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DE LA POSGUERRA A LA TRANSICIÓN (y IV)
Columna
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La irresponsabilidad de Casp y Adlert

La importante labor editorial que Xavier Casp y Miquel Adlert iniciaron a finales de los años cuarenta con su Editorial Torre termina a principio de los sesenta. Pero pronto encontrará continuadores. En 1962, de la mano de Sanchis Guarner y Adolf Pizcueta, reaparece la editorial L'Estel, que ya había publicado antes de la guerra libros estimables. Y poco después comienzan a aparecer nuevas editoriales dedicadas a publicar exclusivamente en valenciano como Gorg, Garbí, Lletra Menuda, Tres i Quatre, entre otras. A principios de los ochenta comienza su labor editorial el Servei de Publicacions de la Universitat de València. En l983 nace Edicions del Bullent, y en 1985, Josep Gregori funda en Alzira Edicions Bromera, lo que supone penetrar en el mundo editorial desde las comarcas, en este caso desde la Ribera. En 1990 iniciará su andadura la editorial Tandem. El hecho es que, unas con mayor y otras con menor fortuna, este nutrido grupo de editoriales -y algunas más que en este momento no acuden a mi memoria- constituyen la continuación de la meritoria labor que, en épocas más complicadas y difíciles, llevaron a cabo Casp y Adlert con Editorial Torre. Todas ellas han contribuido a que el cultivo literario del valenciano que inició Torre en los años de la posguerra haya llegado hasta nuestros días. En mi opinión, toda esta concatenación de hechos, debidos a la iniciativa de valencianos conscientes de la importancia de la lengua, de su estima por ella y el deber de preservarla, protegerla y difundirla, ha hecho posible que hoy tenga una vitalidad cultural y literaria muy importante. Otra cosa es el fomento de su uso social y de su enseñanza. Pero eso pertenece a la responsabilidad de los poderes públicos.

Hay un hecho lamentable, sin embargo, al que ya aludí en crónica anterior. Me refiero a la actitud adoptada por Casp y Adlert en contra de la unidad de la lengua en 1975. Fue cuando descubrieron que habían sido engañados, al darse cuenta de que la lengua que ellos venían cultivando y promocionando, durante más de cuarenta años, no era la llengua que parlava el poble. Una justificación infantil, cuando no ridícula. Lo que Casp y Adlert habían descubierto no es que la lengua era distinta. Lo que habían constatado es que, a partir de los años sesenta, el cultivo de la lengua y, con ello, el valencianismo, se va ampliando y consolidando. Ya no es Editorial Torre y el grupo formado a su alrededor, que ellos controlaban y dirigían, el único referente literario y cultural del valencianismo. Jóvenes que no habían conocido aquellos momentos iniciales de la posguerra comienzan a hacerse presentes en el mundo de la literatura, unos escribiendo y otros fundando editoriales. Y agrupándose y tomando como referentes figuras como Sanchis Guarner, Joan Fuster, Enric Valor, Vicent A. Estellés, etc. Y en lugar de sentirse satisfechos de ver cómo el valencianismo cultural que ellos habían iniciado en los difíciles años cuarenta se iba extendiendo y dando sus frutos, comenzaron a sentirse marginados. Ya no eran ellos los dirigentes del movimiento valencianista. Otras figuras intelectuales habían ido surgiendo y consolidándose como referentes, también, del valencianismo cultural. Y cometieron la torpeza de querer diferenciarse, hasta el punto de lanzar la idea aberrante de que la lengua no era una. Pretendiendo, así, formar a su alrededor un grupo, bajo su dirección, con el fin de enfrentarse a todos los demás mediante la defensa del valenciano como lengua distinta del catalán.

