Los pontífices de la 'cuestión romana'
La pérdida de los Estados Pontificios encerró a Pío IX y a varios de sus sucesores en el Vaticano
El denominador de los cónclaves entre 1846 (elección de Pío IX) y 1922 (elección de Pío XII) es que transcurren en el entorno de la llamada cuestión romana -el contencioso de los Estados Pontificios con el naciente Estado italiano, con el Papa a modo de prisionero en el Vaticano-. El movimiento que en 1870 logró la reunificación de Italia y la creación de un Estado propio es llamado Risorgimento italiano, cuyos orígenes se sitúan en los últimos años de la primera mitad del siglo XIX, los años de la elección del cardenal Mastai, que rigió la Iglesia entre 1846 y 1878 y fue el último señor temporal de los Estados Pontificios. El período concluye con la elección de Achille Ratti, cardenal arzobispo de Milán, elegido en 1922. Tomó el nombre de Pío XI y en 1929 firmó con el Estado italiano los Pactos de Letrán, el acuerdo de reconciliación entre el Vaticano e Italia.
El 1 de junio de 1846 fallece Gregorio XVI. Tras los funerales y demás ritos, transcurrido tan sólo el primer día de votaciones, fue elegido Papa el joven arzobispo de Imola, cardenal Giovanni Maria Mastai Feretti, que tomó el nombre de Pío IX. Tenía 54 años, procedía de una familia noble y era cardenal desde 1840. Se impuso fácilmente a la alternativa continuista del cardenal Luigi Lambruschini y le precedía una quizás indebida fama de liberal. Se pensó en él para encontrar alguna fórmula de acuerdo y de consenso con el naciente movimiento del Risorgimento. Pronto esas expectativas se esfumaron. En 1848, el Papa, ante el acoso en Roma de los insurgentes, se refugia en Gaeta, y se endurecen las posiciones. Beato desde septiembre de 2000, protagonizó el pontificado más largo de la historia -cerca de 32 años- y uno de los más difíciles y hasta dramáticos.
Tras la excepcionalidad, en tantos sentidos, del pontificado de Pío IX, la Iglesia se encontró tras su muerte -7 de febrero de 1878- con una situación delicadísima. Desde septiembre de 1870, el Papa era prisionero en el Vaticano. Tan difícil era el momento que negras sombras planearon sobre el mismo entierro de Pío IX y hasta se consideró muy en serio la posibilidad de celebrar el Cónclave fuera del Vaticano a causa de la llamada interferencia romana.
En este estado de cosas, la elección ofrecía dificultades añadidas. Tras los 32 años de pontificado de Pío IX, ¿convendría un papado de transición? ¿Quién era la persona adecuada? Además, el Gobierno francés amenazó con un veto o "exclusiva" contra el cardenal Bilio. En ese contexto, el cardenal curial Calenzio, gran elector del Cónclave de febrero de 1878, diseña el perfil posible: un cardenal de más de 65 años, de santidad de vida, inteligente, diplomático y del agrado de todos. Su mirada se dirigió hacia el camarlengo del Colegio Cardenalicio, Vicenzo Gioachimo Pecci, de 68 años, latinista y poeta. El 20 de febrero de 1878, en el segundo escrutinio, Pecci obtiene 44 votos de los 64 cardenales votantes. El Colegio Cardenalicio tenía entonces 70 miembros.
Según el historiador Alberto Melloni, en el libro El Cónclave, el candidato alternativo fue el cardenal Martinelli. La elección de León XIII, cuyo papado de transición duró más de 25 años,fue comunicada a los distintos jefes de Estado, excepto al de Italia.
El veto austriaco
El 20 de julio de 1903 fallece a los 93 años León XIII, el Papa de la doctrina social de la Iglesia. Su tercer y último secretario de Estado, el cardenal italiano Mariano Rampolla del Tindaro, era el gran favorito para la sucesión. Sin embargo, meses antes el Gobierno austriaco había dejado caer la posibilidad de vetarlo por su política profrancesa. El veto -el último veto del poder civil- llegó en los albores del Cónclave de labios del arzobispo de Viena, cardenal Kopp, en conversación con el propio Rampolla y, en el Cónclave, por comunicación del arzobispo de Cracovia, cardenal Punyza. Con todo, en las dos primeras votaciones Rampolla fue el más votado.
