Tomaz Pandur muestra en el CDN su infierno de "pasión, dolor, color y miedo"
El dramaturgo y director esloveno prepara su adaptación de la obra de Dante en Madrid
A Tomaz Pandur, director esloveno de 41 años, la crítica internacional le otorga haber encontrado un nuevo lenguaje escénico. Ahora llega a España para mostrarlo con su aclamada y turbadora visión del dantesco Infierno (El libro del alma), con la que ha impactado en varios países. La producción, del Centro Dramático Nacional, adaptada por Luis García Montero, cuenta con actores españoles, entre los que destacan Charo López, Asier Etxeandia y Roberto Enríquez, después de que el director barajase 2.000 seleccionados. Fue fácil: "Enseguida encontré el reparto ideal", señala.
"La pérdida de mi país ha sido mi mayor influencia", asegura Pandur
Se trata de la primera parte de su trilogía La divina comedia que ha puesto en pie en varias ocasiones. El montaje es una inmersión, a modo de viaje iniciático, que Pandur hace a lo más profundo y recóndito del ser humano. Se estrenará en el teatro María Guerrero el 19 de mayo y el director y dramaturgo lo define así: "El Infierno español tendrá pasión, dolor, color y un poquito de amor, cosas que se mezclan íntimamente con el miedo, como principio que gobierna nuestra civilización".
Le gusta definirse como yugoslavo. Nació en Eslovenia. Allí se graduó en la Academia de Teatro, Cine y Televisión de Ljubljana y dirigió el Teatro Nacional de Maribor, su ciudad natal, de 1989 a 1996. Actualmente reside en Madrid. Antes en Nueva York, Hamburgo, México "o la ciudad en la que trabaje". En todas ha sido aclamado como un nuevo dios de la escena. Confiesa que le produce un morbo "casi sexual" saber que va a trabajar en España, donde es un absoluto desconocido: "Es como empezar de nuevo, quiero que todo sea inocente, que no haya estereotipos, ni prejuicios", señala el director que está en Madrid por una conjunción de casualidades que se iniciaron con el coreógrafo Nacho Duato, que no entendía cómo Pandur no había estado en España, y culminaron con la invitación de Gerardo Vera, director del CDN.
Infierno, junto a Purgatorio o Anatomía de la melancolía y Paradiso o Lux representan para Pandur las sedes del alma humana. "No son lugares, sino estados de la mente, cuando descubres tu infierno particular ves que cada día pasas varias veces por los tres estados", sostiene Pandur, del que se dice que logra una inusitada armonía entre arte y artesanía, entre ilusión y raciocinio, entre improvisación y perfección.
Como en todos sus montajes, en Infierno ha partido de un texto (el de Dante Alighieri y el Dantes Divinus, de Nenad Prokic) que luego deconstruye para llegar a otras imágenes literarias. En esta ocasión incluso de Antonin Artaud. "También me he inspirado en libros egipcios, tibetanos, en El libro de la muerte, en textos mitológicos griegos, en todo lo que descubre mundos subterráneos".
Entre sus espectáculos más sonoros están Carmen, Hamlet, Fausto, Scherezade, El silencio de los Balcanes, Bab
ylon o Russian Mission. Cien minutos, su último montaje sobre Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, y su definitiva consagración como el gran renovador de la escena europea.
En el origen del fenómeno Pandur está un adolescente que con 16 años y una pasión por el arte, por el Renacimiento italiano y por el manierismo del siglo XVI no paraba de montar textos europeos expresionistas, tragedias clásicas y obras de Kafka en sótanos y desvanes.
Luego llegaron sus viajes a Asia. La consecuencia: fusiona a los clásicos con el kabuki, al teatro ruso con la danza balinesa, el romanticismo tardío con tradiciones milenarias. De esos encuentros entre opuestos emergieron, como de una caja de Pandora, sus imágenes inquietantes, casi terroríficas, misteriosas, de una estética que mezcla Oriente y Occidente. "Es una fusión de lo que está disponible y desde luego busco permanentemente el encuentro entre opuestos", señala Pandur para el que sus fuentes de inspiración se encuentran en todo lo que pasa ante sus ojos: "Ahora mismo estamos viviendo el ritual más perfecto que pueda ver nuestra generación", añade en referencia a los funerales de Juan Pablo II. "Sólo hay que abrir los ojos, y si ayudamos a que una sola persona del público los abra, habré cumplido con mi misión", y añade, "los tiempos presentes son perfectos para hablar del infierno; porque el infierno somos nosotros", concluye muy antisartriano.
No pestañea a la hora de afirmar que probablemente es el único que cree en el poder del teatro: "Creo en él de manera sagrada y toda mi obra es el arquetipo de un ritual".
Por encima de todas sus influencias está Yugoslavia, algo que reconoce que afecta a toda su carrera, a toda su vida. Fue precisamente al reflexionar sobre qué quedará después del infierno que decidió volver a La divina comedia (que ya había montado en la ex Yugoslavia) en colaboración con bosnios, serbios, croatas, eslovenos. Como ha hecho en Madrid, donde ha trabajado con el músico bosnio Goran Bregovic -compositor de bandas sonoras para Emir Kusturica y Patrice Chéreau-, la dramaturga eslovena Livia Pandur, el escenógrafo croata con nacionalidad austriaca Sven Jonke, la figurinista serbia Angelina Atlagic o los videoartistas Dragan Milusnic, serbio, y el croata Zeljko Serdarevic.
"La pérdida de mi país ha sido mi mayor influencia; es como si te acuestas en una lujosa y amplia cama y amaneces en una cuna; un país con nombre nuevo, nuevas leyes, nueva identidad, donde me decían qué tenía que amar y qué odiar, con un código nuevo de valores culturales, lingüísticos, religiosos..., de ahí que me haya convertido en un ciudadano del mundo, aunque suene patético".
Es en el teatro donde Pandur está creando un mundo paralelo: "Un mundo en el que creer y ser felices", dice este hombre que se siente fascinado en Madrid por la profusión de ángeles que hay en sus azoteas y tejados y por ser la única ciudad del mundo que tiene una estatua al ángel caído, que visitó nada más llegar.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.