Y así, en 1977, crean una cosa llamada Consell Valencià, que publica un manifiesto titulado Al poble valencià, en el que dicen: "Rebugem de ple els inadmisibles intents de posar en entredit l'autoctonia de la llengua valenciana -que prestigiaren els clàssics nostres i que el poble ha mantingut en sa evolució natural- relegant-la a un terme secundari i purament dialectal... Reprovem la introducció de texts pedagògics i religiosos que en realitat testan redactats en llengua estranya i dificilment comprensible per als seus destinataris". Se refieren a una lengua estranya, pero sin nombrarla. Se refieren, claro, al catalán. Dicen que es incomprensible para sus destinatarios. Y entonces, ¿por qué escriben su manifiesto en esa lengua estranya? Porque el texto está redactado en un perfecto catalán. Con lo que su manifiesto tampoco sería comprensible por sus destinatarios, es decir, "el poble valencià" al que va dirigido. Todo un contrasentido. El mismo día en que apareció en la prensa el comunicado, llamé por teléfono a Casp, preocupado por lo que estaban haciendo, para que me explicase qué es lo que pretendían él y Adlert, y a dónde querían llegar promoviendo la secesión lingüística, cuando ellos siempre habían defendido la unidad de la lengua. Si eran conscientes de las consecuencias nefastas a que conduciría su propuesta. Y si es que estaban dispuestos a echar por la borda toda la gran labor llevada a cabo con la Editorial Torre. Sólo obtuve esta respuesta, con voz nerviosa y tono exaltado: "¡Aquestes coses no son per a parlar-les per telèfon!". Y me colgó. Fue la última vez que hablé con Casp.

La verdad es que toda su actuación con el fin de llevar a cabo esa secesión lingüística, ese querer diferenciar el valenciano del catalán, ha supuesto un cúmulo de despropósitos y situaciones pintorescas. La única forma que encontraron para diferenciar el valenciano del catalán fue recurrir a la ortografía, modificándola. Inventándose una ortografía caprichosa. En una palabra: el valenciano sería el catalán escrito con una ortografía distinta. Aberración que llegó a provocar situaciones hilarantes. Como ésta: se iba a producir en Lo Rat Penat la elección de presidente. Un grupo propuso la candidatura de Xavier Casp a la presidencia. Adlert se opuso con rotundidad. Casp no podía dedicar su tiempo a este cargo porque tenía que ocuparse de la laboriosa tarea de tener que reescribir toda su obra poética traduciéndola del catalán al valenciano. Es decir, cambiándole la ortografía. Porque las palabras de sus poemas no pueden ser traducidas. Son las mismas. Todo un esperpento. Lo bien cierto es que esta idea de escribir el valenciano con ortografía distinta al catalán para marcar su diferencia no ha tenido, como era de esperar, ningún éxito literario. Todos los autores que quieren escribir en valenciano sin hacer el ridículo usan la lengua correctamente, como la escribieron Casp y Adlert, como estaban escritas las obras publicadas en su Editorial Torre. La secesión lingüística sólo ha servido para fomentar el anticatalanismo político surgido en la transición. Ha sido rechazada por la literatura y por la Universidad, como es lógico. Y abrazada por los políticos de poca monta y ningún mensaje serio que ofrecer a los ciudadanos, para sus proclamas demagógicas. Es lo que hicieron los políticos de UCD como Abril Martorell y Emilio Attard después de los resultados obtenidos en las elecciones de 1977, en que ganó la izquierda. No encontraron mejor mensaje ni programa para oponerse a la izquierda ganadora que recoger la bandera del anticatalanismo. Dedicándose a manipular los sentimientos de los ciudadanos, fomentando su visceralidad. Attard llegó, incluso, a incorporar a la UCD, como militantes, a grupos del GAV. Fue cuando alcanzó su punto álgido la llamada Batalla de València, alentada por la UCD y su medio de comunicación, Las Provincias. Periódico que, poco antes de empezar a tomar parte en la refriega, aún hablaba de País Valenciano y publicaba lecciones de valenciano para niños dentro de la unidad de la lengua. Pero esta es otra historia.

fburguera@inves.es

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