El Cónclave discurrió entre el 31 de julio y el 4 de agosto de 1903 y pronto surge la figura de un antiguo cura rural en el norte de Italia, anterior obispo de Mantua y desde 1893 patriarca de Venecia, con fama de hombre piadoso y sencillo. Su nombre, Giuseppe Sarto. Cinco votos, según Melloni, avalan sus posibilidades en la primera votación; diez en la segunda y, tras resistirse a la elección, en el segundo escrutinio del 4 agosto, obtiene 50 votos. Es elegido y toma el nombre de Pío X, canonizado en 1954. Al ser elegido tenía 59 años. Su secretario de Estado fue el cardenal español Rafael Merry del Val.
Pío X muere en agosto de 1914, en los albores de la primera guerra mundial. El diálogo en el interior de la Iglesia y la postura y posible mediación de la Iglesia ante la guerra son las dos realidades a las que se enfrentan los cardenales del Cónclave de aquel verano de 1914.
"Un Cónclave es siempre un enigma", dijo días antes de las votaciones el arzobispo de Bolonia, cardenal Giacomo della Chiesa, uno de los favoritos. Genovés de 60 años, era arzobispo de Bolonia desde 1907 y cardenal tan sólo desde marzo de ese mismo año de 1914. Había servido en el cuerpo diplomático de la Santa Sede, entre otros destinos, en Madrid, y fue Sustituto de la Secretaría de Estado con Rampolla del Tindaro. Los otros papables eran el arzobispo de Pisa, cardenal Maffi, y el de Turín, cardenal Serafini, por quien se inclinaba Della Chiesa. Contaba también Mery del Val.
En la décima votación, el 3 de septiembre de 194, con 38 votos, frente a 18 de Sefarini, es elegido Papa Della Chiesa, que toma el nombre de Benedicto XV. Se propone, entre otras cosas, solventar la pendiente cuestión romana. Por ello, es coronado en la Capilla Sixtina y no en la Basílica de San Pedro.
En la Basílica Vaticana
La cuestión romana está a punto de solventarse. El prelado que sucedió en 1922 a Benedicto XV, el Papa del Código de Derecho Canónico, saldría ya a saludar a los fieles el día de su elección desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, tras años sin poder practicar este rito. Fue Pío XI, que firmó el 11 de febrero de 1929 los Pactos de Letrán, que suponen el final de la cuestión romana y la "conciliación" entre el Vaticano e Italia, que se plasma hasta en una calle: la Vía della Conciliazione, entre el Castillo del Santo Ángel y la Basílica de San Pedro.
Benedicto XV muere el 22 de enero de 1922. El 2 de febrero siguiente ya tiene sucesor en la persona de un supuestamente frío e intelectual eclesiástico, de carrera diplomática y de estudios y especialización en archivos y bibliotecas: Achille Ratti, nacido en 1857, cardenal arzobispo de Milán desde 1921. Con 42 votos de 53 purpurados presentes -los americanos llegaron tarde a Roma, por problemas en el barco en que viajaban y no pudieron entrar en el Cónclave-, fue elegido Papa el 6 de marzo de marzo de 1922. Tomó el nombre de Pío XI. Fue el Papa del final de la cuestión romana, de la Acción Católica, de las misiones, de Radio Vaticana, de las condenas al comunismo, al nazismo y al fascismo, un gran Papa que rigió la Iglesia durante 17 difíciles años entre guerras. Los otros papabili aquel marzo de 1922 fueron el español Merry del Val, el patriarca de Venecia, La Fontaine, y, de nuevo, el arzobispo de Pisa, Maffi. El finalmente elegido, Ratti, comenzó las votaciones con sólo 5 votos.
Jesús de las Heras Muela es director de la revista Ecclesia
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