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Columna
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El rabo

Manuel Rivas

Un buen político puede comparecer en el Congreso, y más aún tratándose del gran debate del año, exhibiendo el rabo del perro de Alcibíades, pero nunca, nunca, el rabo de la vaca de la señora O'Leary.

De Alcibíades, político y general ateniense, emparentado con Pericles y discípulo de Sócrates, sabemos que ordenó que le cortasen el rabo a su perro en un momento en que, al parecer, las encuestas no le eran muy favorables. La estratagema funcionó durante un tiempo. Los atenienses cambiaron de conversación y dejaron de hablar de los problemas de la polis para especular sobre el famoso rabo, que se convirtió en lo que, en la técnica militar, llamaban un rabo de distracción. Alcibíades puso en marcha la rabomanía y se multiplicaron desde entonces los programas de telerabo. En un hipotético museo mundial de la propaganda y la manipulación histórica habría que dedicar una gran sala a los rabos y a los taparrabos. Hay una línea histórica que lleva del rabo del perro de Alcibíades al taparrabos meyba de Fraga en Palomares, siempre empeñado nuestro hombre en tareas históricas, como aquella de convertir una bomba atómica en un reclamo turístico.

Lo que nadie se esperaba era la exhibición del rabo de la vaca de la señora O'Leary. Este apéndice vacuno, en un momento de descontrol, fue el causante del pavoroso incendio de Chicago en octubre de 1871. Ardieron miles de edificios y dejó en cenizas un tercio de la ciudad. ¿Qué ocurrió? La señora O'Leary, como todas las noches, fue a ordeñar su vaca. Llevaba una candela que apoyó en una banqueta. La vaca hizo un extraño con el rabo, tiró la palmatoria sobre la yesca y el fuego se extendió imparable. No era intención de la señora O'Leary ni de la vaca provocar semejante catástrofe, pero hay que calcular siempre la distancia entre el rabo y el fuego. Lo mismo ocurre con los incendios semánticos. Un hombre con fama de tranquilo puede hacer, de repente, un extraño con las palabras, con un efecto ígneo en el campo del lenguaje. No sé quién le ha metido el rabo de la señora O'Leary a Mariano Rajoy en un discurso en el que sólo le faltó citar a Mefistófeles: "Todo va magníficamente mal sobre la Tierra". Por de pronto, creo que le han hecho perder ya la batalla de Galicia.

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