Disciplinados japoneses
Esta fiesta no acabará mientras existan esos ejércitos de disciplinados japoneses que llenan nuestras plazas, se sorprenden, ríen, se asustan y se ausentan antes de que el aburrimiento les haga presa. Cientos de ellos había ayer en Las Ventas. Habría que cuidarlos porque son una garantía para el futuro. Entran en fila india, muy serios ellos; la guía los coloca en su localidad y se despide del grupo con un saludo que todos corresponden con una abierta sonrisa. La guía, que debe estar ya avezada en estas lides taurinas, prefiere organizar la cena que aguantar lo que supone será un tostón.
De momento, los japoneses aplauden a los alguacilillos cuando abandonan el ruedo. Suenan los clarines y abren sus ojos para no perder detalle.
Domínguez / Fandiño, Gil, López
Novillos de María Luisa Domínguez, justos de presentación, descastados y muy inválidos. Iván Fandiño: tres pinchazos, estocada contraria -aviso-, ocho descabellos -segundo aviso-, dos descabellos y el novillo se echa (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Caro Gil: dos pinchazos, estocada -aviso- (silencio); nueve pinchazos, casi entera baja y dos descabellos (silencio). Ismael López: estocada que asoma -aviso- y un descabello (silencio); tres pinchazos -aviso- y dos descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 1 de mayo. Segunda novillada de la miniferia de la Comunidad. Menos de media entrada.
Sale el primer novillo, muy justito de trapío, encogido y con un extraño bulto en el lado izquierdo de la barriga. El animal se pone de perfil, aguantó la vergüenza a pesar de que todo el mundo lo miraba, y comenzó a hacer sus necesidades en abundancia. Nadie explicó a los turistas que tal trance escatológico no estaba en el guión. Era un animal enfermo, sin duda, que no se recuperó durante la lidia y murió masacrado por la impericia de su matador con el verduguillo. No hace falta imaginar la cara de espanto de los japoneses.
El segundo de la tarde derribó al caballo con estrépito y los turistas aplaudían al toro con ardor. El novillero Caro Gil, en un gesto insólito, tiró del rabo al novillo cuando recibía un segundo picotazo mientras los japoneses aplaudían. Se lo pasaron en grande cuando el tercero dio una vuelta de campana a la salida del piquero, pero el momento cumbre del divertimento ocurrió en ese mismo toro cuando un banderillero volvió a recoger del suelo las banderillas que él mismo había sido incapaz de dejar clavadas. Mientras la gente cantaba "una, dos, tres" los japoneses reían y aplaudían.
Habría que investigar lo que contaron después a la guía o si algún entendido le pidió el importe de la entrada por flagrante fraude. Porque no fue novillada lo que se celebró, sino una charlotada de novilletes inválidos que daban auténtica pena al pensar lo mucho que ha significado esta ganadería -los premios son incontables-, y el momento tan extremadamente preocupante que padece en la actualidad.
Iván Fandiño dio un mitin a la hora de matar a sus dos novillos. Su incapacidad fue tanta en el primero que los japoneses se tapaban los ojos para no ver el lamentable espectáculo. Parece que tiene maneras el novillero y que se mueve con soltura, pero poco pudo demostrar ante un lote imposible, enfermo el primero y absolutamente inválido el segundo.
Tampoco Caro Gil tuvo ocasión de brillar a pesar de su experiencia; no en vano ésta es su cuarta temporada como novillero con caballos. Demostró decisión con el capote, y a sus dos novillos los recibió con lances a la verónica acelerados y arqueando en demasía la figura. El mismo defecto acusó cuando intentó torear por redondos a su primero, inválido también, y consiguió alguno de cierto mérito. Nada pudo hacer ante el quinto, que no se derrumbó en el caballo, pero llegó al tercio final andarín, con la cara alta y rajado. Un calvario sufrió a la hora de matar y se lo recriminaron con razón.
Cuando todo parecía perdido, López, inédito en su primero, muleteó con galanura y empaque al sexto, el único que aguantó en pie. Para entonces, ya no había japoneses en la plaza.
Babelia
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