El Barça regala esperanza al Madrid
El conjunto de Luxemburgo, con más vista que juego, aprovecha las concesiones del de Rijkaard con una precisión clínica
El Madrid recibió el permiso del Barça para disputar el titulo. Ganó con un resultado imprevisto, una avalancha de goles en un partido sin ningún rigor defensivo, de una ineficacia impropia de dos de los equipos más importantes del mundo. No es noticia esta debilidad, pero el Barça la llevó hasta lo grotesco. El Madrid, que tampoco se distinguió por su firmeza, tuvo al menos un excelente portero. Casillas desbarató varias de las numerosas ocasiones del Barça, algunas en acciones milagrosas, en el plan que acostumbra cuando se crece en las dificultades. Nada se supo, en cambio, de Víctor Valdés, excepto que recogió cuatro veces la pelota de su portería. Puede atribuir el sofocón a la dejadez de su equipo, que repitió todos los errores que han hecho poco fiable al Barça en las últimas temporadas. El Madrid aprovechó las concesiones con una precisión clínica. Tuvo más vista que juego, más voluntad que orden, más entereza que recursos, pero sobre todo tuvo más contundencia que su rival. En eso regresó a los orígenes que había abandonado durante la temporada. Cada llegada, un gol.
El partido se disputó en las dos áreas porque nadie paró a nadie en el medio campo
Algo ocurre en los azulgrana, que comienzan a recibir una cantidad escandalosa de goles
El partido se jugó en las dos áreas porque ninguno de los equipos encontró obstáculos para producir ocasiones de gol. Nadie paró a nadie en el medio campo. Es lo habitual en el Madrid, pero no ha sido tan frecuente en el Barça. Pero algo ocurre en un equipo que comienza a recibir una cantidad escandalosa de goles. Primero en Londres, frente al Chelsea; luego en el Camp Nou, ante el Betis; ayer, en Chamartín. Es el síntoma de que algo ha dejado de funcionar en el líder del campeonato. Y un aviso de lo que puede sucederle en los últimos partidos si no arregla el problema. El Barça está regalón y se enfrentará a una dificultad temible si la lesión de Eto'o le aparta del equipo en el trecho final de la Liga.
El Madrid fue todo lo que se espera en lo bueno y en lo malo. No pudo disimular sus miserias defensivas durante todo el encuentro. Permitió una decena de ocasiones nítidas al Barça, cuya autoridad con la pelota fue indiscutible. Tampoco se discutió la incapacidad de Giuly para sacar un tanto por ciento decente a varias ocasiones. Donde falló Giuly, o el resto de los rematadores del Barça, no falló Casillas, magnífico en tres o cuatro acciones decisivas. En el otro lado, Ronaldo dio toda la pinta de ganar el partido en cada una de sus intervenciones. Colocó perfectamente la pelota en el cabezazo de Zidane, marcó el segundo gol, comenzó la jugada del tercero y mantuvo una actividad inhabitual durante todo el encuentro. No estuvo solo: Ronaldo encontró la ayuda inapreciable de Beckham, autor de un excelente partido. Su despliegue fue monumental, con el valor añadido de su precisión como pasador en la mayoría de las jugadas que decidieron el encuentro.
Beckham y Ronaldo protagonizaron el arranque del partido. Antes de bajarse del autobús, el Barça sabía la clase de noche que le esperaba. Comenzó su fracaso defensivo con el primer tanto, un monumento a la pasividad. El segundo fue parecido, una falta que Beckham puso en el área con el peligro de costumbre y con un cabeceador desacostumbrado: Ronaldo. Nadie se ocupó de él. El tercero tuvo un aire cómico y un final prodigioso. Ronaldo recibió en el medio campo, aislado, rodeado por tres defensas, que le siguieron mansamente y le vieron girarse para entregar la pelota a Beckham, que alargó hacia Zidane, que alargó más aún hacia el lado izquierdo, donde un fogonazo de Roberto Carlos le devolvió a sus mejores tiempos. Llegó como un obús, superó a Xavi como si fuera un poste de teléfonos y metió el pase al área pequeña, donde Raúl también fue Raúl. Apareció por el primer palo y dejó la pelota en la red. En ese punto, los notables esfuerzos del Barça por manejar el juego no le habían servido de nada.
Por juego, el Barça fue sustancialmente mejor que el Madrid, si por juego se entiende todo lo que sucede con la pelota. Pero eso sólo es una parte del juego, quizá la más vistosa, insuficiente en todo caso para designar al ganador del partido. Con el balón, el Barça empotró al Madrid en su área, donde los locales se defendieron con el máximo número de gente y con mucha angustia. La gente achicaba agua como podía porque el Barça llegó y remató en casi todas las apariciones. Marcó en dos, falló en varias y se encontró con la oposición de Casillas en unas cuantas. Xavi, Iniesta, Márquez y Ronaldinho se hartaron a tirar pases y paredes. Casi todas desembocaron en oportunidades, pero la enorme ración de pelota nunca consiguió ocultar la miserable realidad defensiva del equipo. Con todo su sufrimiento, el Madrid siempre estuvo en disposición de lanzar el contragolpe letal en un partido que resultó entretenido de puro anárquico. Hubo tanta acción, se vieron tantos goles, se asistió a tantas oportunidades que pasaron inadvertidas algunas cuestiones que parecían cruciales. La ausencia de Figo, por ejemplo. Se quedó en el banco y nadie reparó en el asunto. No hubo tiempo en un partido que manifestó datos muy peligrosos para el Barça, que sólo encontró un motivo para la satisfacción: el tanto de Ronaldinho preserva su ventaja en la diferencia de goles entre los dos equipos. Pero, la verdad, como coartada es muy pobre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.