Enormes cambios en el último minuto
Hace diez días se cumplieron cinco años justos desde que comenzó el "estallido de la burbuja". Con esta expresión hecha todo el mundo entiende de qué se está hablando: del inicio de la caída de las bolsas, que habría de prolongarse durante tres años. ¿Qué les ha sucedido a los fondos de inversión desde entonces?
En ese periodo se pueden delimitar claramente dos fases. Durante la primera, que se termina justo en el momento de la intervención de la coalición anglo-americana en Irak, los fondos de renta variable no dejan de acumular pérdidas (54% en promedio para el conjunto de los que se comercializan en España), y durante la segunda, de dos años de duración, la tendencia se invierte y las pérdidas se transforman en beneficios de un 55%, insuficientes a todas luces para compensar las primeras, dado que, a pesar de la similitud de los porcentajes, éstos se aplican a cifras muy diferentes (en el primer caso, a los máximos de las cotizaciones, y en el segundo, a los mínimos). De hecho, para el conjunto de los cinco años ese desfase se resume en unas pérdidas medias del 27%.
Ésa es la visión de conjunto. Por grupos de fondos de renta variable la situación es mucho más variada, siendo fácil de adivinar que las pérdidas más abultadas se siguen concentrando en los fondos de las llamadas "acciones TMT" (tecnología, medios de comunicación y telecomunicaciones).
El mundo ha cambiado mucho en estos cinco años. No sólo por las bajadas y subidas de las bolsas o por las pérdidas y ganancias de los fondos de inversión, sino por el intercambio de roles que se ha producido en los mercados de capitales entre empresas y gobiernos, así como por el papel nuevo que ya están desempeñando China, India o Brasil en la economía globalizada. Grandes cambios que han llevado a la economía mundial a un exceso de liquidez que no sabe muy bien dónde rentabilizarse adecuadamente.
El cambio estructural más importante ha sido el imparable incremento del déficit comercial (y el paso de una situación de superávit a otra de elevado déficit fiscal) en EE UU, lo que ha provocado que el flujo de capitales que hacia ellos se dirige haya cambiado de objetivo: si en los últimos años noventa financiaba las desmesuradas inversiones de su sector privado, ahora están cubriendo el hueco de las cuentas anuales del sector público. Entretanto, el dólar se depreciaba un 60% frente al euro, alterando fuertemente la rentabilidad de los fondos que invierten en EE UU.
Otro de los grandes cambios tiene que ver con la propias necesidades de financiación empresarial: en estos cinco años las empresas han pasado de estar sobreendeudadas a tener unos balances saneados. Los fondos que invierten en renta fija privada en euros dan buena fe de ello, con ganancias medias que ascienden al 19% en el periodo 2000-2003 y al 11% en los dos últimos años, mientras que los que invierten en bonos especulativos (con calificación por debajo de BBB) aún evidencian más la mejora de la calidad crediticia, pues han pasado de perder 19% en el primero de los periodos a ganar un 30% en el último.
La gran masa de liquidez tiene mucho que ver con las bajadas drásticas de los tipos de interés que aplicaron todos los bancos centrales (encabezados por la Reserva Federal) a partir del momento en el que se hizo evidente la magnitud de la crisis en que se había metido la economía mundial apenas comenzado el nuevo milenio. Esa bajada de tipos inyectó nueva vida en un sector inmobiliario, que, de por sí, ya estaba muy activo en numerosos países y permitió que éste siguiera tirando de las economías en muchos de ellos.
La situación, pues, cinco años después del estallido de la burbuja (para esta efeméride se toma como referencia el día 10 de marzo de 2000, cuando el índice Nasdaq Composite alcanzó su máximo histórico en 5.132) es que los fondos de renta variable han recuperado parte de lo perdido y los de renta fija siguen proporcionando rentabilidades aceptables a pesar de que la economía mundial se encuentra en una fase bastante avanzada del ciclo expansivo.
Las empresas que cotizan en Bolsa están aprovechando su saneada situación financiera para recomprar una parte de sus propias acciones, incrementar el pago de dividendos o aumentar cuota de mercado por vía de lanzar OPA sobre sus rivales: parece que cualquier opción es buena, siempre y cuando no pase por lanzarse a invertir en proyectos visionarios como los que caracterizaron el periodo previo al estallido de la burbuja. Y eso no augura nada bueno a medio plazo ni para el crecimiento económico, ni para las bolsas, ni para los fondos de renta variable. A no ser que, como en la novela de Grace Palley, no se produzcan enormes cambios en el último minuto.
Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.
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