La leyenda del hombre de hielo
Raikkonen, estereotipo del deportista talentoso pero indolente, recoge el testigo de Hakkinen
Kuala Lumpur. 23 de marzo de 2003. Rueda de prensa con Kimi Raikkonen. Acaba de adjudicarse su primer Gran Premio. Pregunta de cajón. "¿Qué siente al ganar su primera carrera en la fórmula 1?". Inesperada respuesta. "Realmente, nada". Empieza la leyenda del hombre de hielo. Es el esteretotipo del finlandés rubio, de ojos azules y mirada penetrante, imperturbable. Nada parece inmutarle. Ese carácter le ha privado de la fogosidad necesaria, en ocasiones, para exprimir sus cualidades como piloto de excepción. También le ha servido para superar momentos difíciles. Empezaron pronto, como casi todo en su fulgurante carrera deportiva.
Como Alonso, se inició en le mundo del motor de competición con los karts, cuando tenía ocho años. Su carrera es paralela a la del piloto asturiano, aunque le lleva casi dos años y en octubre cumplirá los 26. Sus caminos ya se cruzaron en 1994 en el Mundial de karts. Entonces venció Alonso. Desde hace tiempo son los principales favoritos a suceder a Michael Schumacher. Alonso continúa aventajando a Kimi, pero muchos de los mejores entendidos mantienen su fe en el piloto finlandés. Empezando por el director general de Ferrari, Jean Todt, quien hace escasas semanas se atrevió a lanzar en público que el principal futurible de la escudería italiana es Raikkonen.
El paso a la fórmula 1 del finlandés ya provocó en su día la polémica de quienes consideran que para pasar a forma parte del circo son necesarios unos pasos previos. Por entonces, en 2001, Raikkonen fue reclutado por la escudería Sauber Petronas. Pero obtuvo la superlicencia imprescindible para pilotar un F-1, sin haber pasado por ninguna de las competiciones que por entonces se consideraban de paso obligado: la F3 o la F3000. Sus siete triunfos en las diez carreras de la temporada en el cameponato británico fueron las que le permitieron obtener la superlicencia.
Nacido en Espoo, la misma ciudad de la que es originario el piloto de rallies Marcus Gronholm, buen jinete y apasionado por el snowboarding, Kimi dio un enorme salto de calidad en su carrera cuando fichó en 2002 por McLaren Mercedes. En su primera carrera con las flechas plateadas subió al tercer escalón del podio. Ya todos le señalaban como primer aspirante a desbancar a Schumi. Acabó el sexto en el Mundial de aquel año, pero un año después puso contra la espada y la pared al piloto alemán. Llegó a la última prueba con una posibilidad de adjudicarse el título. No lo consiguió. Barrichello ganó aquél Gran Premio de Japón por delante de Kimi. Schumacher, octavo en Suzuka, concluyó el Mundial con 93 puntos, sólo uno más que Raikkonen. La victoria en el trazado japonés le hubiera dado el título. Pero estaba abonado a una segunda plaza que repitió siete veces aquél. De hecho, la de ayer fue su tercera victoria en un Gran Premio después de cinco años y 73 participaciones, un pobre bagaje para un piloto tan publicitado.
El año pasado fue tan horrible para él como para McLaren. Hasta ocho carreras tuvo que abandonar por causas diferentes. Fuera de los circuitos también dio que hablar. La policía le pilló cuando conducía un camión en el que transportaba tres motos de nieve. Le cayó una multa de 30.000 euros, el equivalente al 12% del sueldo que percibía, según cálculos de la policía finlandesa.
Esta temporada las cosas tampoco acababan de salirle. Ron Dennis, el patrón de McLaren, confesaba ayer: "Soy muy mal perdedor y por momentos, después de la carrera de Imola, sentí dolor". En Imola, después de haber mejorado notablemente el rendimiento de un coche relegado al octavo y noveno puestos en las dos primeras carreras del año, tras haber conseguido la pole position, una avería en la transmisión obligó a abandonar a Raikkonen cuando lideraba la prueba. Hubo quien achacó los malos resultados a la crisis matrimonial de Kimi. La prensa finlandesa publicó que Kimi no se veía con su esposa, la modelo y ex Miss Finlandia Jenni Dahlman, desde hacía algunos meses. Antes de dar inicio la temporada, salió a la luz que, en un club de Londres, Raikkonen subió al escenario y procedió a bajarse los pantalones y a enseñar sus partes íntimas. Algo similar había sucedido unos meses antes en la playa del Inglés, en Gran Canaria, donde había viajado en compañía de un grupo de amigos.
Ayer en Montmeló, Raikkonen logró olvidar tantos sinsabores. Ganó y recogió el testigo de su compatriota, el ex campeón mundial, Mika Hakkinen, ganador en este mismo circuito hace cinco años. "Hemos estado varias veces cerca de la victoria. Por fin ha llegado. Mi salida ha sido muy buena y he apretado al máximo para conseguir una buena ventaja hasta mi primera parada para repostar. Luego, he admnistrado mi ventaja". Y concluyó, impertérrito, sin decir una palabra más alta que la otra, sin una mueca, sin cambiar de expresión, fiel a su estereotipo, el del hombre de hielo.
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