La decencia de la docencia
Hace unos días me encontré con un amigo al que hacía algún tiempo que no veía. Bueno, ¿y qué haces?, me preguntó. Soy maestro, le respondí. Ah, tres meses de vacaciones, Semana Santa, Navidad, trabajas sólo cinco horas al día,... ¡estás gozando!, ésa fue su respuesta.
Realmente, ¿es ésa nuestra carta de presentación para lasociedad? ¿Representamos ese papel? Lo menos que sentí fue perplejidad ante aquella capciosa imagen que mi gran amigo estaba caracterizando de los docentes. Pero, y lo más triste de todo ello, es que no se trata de un hecho aislado. La pérdida del respeto de la sociedad hacia la función docente se ha traducido en una falta de respeto del alumnado hacia el profesorado; ésta es una de las grandes causas del actual fracaso del sistema educativo, tal y como ha puesto de manifiesto el Informe PISA 2003. Y es que, como también se ha revelado en el susodicho informe, en Finlandia (país que cuenta con los mejores resultados, entre otros como Corea y Japón) la profesión docente está muy valorada, tanto por la sociedad en general como por los docentes en particular. No es que se trate de venir ahora con una rabieta de megalomanía, simplemente reivindicamos que se reconozca (o por lo menos se respete) nuestro trabajo, en el que descubrimos grandes alegrías, pero pocos reconocimientos. Es cierto que en educación hay que saber esperar; pero no es menos cierto que algunos llevan esperando más tiempo del que se merecieran por la inefable labor que han realizado. Y no es cuestión de colgar medallas (para eso están las Olimpiadas), nuestro discurso va por otros derroteros. Sólo me resta retomar mi agraciada conversación con mi amigo y pensar si acaso su actual situación no se la debiera a algún docente que le despertó el interés por algún ámbito de la vida.
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