_
_
_
_
_
OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ruido

No recuerdo quién lo dijo y por lo tanto desconozco la autoridad que lo respalda: "La inteligencia es inversamente proporcional a la capacidad de soportar el ruido". En cualquier caso, acertó a definir esta razón cuya exactitud está avalada por hechos fácilmente verificables, como la incapacidad del cerebro para, en condiciones de ruido excesivo, desempeñar casi cualquier función aparte de contenerlo.

Compruébenlo en algún local de copas. Introdúzcase en la espesa masa sonora que lo llena y que inunda hasta los pulmones haciéndolos vibrar, e intente ejecutar alguna acción que requiera más coordinación que la de llevarse el cubata a la boca, o elaborar algún pensamiento más complejo que la mera reproducción de tópicos.

Para conseguirlo, su cerebro necesita primero expulsar el ruido que lo oprime dentro del cráneo y, como la tarea no resulta nada fácil dada su potente persistencia, se volverá molesto e insufrible. Puede que lo consiga si goza usted de facultades intelectuales por encima de la media, pero entonces, a la hora de comunicarse, se encontrará con la dificultad física de imponer su voz sobre el alarmante exceso de decibelios, harto superior al nivel por encima del cual es considerado nocivo por las autoridades sanitarias. Y sin embargo, estos establecimientos son abarrotados cada fin de semana por grupos de gente que no deben tener nada interesante de que hablar ni decirse, y buscan llenar su vacío mental con ruido, mientras más sólido mejor.

Esta avidez por el elevado volumen sonoro ha dado lugar a una desaforada escalada de potencia en los equipos de reproducción. Por otra parte, ya cualquier celebración, sea cual sea su naturaleza, no parece adquirir tono festivo hasta que no se engloba en una atmósfera atronadora, desde el fastidioso botellón hasta las tradicionales ferias, que se organizan como una descomunal semiesfera de estruendo infernal en cuyo seno se disponen las casetas y las atracciones. Incluso el carácter campestre de las romerías se intenta velar concienzudamente tras un escándalo impropio y artificial.

Nuestro país, que no destaca en demasiado ámbitos, sí está en los puestos de cabeza en cuanto a niveles sonoros lo que, si damos por cierta la proposición inicial, nos lleva a la conclusión de que, en consecuencia, no debemos ser muy espabilados, y nos permite explicarnos, al menos parcialmente, algunas cosas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_