La insólita tómbola de John Daly

El Augusta National, el campo de golf más mitificado, y hermoso, del mundo, está en la calle más cutre, y fea, del mundo. En la calle, Washington Road, autopista de seis carriles, restaurantes de todas las cadenas de comida rápida imaginables colonizan endebles construcciones, casas de usar y tirar. En el campo, kilómetros cuadrados de césped, presidentes de consejos de administración de las más grandes empresas, personas de piel clara y delicada, se deleitan a la sombra con un sándwich de ensalada de huevo y una visión de los mejores jugadores del mundo, recién aparcado su jet privado en el aeropuerto. En Augusta, campo, no se puede usar el móvil y prohíben ejercer sus derechos a las mujeres. En Augusta, campo, se exhibe John Daly. En Augusta, calle, en el imperio del feísmo, el garito más feo, y cutre, se llama Hooters, antro de grasa y patatas fritas con manteca, cebollas rebozadas en kilos de harina y alitas de pollo servidas por camareras de espléndidos escotes y camisetas mínimas. En Augusta, Hooters, lejos del control de Augusta, campo, también se exhibe John Daly.
Aparcamiento del Hooters. Dos remolques de feriante. Uno para viajar y dormir con su cuarta esposa. Otro, con pinta de tómbola de feria, estantes organizados con gorras y camisetas, y demás material fungible, y allí, después de practicar en Augusta, campo, John Daly, la cosa salvaje, ganador de dos grandes, el jugador más espectacular, pendenciero, se dedica a vender camisetas y gorras.
Un punto más rompedor a una vida que, a los 39 años, contempla cuatro esposas, varias curas de rehabilitación alcohólica, peleas, deudas increíbles al póker, descensos a los infiernos cotidianos.
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