Sin una pista del crimen de la profesora
La policía carece de indicios para aclarar el asesinato de María Natividad Garayo, muerta hace casi tres años en Santander
El paseo de la playa de La Magdalena, de Santander, se tiñó de sangre el 7 de julio de 2002. Uno o varios individuos apuñalaron hasta en 35 ocasiones a María Natividad Garayo, una profesora de Lengua y Literatura de Madrid, de 44 años, que había acudido a la boda de un familiar. Desde entonces, la Policía Judicial de la Jefatura Superior de Santander carece de pistas para esclarecer este crimen que sacudió la tranquilidad de la ciudad en pleno verano.
Garayo había acudido con un hermano y una sobrina a una boda de un primo. Esta decisión la tomó en el último momento, ya que sus hijos salían ese sábado hacia Irlanda para estudiar inglés. Cuando ya estaba en la carretera, le cogió un atasco que le hizo pensar incluso si se daban la vuelta y regresaban a su domicilio. Al final no lo hizo y continuó camino hacia Santander.
La mujer sufrió un brutal ensañamiento, ya que sus agresores le asestaron 35 puñaladas
Un mando dice que era atlética y echada para adelante, por lo que se enfrentó a los asaltantes
La boda transcurrió sin novedad. El banquete se celebró en la Real Sociedad de Tenis de Santander, un elitista club local. Sobre las tres de la madrugada, la mujer decidió marcharse de la fiesta y regresar a casa. Era uno de los últimos invitados que permanecía todavía en la fiesta, según se desprende del vídeo de la boda. Se había quedado con algunos sobrinos y amigos. Salió del club y, tras dar las buenas noches al portero, comenzó a andar hacia el paseo en busca de un taxi. El conserje de la Real Sociedad la siguió con la mirada y no vio a nadie en las inmediaciones.
El homicidio se produjo nada más girar hacia la izquierda, junto al paseo de la playa de los Peligros. La mujer sufrió un brutal ensañamiento, ya que sus agresores le asestaron 35 puñaladas. En su mayoría se las dieron en el pecho, lo que le produjo la fractura del esternón, además de la muerte en el acto. La víctima quedó tendida de rodillas en las escaleras, con el cuerpo ensangrentado volcado hacia delante. La cabeza tocaba el suelo.
"Era una mujer atlética y con un carácter que le hizo enfrentarse a sus agresores, muy echada para adelante", comenta un mando de la Brigada de Policía Judicial de Santander. La encontró un santanderino de 24 años que pasaba por el lugar y que avisó al 091 de la policía con su teléfono móvil.
Las primeras investigaciones ya demostraron que la mujer se intentó defender, ya que presentaba cortes en las manos y en las muñecas. El robo fue desechado rápidamente porque no le faltaba ninguna de sus joyas ni el billete de 20 euros con el que posiblemente iba a pagar el taxi. "Lo que ha quedado constatado es que la mujer no se quedó inmóvil durante los apuñalamientos. Al final cae por agotamiento, por la cantidad de heridas de sufre, justo cuando no le queda nada de vida", añade un comisario de Santander.
La autopsia también reveló que los homicidas emplearon al menos dos navajas para atacar a la profesora Garayo, lo que ha llevado a que los investigadores manejen dos hipótesis. La primera y menos fiable, según los responsables de Homicidios, es que hubiera más de una persona que la apuñalara. La segunda es que al agresor se le cayera una primera arma blanca y, dentro de su furia homicida, cogiera una segunda para seguir matando a su víctima.
El estudio forense determinó que la mayoría de las cuchilladas fueron asestadas con una navaja de un solo filo, no muy grande y que puede ser legal (menos de 11 centímetros de hoja). El único navajazo con otra arma se produjo en la zona de la ingle y fue "un simple puntazo". Ninguna de esas dos armas fue recuperada por la policía. Supuestamente las cuchilladas fueron efectuadas por una persona diestra: todas las heridas tenían la misma dirección.
Los encargados del caso han investigado si la mujer tenía problemas familiares o personales que llevaran a matarla por venganza o presa de un crimen familiar. Todo ha quedado descartado. Al menos desde que se produjo el crimen. María Natividad Garayo estaba casada con el abogado del Estado Salvador Villanueva y era hija de un juez ya fallecido. Tenía tres hijos y daba clase en el British School de la urbanización de Somosaguas, en Pozuelo de Alarcón. Agentes del Grupo de Homicidios de la Comisaría General de Policía Judicial investigaron todo su entorno en Madrid y no hallaron ningún resquicio que pudiera hacer sospechar de la temida venganza. Los informes de los vecinos y del centro de trabajo no sacaron nada relevante que ayudara a resolver el enigma, según el mando de la Jefatura de Policía de Cantabria.
