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La dimisión del viceprimer ministro holandés pone en peligro la coalición entre democristianos y liberales

El rechazo por parte del Senado holandés a la elección directa de los alcaldes por la ciudadanía, uno de los acuerdos vertebrales de la coalición democristiana y liberal en el poder, ha hecho tambalearse al Gobierno que la representa. El viceprimer ministro y ministro para la Reforma Administrativa, el liberal Thom de Graaf, acaba de dimitir. Ante dicha pérdida, el resto de su grupo en el Ejecutivo pide ahora una compensación para no forzar una ruptura definitiva. La tormenta venía fraguándose desde hace varias semanas, con encendidas discusiones tanto en el Congreso como en el Senado. Hasta el Consejo de Europa se hizo ayer eco del asunto, y recordó a La Haya que designar a los alcaldes no encaja en los usos políticos actuales.

La reina Beatriz señala en estos momentos a los alcaldes a propuesta de los partidos políticos y con el apoyo confidencial de la corporación municipal en cuestión. La fallida elección abierta propugnada por De Graaf precisaba antes la reforma de la Constitución. Y eso es lo que han impedido los senadores de la oposición socialdemócrata. Con su negativa, no ha podido alcanzarse la mayoría de dos tercios para modificar la Carta Magna. La paradoja es que prácticamente todos los partidos del arco político holandés están a favor de elegir a los alcaldes. Pero donde el Gobierno proponía las urnas, los socialistas prefieren a los concejales para tomar la decisión final.

Otro detalle singular de lo ocurrido en el Senado es la posición de la democracia cristiana, el partido del primer ministro, Jan Peter Balkenende. Sujeto por el pacto de Gobierno a la elección defendida por De Graaf, en el fondo tampoco se mostró decididamente a favor de la reforma constitucional. La explicación más plausible es que prefiera una corporación municipal fuerte en lugar de un alcalde poderoso. En cuanto a los senadores socialdemócratas, sus razones fueron claras. El futuro de los alcaldes sigue discutiéndose estos días en el Congreso y, sin embargo, el Gobierno se apresura a enfrentar a la Cámara alta con un vuelco legislativo de envergadura. Anoche, Balkenende llamó a la calma a sus ministros para poder enderezar las cosas sin romper la coalición.

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