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Columna
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Alarma

Puede que haya sido efecto inmediato de lo que se desprende de los datos de la última encuesta del CIS sobre -entre otras cosas-, la valoración de líderes y políticas en el ámbito valenciano, o quizás sólo una posta más en el proceso a que el gobierno estatal se ve sometido por la percepción que aquí se tiene de habernos sacrificado en el damero de la geopolítica socialista, pero la entrevista de Pla con el presidente Zapatero del pasado domingo, y lo que de ella se ha aireado en los medios de comunicación, traduce a mi entender dos datos de entidad.

Primero, que la situación ya es insostenible y que las promesas que en su día arrancó Pla del líder socialista para neutralizar con políticas concretas el handicap que la derogación del PHN causó a los socialistas valencianos deben tomar cuerpo cuanto antes; y, segundo, que el overbooking de visitas de ministros a tierras valencianas en los últimos ocho meses en lugar de acortar aquí las distancias electorales entre PSOE y PP las agrandan de manera alarmante, en contra de lo que apuntaban las tendencias que marcaron las elecciones de marzo de 2004, y las posteriores europeas.

Si además se tiene en cuenta que la crisis abierta en el PP con el desencuentro de Camps y Zaplana desde el principio de la legislatura autonómica -y que dio lugar a un íter marcado de episodios con notable repercusión mediática-, podría haberse percibido por el propio electorado popular como un motivo de decepción, y, por lo tanto, como una invitación a cambiar de orientación política, el hecho de que el voto menos fijo del PP (el de centro, y de éste, recordemos que en las autonómicas de 2003 siete de cada diez electores centristas que acudieron a votar lo hicieron por el PP), apenas se haya movido hacia el PSOE indicaría que, hoy por hoy, y visto lo visto: a) los desencuentros internos del PP no tienen los efectos que los ingenuos esperaban; b) que tiene más peso para el electorado de centro, el cultivo del clima de victimismo que ha escogido el gobierno valenciano frente al estatal; c) que las políticas de corrección de rumbo del gobierno estatal para dejar de perjudicar al socialismo valenciano en sus expectativas electorales tienen, de momento, efectos contraproducentes; y d) que no debería desdeñarse el efecto de la inefable colaboración de los socialistas catalanes en acrecentar el argumentario conservador valenciano, cada vez que hablan de los valencianos.

De todas maneras, la alarma que (parece) ha cundido entre los socialistas valencianos debería matizarse con el hecho, por otra parte empírico, según el cual las sumas y restas de los sondeos previos suelen verse matizadas en el momento de la elección. Y para la cita del 2007 todavía quedan dos años; y, en ese tiempo puede ocurrir cualquier cosa, es decir, todas las que nos podamos imaginar, excepto que el PSOE cambie de alianzas territoriales y vuelva cuanto antes mejor con el PHN debajo del brazo.

Otra cosa es que al PP se le apague la luz también en el ámbito estatal, se deslice a la carrera hacia la derecha (indicios ya hay de ello) y, finalmente, una parte significativa de esos 700.000 votantes valencianos de centro empiecen a dudar de su apoyo a los conservadores, si el PSOE les ofrece moderación (y PHN...).

Pero mucho me temo que el PSOE está más empeñado en que el PP se vaya a la derecha que en volver ellos mismos de esa banal excursión a lomos de un tercermundismo que hace sonrojar a la inteligencia.

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