También fue descartado el móvil de la agresión sexual. El vestido y la zona vaginal de la víctima fueron analizados y no se hallaron restos de ADN de otras personas. Tampoco había sufrido ningún desgarro que demostrara que hubo lucha. El vestido, de color beis y con lentejuelas, quedó empapado en sangre. Los agentes rastrearon toda la zona y comprobaron que había una camiseta manchada de sangre en una papelera situada a 1,5 kilómetros del lugar de los hechos. Fue analizada con carácter urgente por los laboratorios de Policía Científica de Madrid en un tiempo récord de tres días. Tampoco se sacó nada de ese trapo. La policía aclaró después que correspondía a un hombre que se cortó en una mano y que, tras pararse la hemorragia, arrojó la camiseta a la papelera.
El homicidio por encargo también fue descartado. Dos hechos constatados lo avalan. Primero, la profesora del British School decidió a última hora que iba a la boda de su primo. En segundo lugar, no se ha descubierto nada que induzca a pensar en este encargo.
El Cuerpo Nacional de Policía pidió la colaboración ciudadana para intentar solucionar este caso, que ha entrado en vía muerta. La jefatura no ha recibido ni una sola llamada que facilitara un indicio más o menos fiable para resolverlo. Y es que la inspección ocular del lugar de los hechos tampoco dio detalles del o de los posibles autores. "No había huellas ni pisadas en las escaleras. La playa fue rastreada con detectores de metales para intentar localizar el arma homicida, pero no fue hallado nada", explica el comisario.
A todo ello se unió que los jardineros del Ayuntamiento de Santander comprobaron todas las zonas verdes de los alrededores y no encontraron nada importante. También fueron inspeccionados los contenedores de basuras próximos, sin ningún resultado. "Hay algo que resulta muy raro. En la casa de al lado las ventanas estaban abiertas y los vecinos habrían oído un simple grito de auxilio o de dolor de la víctima porque a esas horas [las tres de la madrugada] todo estaba en silencio", comenta el mando policial de Santander.
Otra de las hipótesis de trabajo de la policía fue que se tratara de un crimen por un juego de rol, como había ocurrido años atrás en Madrid. Ningún indicio sostenía esta línea de trabajo, ya que no había ni pistas ni jugadores ni una trama que tuviera entre sus fines matar a una persona.
La mujer fue enterrada en el cementerio municipal de Ciriego, en Santander.
Un paseo desierto
Si algo ha despistado a los investigadores en estos dos años y medio largos que han transcurrido desde que murió María Natividad Garayo es que nadie pasara por este concurrido paseo de La Magdalena en una tranquila noche de verano. Esa avenida es la que une el centro de la ciudad con El Sardinero. En esa época del año (verano), en la que la capital cántabra está repleta de visitantes, resulta muy extraño para la policía que nadie pasara en el momento en el que la mujer fue acuchillada con tanto ensañamiento. "A esas horas, debería de haber pasado algún conductor que fuera de marcha o que volviera a casa. La agresión pudo ser rápida, pero no tanto para que no lo viera nadie", señala el responsable de las investigaciones. También resulta extraño que no pasara ningún taxi.
"En Madrid, un crimen de estas características llama la atención, pero no tanto como en una capital tan tranquila como Santander, donde se registran como mucho dos homicidios en todo el año", añade este mando policial. La presencia policial fue reforzada por la noche, en especial en verano y por ser fin de semana. Nadie vio nada, según se deduce de la evolución de las pesquisas.
En todo este tiempo la policía no ha recibido ninguna llamada. "Y eso que la gente colabora mucho en este tipo de crímenes, sobre todo cuando se garantiza su anonimato, como ocurre siempre", añade.
Los investigadores también comprobaron las llamadas y mensajes recibidos por la víctima en su teléfono móvil durante los últimos seis meses. No se registró ningún número que fuera destacado. Las comunicaciones siempre correspondían a personas de su entorno, como familiares, amigos o compañeros de trabajo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.