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Reportaje:

Manuel fue a comprar tabaco en 1959 y murió como Luis en 2004

La policía identifica en Madrid a un hombre que falleció el año pasado tras suplantar durante 45 años a otra persona

Jorge A. Rodríguez

"Cariño, me voy a comprar tabaco". Manuel dijo la frase en 1959. Pasaron los días, los meses y los años. Su mujer y dos de sus tres hijos murieron. La larga ausencia les llevó a darlo por muerto. Manuel se transformó en un recuerdo. Hasta para sí mismo. Se convirtió en Luis y como Luis vivió hasta que el 15 de julio de 2004, con 80 años, una hemorragia cerebelosa acabó con su vida en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. La familia que dejó hace 46 años en Barcelona, mermada por la parca, y la que creó hace 36 en Madrid se acaban de enterar de que los engañó a todos. Las historias bizantinas es lo que tienen.

La peripecia de Manuel se puede contar del derecho y del revés. Si es del derecho, empieza en Barcelona y si es del revés comienza en Argentina, tras pasar por Granada, Zaragoza, Madrid y Canarias. Al Grupo de Desaparecidos del Cuerpo Nacional de Policía le ha costado casi un año ponerla en pie. Casi es mejor contarla desde el penúltimo capítulo, el que comenzó el 15 de julio de 2004 en la calle del Alcalde Sainz de Baranda, en Madrid. Una ambulancia del Samur recogió a un varón de unos 80 años que estaba tendido en el suelo y en coma profundo. Dos días después, murió sin que nadie preguntara por él.

Los médicos llamaron a la policía, que envió a agentes de la Brigada Provincial de Policía Científica para que le tomaran las huellas dactilares e intentaran identificarlo. Pero el hombre no figuraba. Los policías revisaron entonces el Banco Nacional de Personas Desaparecidas, en el que localizaron una denuncia presentada el 16 de julio por la hijastra de un individuo que respondía al nombre de Luis F. R., natural de Murtas (Granada). Pero el número del carné de identidad que se aportaba (42.601.603) no coincidía.

Nada coincide

La mujer con la que convivía y su hijastra lo reconocieron sin género de dudas. Y, para demostrar que era quien decían aportaron una fotocopia del DNI y copias de certificados de nacimiento, bautismo y penales, la cartilla de afiliación a la Seguridad Social y las cartillas y certificados del Ejército Español y del Tercio de la Legión. Todos figuraban a nombre del tal Luis y llevaban su fotografía. Las discordancias no hicieron más que crecer.

La Unidad de Documentación de Españoles de la Comisaría General de Extranjería y Documentación comprobó que el número del carné pertenecía a un hombre nacido en 1935 en Canarias. La huella dactilar del dedo índice era de otra persona. Entonces, ¿quién era ese hombre? La hijastra que identificó al cadáver dijo que para ellos era Luis y que Luis lo llamaban desde que, en 1969, se juntó con su madre. "¿Saben algo de su vida anterior, si tuvo familia?", le preguntó la policía. No, ni idea.

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Los policías miraron mejor los papeles aportados. El extracto de la partida de nacimiento y el certificado de penales se revelaron como manipulados. Y la fotocopia del DNI tenía la foto y los datos alterados. Con lo poquito que se pudo recuperar de los datos verdaderos de la copia del carné, la policía hizo una consulta al Centro de Proceso de Datos de El Escorial. Salieron 136 candidatos. Los agentes fueron llamando a las familias una a una.

Todos los consultados dijeron que no, que ese hombre no era familiar suyo. Tras muchos noes, llegó un sí, cuando los investigadores ya no lo esperaban.

Una familia contó que el tal Luis F. R. era un pariente suyo que emigró en 1961 a Argentina, país en el que falleció en 1979. Pero antes de dejar atrás su país, el verdadero Luis fue objeto de una estafa días antes de embarcarse para buscar fortuna en otro continente. El hombre que lo estafó y lo despeluchó, además, decidió usar su identidad de por vida. El nuevo Luis se llamaba en realidad Manuel Rozas Torres, nacido en la localidad zaragozana de Magallón el 6 de octubre de 1923. Fue Manuel el que, un día de 1959, cuando residía en Barcelona con su verdadera mujer y sus tres hijos, dijo eso de "voy a comprar tabaco". Nada más supieron de él hasta que, hace unos días, la policía localizó a uno de los descendientes del verdadero Manuel Rozas Torres y le contó la historia del tabaco.

Ni la policía, ni la familia primigenia ni la final saben qué hizo Manuel entre ese día del adios y el día que estafó al verdadero Luis, ni cuál fue su vida hasta que, a partir de 1969, la segunda familia retomó la historia de Manuel, ya convertido en un Luis hecho y derecho.

La primera familia, o lo que queda de ella (dos de los hijos y su verdadera mujer han fallecido) ha recuperado, al menos, una parte de su historia tras años de oscuridad y de preguntarse que fue de ese eslabón perdido. La segunda familia, en cambio, ha perdido dos veces a Luis, que un día desapareció como Manuel y 45 años después desapareció como Luis.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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