La carga del general Ronaldo
El brasileño, muy motivado, acaba con la sequía goleadora que sufría desde el 5 de marzo
Esto no es el calcio. La Liga española se fabrica con goles. Los partidos se ganan con artillería pesada. Los campeones no se imponen por defenderse, sino por pegar. Al cabo de la primera parte del partido, los números hablaban de una diferencia. El Madrid había hecho tres remates: tres goles; el Barça había lazando ocho disparos: un gol. La balanza se inclinó a favor de los locales y el principal responsable fue Ronaldo, que salió al campo como un general. Asociado a Zidane y, en menor medida, a Beckham, el delantero brasileño metió al Barça en su red con un gol y un pase de gol. El tercero del Madrid lo hizo Raúl, que, como Ronaldo, puso fin a su sequía, desde el 5 de marzo en Mestalla, el día del clásico. El capitán gritó el tanto gracias a un centro de Roberto Carlos, a quien corrió a abrazar. Como dijo Helguera hace unos días: "Lo que más ha perjudicado a Raúl es la falta de bandas porque siempre se ha caracterizado por llegar desde atrás". Ayer, precisamente, el Madrid recuperó las bandas con Roberto Carlos y Beckham.
Ronaldo es de esos hombres que moldean su destino. Para eso es un maestro. La visita del Barcelona le tenía preocupado y sus compañeros percibían su tensión en los entrenamientos. Owen dijo: "Ronaldo será la estrella del clásico". Y Pavón fue más allá: "Ronie es como los vampiros. Necesita hacer goles como chupar sangre". Si por lo común Ronaldo necesita goles, ayer los necesitaba más que nunca. Enfrente tenía a Ronaldinho, un jugador que le disputa el trono del fútbol brasileño.
Hay que ver los entrenamientos del Madrid para comprobar la afinidad que existe entre dos hombres que fuera del campo no pueden llevar vidas más antagónicas, Zidane y Ronaldo. El francés se siente fascinado por la figura de Ronaldo, al que sigue constantemente. Si Ronaldo bromea, Zidane se ríe. Si Ronaldo se ata las botas, Zidane mira cómo. Si Ronaldo se desmarca, Zidane le da la pelota. Al revés pasa más o menos lo mismo. Ayer quedó patente. En el primer gol, Ronaldo aprovechó un descuido de Van Bronckhorst, centró al segundo palo y Zidane abrió el marcador. El delantero de Río llevó la acción como los medias punta de toda la vida. Como Zidane. En el segundo tanto, tras una combinación con su amigo, Ronaldo provocó una falta y Beckham la lanzó. El propio Ronaldo la fue a rematar al segundo palo. Otra vez el segundo palo. Y gol.
Durante un rato, Zidane y Ronaldo jugaron transidos. En conexión subconsciente. No sabían por qué, pero se daban la pelota sin pensarlo. Por instinto. En un momento fue tan notable este hecho que Raúl cogió a Zidane, tras un pase a Ronaldo, y pareció recriminárselo: "¿Por qué no me la diste a mí si estaba desmarcado?".
Pronto llegó el turno de Raúl. Y más tarde el de Owen. Y el público se puso de pie: "¡Que bote el Bernabéu! ¡Que bote el Bernabéu!". En el ambiente se respiró un optimismo desconocido en lo que va de temporada. El equipo blanco, por fin, tocaba el nervio de la gente. Para salvaguardar el resultado, cada vez que hizo falta, apareció la figura de Casillas. Y entonces cobró cuerpo esa idea que amasaba el vestuario desde hace muchas jornadas. Lo dijo Helguera, cuyo liderazgo en este Madrid está fuera de duda, hace un mes: "Sabemos que el Barcelona ha tenido una línea muy buena hasta ahora. Pero últimamente ha flojeado un poquito y quizá sea culpa nuestra que ellos estén tan lejos. En el partido del Bernabéu nos jugamos todo. Si conseguimos ganar y estar en línea ascendente, ellos en lo que quede de Liga van a sufrir. Ni siquiera tienen que perder tres partidos. Con que empaten dos y pierdan uno ya nos ponemos ahí".
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