Francia, amenazada
Incapaz de ganar en casa, el renovado equipo galo ve peligrar sus opciones de estar en el Mundial
El pasado sábado, mientras las rotativas de los diarios franceses vertían titulares cargados de alarmismo, el seleccionador galo Raymond Domenech trataba de justificar el empate sin goles de su equipo ante Suiza en París: "La prioridad es mantener un clima de confianza. El alto número de ocasiones de gol generadas demuestra que el equipo está bien, pero los suizos se han mostrado muy fuertes y nuestro principal problema ha sido que hemos fallado en su área". El argumento del entrenador no caló entre los críticos: "Esto es desesperante", titulo el diario deportivo L'Equipe. Por primera vez en su historia, Francia encadenaba una secuencia de cinco empates consecutivos actuando como local. En los últimos meses ha igualado en tres amistosos, frente a Polonia, Suecia y Bosnia. Pero preocupan más los empates a cero ante Irlanda, Israel y Suiza en la fase de clasificación para el Mundial, cosechados en el estadio nacional de Francia ante un público soliviantado por el mal juego de su equipo.
Así ha sumado Francia tres de los nueve puntos que tiene. Los otros seis los consiguió ganando a domicilio a las modestas selecciones de Islas Feroe y Chipre. Irlanda, Francia e Israel, con nueve puntos cada una, pelean por la primera plaza de la clasificación del grupo. "Habrá un primer puesto, un segundo... y otros dos que acabarán llorando", pronostica Domenech incidiendo en que su grupo es el más reñido de la zona europea. Desde que en junio del año pasado un gol del griego Charisteas eliminara a Francia en los cuartos de final de la Eurocopa, el combinado galo no acaba de digerir dos circunstancias traumáticas: la primera es la frustrante sensación de fracaso que se ha instalado sobre la selección en las grandes citas desde sus gloriosas conquistas del Mundial 98 y la Eurocopa 2000. La otra está emparentada con la nostalgia. Es la percepción de orfandad generada después de que la victoriosa generación de jugadores liderada por Zidane anunciara su adiós a la selección.
No es que el fútbol francés carezca de capacidad de renovación. El esmerado trabajo de los clubes y la propia federación con el fútbol base asegura una línea de continuidad que concede, con buen gusto, una especial relevancia a la técnica y al talante creativo en la formación de los jóvenes jugadores. El relevo generacional no debería suponer un desastre, ya que no le faltan a la selección nacional buenos futbolistas. Pero el ambiente interno está enrarecido. Domenech fue el técnico elegido para sustituir a Jacques Santini tras la Eurocopa 2004 sin que existiera un consenso general sobre su nombramiento Sus críticos le acusan de carecer de mano izquierda en el seno de una selección tradicionalmente muy permeable a la influencia de sus jugadores. Domenech, hombre de carácter que gasta fama de inflexible, ha alimentado las posiciones de sus detractores al no haber repetido jamás el mismo once titular en la selección, alterando varias veces su dibujo táctico y manteniendo algunas dañinas polémicas con jugadores como Pires.
Pero equipo no le falta a Francia, que todavía no ha encajado un gol en la fase de clasificación para el Mundial. Sus problemas están de medio campo hacia arriba. Extraño desvelo para un equipo que cuenta con delanteros del calibre de Henry, Trezeguet o Wiltord. El seleccionador se defiende aduciendo problemas de lesiones puntuales o la sequía goleadora que aflige al equipo. Los jugadores, tan correctos y versátiles en sus clubes como tensos e inseguros cuando se enfundan la camiseta de la selección, ven ahora peligrar su prestigio si no enderezan el rumbo. Tal y como reconoce Trezeguet, dando carácter casi decisivo al partido que hoy juega Francia en Tel Aviv frente a la emergente Israel, "tal y como está el grupo, a partir de ahora el equipo que pierda de los que están arriba, está muerto".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.