Ronaldo y Guti alargan la Liga
Dos goles del brasileño a pases del centrocampista permiten al Madrid superar a la Real y mantener sus esperanzas
Sería por las bajas, por el estrés, por la maldición de Anoeta o porque tocaba la bola negra en la lotería blanca en la que ha convertido su mano a desmano con el Barcelona. Más que factores externos, al Real Madrid le afectaba la vulgaridad, esa imagen de futbolistas laborables que tan bien ejemplifican tipos como Beckham o Gravesen y que penden del hilo de la melancolía de Raúl o las intermitencias de futbolistas tan imprevisibles, teresianos se podría decir (por lo de estar como ausentes), como Owen o Ronaldo. Sería por eso o porque la Real, fiel a la costumbre, con los deberes hechos, le puso al partido un ritmo insuperable para el Madrid que le suponía un constante dominio del balón y un permanente juego en el terreno del conjunto madridista. Bien abierto por los costados, el equipo donostiarra encontró en Barkero, especialmente, el asistente necesario no para Kovacevic sino para Karpin, que llegando desde atrás reivindicaba su segunda o tercera juventud. Casillas, otra vez Casillas, metió el tobillo para despejar un remate casi a bocajarro del jugador ruso que minutos más tarde disparó contra el larguero (aunque el árbitro había invalidado la jugada).
REAL SOCIEDAD 0 - REAL MADRID 2
Real Sociedad: Riesgo; Zubiaurre, Labaka, Brechet, Garrido (Rosato, m. 85); Mikel Alonso, Aranburu; Uranga (Gabilondo, m. 80), Karpin, Barkero; y Kovacevic.
Real Madrid: Casillas; Celades, Helguera, Pavón, Roberto Carlos; Beckham, Gravesen (Mejías, m. 75), Solari (Guti, m. 60); Raúl; Owen (Borja, m. 85) y Ronaldo.
Goles: 0-1. M. 84. Guti pasa en profundidad por el centro de la defensa realista sobre Ronaldo, que amaga ante la salida de Riesgo y marca. 0-2. M. 91. Ronaldo taconea un balón que se pasea por la línea de meta tras un centro de Guti.
Árbitro: Turienzo Álvarez. Enseñó cartulina amarilla a Beckham, Gravesen, Barkero y Borja.
Unos 30.000 espectadores en Anoeta.
El Madrid vive a impulsos y sobrevive con sobresaltos de adrenalina. Que ya no quiere el balón, o que no lo ansía, no es noticia, porque confía única y exclusivamente en su pegada, un asunto que requiere como premisa previa alcanzar el área rival. Y el Madrid no la alcanzó en toda la primera mitad, en la que sólo apuntó un mal tiro de Beckham a cambio de múltiples llegadas de la Real Sociedad.
¿Era una crónica de ausencias en el Madrid? ¿Que si Zidane, por su imaginación? ¿Que si Salgado, por su espíritu racial? Era el Madrid actual especialmente afectado ayer en su línea de creación confiada a dos futbolistas medianos en esa tarea. Ni Beckham es un medio centro (por más que sus facultades físicas le permitan comerse el campo) ni Gravesen es un líder natural. Entre ambos se coló Mikel Alonso y les robó la cena. Y así poquito a poco, a base de vulgaridad, el Madrid se fue metiendo en su área, alargándose más y sintiendo que el partido no era suyo. La Real, más que peligro, daba miedo. Ocasiones creó las justas, siempre con la gente de la segunda línea, visto el encadenamiento de Kovacevic al que le sometieron Helguera y Pavón, pero de su actitud y de su juego se deducía el dominio de la situación. Los jugadores de la Real funcionan al revés que el club: a mayor dificultad, mayor concentración. Apelando a la cantera ha encontrado la piedra filosofal que había extraviado.
El Madrid sigue a lo suyo con o sin sus figuras. Luxemburgo quiso retomar el rumbo dando entrada a Guti a cambio de Solari (tenía mucho donde elegir y decidió lo fácil) para buscar un trasiego más razonable del balón. Pero el problema estaba instalado en el alma del equipo. Ronaldo no fue capaz de solventar un mano a mano con Riesgo y Helguera fue el encargado de rematar con máximo peligro un libre indirecto que se fue fuera. El Madrid tocó la heroica en el último cuarto, cuando la Real más contemporizaba con el partido. Tardó demasiado pero acabó encontrando a Ronaldo, bien es verdad que ayudado por la inexperiencia de Zubiaurre, que tanto se enceló con su par que acabó por matar un fuera de juego de libro. El brasileño hizo lo que acostumbra: controlar, correr, regatear al portero y marcar. Fue un pase de Guti, un futbolista acostumbrado a interpretar el fútbol en sentido positivo, por encima de los asuntos metalúrgicos.
A la Real le pudo la tranquilidad, el saberse feliz visto lo sufrido esta temporada, y la mala noche de Kovacevic y la inexperiencia de Uranga, pero sobre todo su tranquilidad en la segunda parte. A partir de ahí creció el Madrid, ausente tres cuartas parte del partido, pero presente cuando hizo falta para mantener el pulso de la Liga. Tres tiros a puerta y dos goles acreditan cualquier balance de rentabilidad. Y si todos los realiza Ronaldo significa que tiene un buen agente de bolsa. Hasta marca de tacón y desde el suelo, pero, eso sí, siempre con Guti de por medio, como mejor consejero. La Liga sigue viva, a espasmos del Madrid y de Ronaldo.
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