años setenta se miraban en el espejo de pilotos como César Gracia, Ramiro Blanco, Pepe Medrano, Paco González Jr., protagonistas en el decenio anterior e hijos espirituales y deportivos del patriarca del motociclismo che, el gran Paco González Sr., que salía a correr fuera en los años cincuenta y fue tercero en la isla de Man. Y entre todos hubo un tal Pablo Gadea, de Montesa y Rondine, cuyo nieto Sergio subió ayer al podio en Le Mans. La cantera valenciana tiene solera.

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