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Pureza y promiscuidad de la imagen

LA TESIS de que la cultura actual es una cultura dominada por la imagen se ha convertido en un tedioso lugar común al que sólo vale la pena citar de nuevo si el motivo es un libro como el de Javier Panera, que interroga ese lugar común con la intención de ofrecer posibilidades inéditas de esclarecimiento del mismo. Aufklärung, iluminación, esclarecimiento o claridad: da igual. Lo importante es que la apuesta de Panera es clara: la fotografía ofrece una clave excepcional de interpretación del campo abierto a "la circulación promiscua de la imagen" por el desplome de las fronteras que separaban entre sí a la pintura, la fotografía y a la imagen en movimiento. Y lo importante es advertir también que la fotografía que puede servir de medio de interpretación porque ella misma es tan compleja y heterogénea como el campo imaginario en el que ahora está inmersa. De allí que el papel que cumple en las páginas de este libro no sea tanto el de hilo de Ariadna que nos guía en el laberinto del imaginario contemporáneo como el de modelo de análisis del régimen de intercambios y permutaciones bajo el que ahora se entremezclan la pintura, la fotografía y la imagen en movimiento.

Aquí está en juego una cierta promiscuidad de la fotografía que Panera explora contrastándola con los modelos de pureza fotográficos acuñados por la estética moderna tomando como punto de partida la obra de fotógrafos tan emblemáticos como Alfred Stieglitz, Robert Capa o Cartier-Bresson. La fotografía actual se apartaría de esos modelos en aspectos cruciales tanto desde el punto de vista operativo como desde el punto de vista de la fundamentación de las diferencias que dichos modelos establecían entre la fotografía y el resto de las artes visuales. Esos aspectos se resumían en el carácter documental y a la vez espontáneo de una fotografía que daba cuenta del mundo o de los acontecimientos del mundo tal y como ellos se manifestaban en el objetivo de la cámara. Espontaneidad del acontecimiento y espontaneidad del fotógrafo, que se consideraba un cazador perpetuamente al acecho de ese "momento decisivo" que, según Cartier-Bresson, consiste en las fracciones de segundo en las que el fotógrafo capta el meollo del acontecimiento o el nudo de su desenlace irrepetible.

Frente a esta espontaneidad y esta desnudez adánica de la mirada, la fotografía contemporánea consagra el artificio y la premeditación, tal y como lo ilustran los ejemplos citados en este libro de Hocine y Oliverio Toscani o de Jeff Wall y Marina Abramovic. Todos ellos ponen en juego en sus trabajos estereotipos de la representación establecidos de antemano por la pintura, ya sea porque lo deciden conscientemente o porque esos estereotipos se han incorporado al "inconsciente óptico" de nuestra época y desde allí se imponen con fuerza a la mirada del fotógrafo, que aunque cree estar captando con toda naturalidad una imagen, en realidad la está sometiendo en su encuadre, iluminación y composición a paradigmas pictóricos. Así le ocurrió a Hocine, cuya instantánea de una mujer argelina llorando sin consuelo se convirtió involuntariamente en La madona argelina por efecto de su evidente semejanza con las madonas características de la pintura renacentista y barroca.

Panera dedica una parte muy importante de su obra al análisis de los fotógrafos que, de acuerdo con una indicación expresa de Jeff Wall, recuperan los géneros como retrato, paisaje y naturaleza muerta. En su lista figuran Jean-Marc Bustamante, Hannah Collins, Alex Hütte, Cándida Hofer, Carmela García, Andreas Gursky, Rosemary Laing, Philip-Lorca di Corcia, Vik Muniz o Alexander Timstshenko, entre otros. La lista resulta, sin embargo, problemática y no tanto porque falten nombres -que faltan-, sino porque al estar referida exclusivamente a los géneros pictóricos puede oscurecer el hecho de que los artistas incluidos en ella estén tan empeñados en renovar dichos géneros como en suscitar de nuevo cuestiones que como las composiciones alegóricas, la oposición entre lo bello y lo sublime, la exaltación romántica o la desesperación expresionista tengan un lugar privilegiado en la historia de la pintura.

La otra gran línea de investigación de Panera toma cuerpo en sus análisis de los artistas que, con la imagen fija, intentan, sin embargo, acometer problemas como la narración o representación codificada de acciones cuya solución parecía reservada hasta hace muy poco al teatro y al cine o más recientemente al vídeo. El examen de esas tentativas fotográficas o posfotográficas le permite además hacer calas en el impacto que lo pictórico, más que la pintura en sentido estricto, ha tenido igualmente en el cine y en el vídeo. Y, aunque Panera no lo haya escrito, también en el teatro.

Emociones formales. Reflexiones sobre el inconsciente óptico en la fotografía contemporánea. F. Javier Panera. Junta de Castilla y León. Salamanca, 2005. 253 páginas. 21 euros.

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