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Crítica:FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La gran bronca

Antonio Lorca

La noticia estuvo, sin duda, en la gran bronca recibida por Rivera Ordóñez por su actitud apática, su falta de recursos, su incapacidad manifiesta, su desconfianza y su aspecto caricaturesco de figura ante sus dos toros. Pero hubo un torero en la plaza que merece los honores del justo reconocimiento, aunque no le preceda la fama popular de su compañero.

Se llama Iván García, entró por la puerta de la sustitución ante la lesión sufrida hace unos días por Luis Miguel Encabo y demostró con creces que le sobran agallas para superar papeletas tan dificultosas como la que ayer le tocó en suerte.

Quizá sea la necesidad, quién sabe, pero la actitud de un torero es fundamental para volver del revés una tarde que se presagiaba aciaga. No fueron mejores sus toros que los de Rivera, pero los diferencia la búsqueda del triunfo a base de decisión, valor e inteligencia de un joven torero que quiere ser figura frente a la desmotivación, la desidia y la duda permanente del veterano.

Cuadri / Rivera, García, Cruz

Toros de Celestino Cuadri, bien presentados, mansos, descastados, parados y deslucidos. Rivera Ordóñez: media trasera (bronca); tres pinchazos y bajonazo (gran bronca). Iván García: bajonazo (palmas); pinchazo bajo y dos descabellos (silencio). Fernando Cruz, que confirmó la alternativa: cinco pinchazos, un descabello -aviso- y dos descabellos (silencio); media ladeada y un descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 13 de mayo, 3ª corrida de feria. Casi lleno.

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La corrida de Cuadri cosechó un estrepitoso fracaso. Bien presentados, serios, con cuajo, pero mansos de solemnidad, descastados hasta la desesperación, nulos en la embestida y, lo que es peor, todos los toros derrocharon una mala uva que no perdonaba el más mínimo error. Fracaso absoluto porque no hubo bravura ni casta ni nobleza.

Con este material se enfrentó Iván García y lo hizo con un decoro encomiable. Salió su primero con la cara por las nubes y lo recogió con eficacia y elegancia. En la muleta, el toro se lo quería comer con la mirada, pero García burló al instinto de conservación y le presentó el engaño en el mismo centro del ruedo con un arrojo respetable. No hubo faena, pero ahí quedó su voluntad, su firme decisión y, también, la necesidad de aprovechar una oportunidad de oro en esta feria. Volvió a fajarse con el segundo y se le reconoció su decoro y pundonor.

La noticia estuvo, sin duda, en el triste paso de Rivera Ordóñez por esta plaza. Por cierto, ¿quién lo apuntó a esta corrida dura cuando él, hoy, no es ningún jabato? Llegó derrotado, dio la impresión de que sus picadores salieron con la orden de muerte al enemigo; pareció que quiso justificarse con el capote, pero en ningún momento se le vio relajado, con mando en plaza. Cuando tomó la muleta en ambos toros su semblante denotaba que rogaba al cielo que pasara cuanto antes tan difícil cáliz. Con la tez demudada, sin recursos, a la defensiva, se dedicó a quitar las moscas desde lejos mientras arreciaban las palmas de tango.

Y confirmó la alternativa Fernando Cruz, que pasó auténticas fatigas con su primero. Con escasa experiencia, vio cómo el toro le ponía los pitones en la pechera y, en una de éstas, lo enganchó por la chaquetilla, lo levantó en volandas y el toro le perdonó la vida. La verdad es que el animal imponía un respeto impresionante. El chaval echó toda la casta en el sexto, de embestida violenta que lo volvió a voltear sin consecuencias. Pero no le perdió la cara ni se acobardó. Lo único que pasó es que era un toro muy difícil para un chaval nuevo poco acostumbrado a una empresa tan complicada en plaza de tanta responsabilidad. Un verdadero trago que no olvidará Fernando Cruz fácilmente.

Fernando Cruz, durante el primero de su lote correspondiente ayer en Las Ventas.
Fernando Cruz, durante el primero de su lote correspondiente ayer en Las Ventas.MANUEL ESCALERA
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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