La tristeza del maestro César Rincón
El toreo fino y elegante lo puso el joven Tejela; el esfuerzo, El Juli, y el desencanto corrió a cargo de César Rincón, en quien estaban depositadas todas las confianzas tras su triunfo del pasado año en esta misma plaza.
Pero está visto que no todos los días se tiene el cuerpo para intentar una heroicidad o una obra de arte, que ambas gestas están reservadas para los elegidos sólo en contadas ocasiones.
Y César Rincón, maestro reconocido en tauromaquia, hizo ayer el paseíllo con la tristeza en el semblante, y lo demostró a lo largo de toda la tarde. Es maestro, pero se guardó para sí sus enseñanzas; es maestro, pero su comportamiento fue el de un torero de vuelta de casi todo, agobiado, encorsetado y con un deseo enorme de que pasara cuanto antes el cáliz amargo de El Ventorrillo. No es que tenga justificación alguna, pero es humano, qué quieren que les diga. Quien ha visto al Rincón poderoso y dominador en tantas tardes y lo contempló ayer dubitativo y huidizo, a la defensiva y sin recursos, piensa, como mínimo, que la comida le ha sentado mal, que ha discutido con alguien o vaya usted a saber.
El Ventorrillo / Rincón, El Juli, Tejela
Toros de El Ventorrillo, desigualmente presentados, cumplidores en los caballos, blandos, sosos y descastados, a excepción del tercero, noble y con recorrido. El sexto fue devuelto por inválido y sustituido por otro de Fermín Bohórquez, mal presentado, manso y soso. César Rincón: media atravesada y media (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Julián López El Juli: estocada (ovación); casi entera trasera (ovación). Matías Tejela: estocada (oreja); estocada (ovación). Plaza de la Maestranza. 8 de abril. Octava corrida de feria. Casi lleno.
Lo cierto es que el colombiano no vio nada claro lo que tenía que ver. Triste y sin ganas, fue desbordado por su soso primero, al que no le encontró la distancia en ningún momento. Peor fue lo del cuarto, a merced siempre de un animal distraído, con la cara alta y que rápidamente desertó de la pelea.
Decididamente, nadie es perfecto. Tampoco lo es , en verdad, El Juli, pero intentó la perfección en todo momento, aunque quedara siempre lejos de su loable objetivo. Claro, que es más joven que Rincón y tiene toda una vida por delante para la desidia.
Hizo El Juli un esfuerzo encomiable para reivindicar, se supone, su condición de figura ante esta afición, que aún ayer seguía conmocionada con el suceso estético del jueves.
No alcanzó el éxito porque no le acompañaron los toros, pero tampoco se le puede negar su aprendido oficio, su depurada técnica y, especialmente, su empeño en torear mejor de como lo hace habitualmente. Claro que alguien deberá explicarle con detenimiento el significado de cargar la suerte, por ejemplo. Se la jugó de verdad en su primero, en una labor de menos a más, en la que aguantó tarascadas hasta meterlo en la muleta, aunque su toreo careció de hondura. Se plantó bien ante el quinto, que se paró pronto. A pesar de su esfuerzo, volvió a quedar claro que es torero de ventajas, lo que desluce su quehacer.
Dicho queda que lo más elegante de la tarde lo protagonizó Matías Tejela, que se gustó de verdad ante el noble tercero con el toreo en redondo. Es un torero muy joven, de buenas maneras, que ya ha dejado constancia de sus condiciones en esta plaza, y ayer volvió a confirmar su progresión como diestro artista y valiente, que trata de hacer el toreo clásico de acuerdo con las normas de obligado cumplimiento. Así, surgieron tandas de redondos reposados y hondos; se entregó de verdad y algunos derechazos se convirtieron en circulares de gran plasticidad, ligados con largos y muy lentos pases de pecho. El premio se redujo a una oreja porque no fue posible el toreo al natural. Devolvieron el sexto por inválido y resultó una faena. Salió un feo mulo, manso y soso como tal animal, ante el que sólo se puso mostrar voluntarioso.
Babelia
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