"Esto se calmará cuando perdamos"
El entrenador de Nadal rebaja la euforia mientras todos piensan ya en Roland Garros
"¡Está duro el chaval este!", dijo Juan Carlos Ferrero a los periodistas, con una media sonrisa, tras encajar el enésimo golpe ganador de Rafa Nadal. Se disputaba el segundo set, el valenciano mandaba 1-3 tras perder el primero, pero parecía mantener casi intactas las esperanzas de hacer algo bueno en la final.
A Nadal se le notaba un poco cansado, Ferrero le hacía correr, pero...el nuevo fenómeno del tenis español llegaba a todo para acabar anotándose los puntos decisivos. "Que falle alguna ¿no?", exclamó Ferrero, de nuevo hacia los periodistas, como buscando un gesto o una palabra de complicidad. El partido se había ido ya al tercer set y Nadal, que acababa de cometer uno de los pocos errores que se le vieron, se anotaría a la postre un juego que pareció eterno y decisivo (4-1). Ni siquiera entonces, se sintió ganador el mallorquín. "No me he visto vencedor hasta el final", confesó, sonriente, en la sala de prensa. Rodeado de una corte de guardas de seguridad, había llegado hasta allí, después de que Ferrero le ayudara a levantar el pesado trofeo que le entregó la infanta Cristina y de librar con él una batalla de cava casi tan dura como la final.
Porque si en algo coincidieron los entendidos del tenis es en que la superioridad que refleja el marcador no fue tal. "Es totalmente engañoso", señaló Jordi Arrese, uno de los capitanes del G-2. "Ha sido un partido durísimo, jugado de poder a poder". "Veía a Rafa más cansado y pensaba que iba a pinchar, pero, en los momentos importantes, ha sacado bien y ha aguantado los peloteos largos", abundó Juan Avendaño, el otro componente del G-2. "Nadal está jugando de forma excepcional; cuando esté así, será muy difícil ganarle, suerte que todos tienen altos y bajos...", admitió Antonio Martinez, entrenador de Ferrero.
Eso mismo dijo Toni Nadal, tío y entrenador del nuevo fenómeno, el hombre que lo ha conducido hasta el séptimo lugar del ránking de la ATP, el mismo que le ha inculcado un pragmatismo inusual en el deporte de élite. "Todo esto está muy bien y estamos muy satisfechos", decía el entrenador, sin denotar euforia, en la casa club del Tenis Barcelona: "Al fin y al cabo, Rafa sólo es el séptimo del mundo pasando pelotas por encima de la red. Los que las salvan no son tan valorados".
Hablaba así, sorprendido por la nadalmanía que se ha desatado, por la euforia y desmesura que rodea a todo lo que hace su sobrino, pero con la esperanza, seguramente vana, de que se desinfle. "La cosa se calmará cuando perdamos y eso sucederá porque Rafa no es Federer", argumentaba.
Pero será difícil. Ahora que Nadal ya ha cosechado más puntos de los que habían previsto para todo el curso (800 frente a los 600 previstos), han redefinido objetivos y ya buscan entrar en el Masters. Y mientras Rafa digiere su nueva posición de tenista español mejor clasificado, ya casi todos los sitúan como claro candidato a Roland Garros. Su tío no: "Por delante de él, están Federer, Ferrero, Gaudio, Moyà...".
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