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Se derrumba la red policial impuesta por Siria en Líbano

El jefe del espionaje vuelve a Damasco y cesa el responsable policial

El temido aparato policial impuesto por el régimen sirio en Líbano durante cerca de tres décadas se ha venido abajo. La salida ayer del país del jefe del espionaje sirio y el cierre de su cuartel general provocaron la caída automática de uno de sus más leales lacayos, el jefe de policía del Gobierno libanés, que, fagocitado por los acontecimientos, se vio obligado a dimitir. La revolución de los cedros lograba así en pocas horas su segundo y quizá más importante triunfo tras la salida el domingo de los últimos militares sirios: el fin del aparato policial dirigido desde Damasco.

El hasta hace poco todopoderoso general Rustom Ghazale, jefe de los servicios secretos militares sirios en Líbano, regresó ayer a su país tras abandonar el cuartel general que el espionaje de Damasco estableció hace 29 años en Anjar, en el corazón del valle de la Bekaa. La salida del mando policial sirio supone el cumplimiento de uno de los requisitos fundamentales recogidos en la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, adoptada en septiembre, y en la que se ordena a Siria sacar a sus soldados de Líbano y desarticular la red policial creada en el país vecino. Tras los últimos movimientos, sólo queda por partir un pequeño contingente de militares sirios que participará hoy en una ceremonia oficial de despedida.

El general Ghazale abandonó al mediodía Líbano acompañado de un séquito de al menos medio centenar de vehículos civiles. Pocas horas antes, sus colaboradores habían abandonado el cuartel general de los servicios secretos establecido en Anjar, desde donde se controlaba todo Líbano, y entregado las llaves de las oficinas a funcionarios llegados desde Beirut. Éste fue ocupado de inmediato por militares libaneses, que fueron recibidos con flores por los manifestantes.

La salida del mando policial sirio provocó la desintegración instantánea del aparato policial libanés, hasta ahora leal y subordinado a Siria. Su jefe supremo, el general Jamil Sayyed, presentó su dimisión, que fue rápidamente aceptada por el presidente libanés, Emile Lahoud.

La revolución de los Cedros, que nació de forma espontánea el 14 de febrero tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, conseguía así una nueva victoria. Amplios sectores de la oposición, que han acusado a agentes sirios y a colaboracionistas libaneses de estar implicados en la muerte de Hariri, recibían la noticia con alegría. Pero sobre todo con satisfacción, ya que la cadena de dimisiones suponen la depuración de su policía y la garantía de que el primer ministro libanés, Nagib Mikati, está dispuesto a jugar limpio. Mikati se había comprometido, incluso antes de ser nombrado, a acelerar los cambios entre los mandos policiales prosirios, obligándoles a dimitir.

El desmoronamiento de todo este aparato policial se produce en vísperas de la llegada a Líbano de una comisión internacional, dirigida por Naciones Unidas, que estará encargada de averiguar toda la verdad sobre el asesinato de Hariri. La llegada de los emisarios tendrá como primer objetivo ponerse en contacto con las autoridades de Beirut y establecer un plan de trabajo, así como fijar sus prerrogativas.

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Miles de desaparecidos

En medios políticos se asegura que la investigación propiamente dicha no dará comienzo antes de dos meses, presumiblemente para no interferir con la campaña de las próximas elecciones legislativas, previstas para mayo y que deben recoger el cambio de opinión que se vive en el país.

La desarticulación de la red policial creada por los sirios en Líbano y el cese de sus leales servidores libaneses permitirá reabrir una de las páginas más dolorosas y sangrientas de la vida política de este país: la desaparición de millares de ciudadanos, especialmente durante los 15 años de guerra civil.

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos libaneses, refugio de familiares desesperados, han empezado a movilizarse. Se preparan para dar una batalla legal y política, con la que intentarán averiguar el paradero de los "desaparecidos". Muchos de los protagonistas de esta batalla creen que los "desaparecidos" se encuentran en realidad confinados en prisiones "secretas" en Siria.

Manifestantes reciben con flores a los soldados que ocuparon la sede de los servicios secretos sirios.
Manifestantes reciben con flores a los soldados que ocuparon la sede de los servicios secretos sirios.REUTERS

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