Disney olvida el arte del cine
Según los manuales básicos de técnicas empresariales, que una compañía escoja a su número dos para ocupar la vacante que deja el número uno es una demostración de estabilidad, una prueba de coherencia, un nulo espíritu revolucionario y una satisfacción plena con el rumbo de la gestión. En el caso de Walt Disney Corporation, esa hipótesis parece venir avalada por una cuenta de resultados que, de manera discreta pero eficiente, ha dado signos positivos en los dos últimos ejercicios. Sin embargo, la salida repentina de Michael Eisner y la subida al trono de su virrey, Robert Iger, ha irritado aún más a los miembros críticos del Consejo de Administración -incluido el sobrino del fundador, Roy Disney- porque consolida una gestión empresarial empeñada en mirar hacia el pasado. Servil y comedido, Iger tiene un perfil que en nada se parece al de Eisner, poseedor de un carácter explosivo y egocéntrico.
El cambio en la dirección ha irritado a los críticos del consejo, entre ellos al sobrino de Disney, y consolida una gestión empeñada en mirar hacia el pasado
Tampoco se parece en nada su manera de ver el negocio. A Eisner siempre se le ha caracterizado como un idealista visionario de profecías incumplidas y errores caros. Eisner ha sido el ejecutor, el directivo que no ha tenido piedad a la hora de cerrar estudios y despedir a cientos de dibujantes. Pero sus dos años de reinado dejan una curva descendente en los libros de cuentas, un legado audiovisual más bien grisáceo, una acumulación sorprendente de enemigos, una fuerte competencia en el sector que antes Disney dominaba y, sobre todo, una falta de definición sobre el futuro de la compañía.
La sombra de Eisner
En los últimos cinco años, la sombra de Eisner se llamaba Robert Iger. Este ejecutivo de 54 años (Eisner tiene 61) se había curtido en los puestos de mayor responsabilidad en una de las empresas de Disney, la cadena de televisión ABC. En el libro de James Stewart Disney war (La guerra de Disney), que en las últimas semanas ha provocado un terremoto dentro de la empresa, el autor reproduce un correo electrónico firmado por Eisner en el que define a Iger como un tipo "que no es creativo ni tiene ninguna brillantez, pero con un Consejo de Administración fuerte podría estar al frente de la compañía". Y esto lo dijo cuando Iger ya era su mano derecha.
Se cuenta también en ese libro cómo Eisner parecía obtener un placer inigualable mediante la denigración pública de su sumiso colaborador, que parecía mostrar "una capacidad masoquista de asumir la humillación". En una reunión con varios directores de cine que le preguntaron quién sería su sucesor cuando se retirase, Eisner, en presencia de Iger, comenzó su respuesta con "un largo catálogo de los defectos y las debilidades de Iger", a quien en otras ocasiones definía como alguien que "nunca podrá sucederme" o que simplemente "no tiene la estatura" para dirigir la empresa.
El golpe final de deshonra para Iger llegó a los pocos días de que Eisner anunciase hace unos meses su dimisión. La compañía contrató inmediatamente a la principal empresa cazatalentos de Estados Unidos -Heidrick & Struggles- para buscar a un directivo fuera de Disney. Iger aguantó y al final ganó: la única candidata que llegó a ser tomada en consideración, Meg Whitman, presidenta de eBay, declinó la oferta. Algunos analistas creen que nadie ha querido ponerse al frente de una compañía tan problemática; otros creen que la opción de Iger siempre fue la primera, pero han querido enviarle el mensaje de que sus manos están atadas por el Consejo de Administración.
Los miembros disidentes del consejo, Roy Disney y Stanley Gold, mantienen su disconformidad con la elección. Aseguran que la supuesta búsqueda de un candidato fue una farsa porque la opción de Iger era la más segura y la más cómoda para ellos, dado que es un ejecutivo sumiso sin aspiraciones agitadoras. Se levanta a las 4.30 cada día, hace gimnasia, y a las 6.30 ya está en su despacho. Cuando Eisner deje su cargo este verano, Disney estará tal vez en el momento más complejo de su historia. Sus 100.000 empleados, sus 11 parques temáticos, sus estudios de cine, sus cadenas de televisión (ABC, ESPN, E! Entertainment, entre otras) han aportado ocho trimestres consecutivos de beneficios y una perspectiva de ganancias para los próximos dos años. Pero el alma de la compañía está en juego: Disney parece haber olvidado el arte de hacer películas.
Prácticamente los únicos éxitos se los ha proporcionado Pixar, la compañía de animación que ha creado Toy Story, Monstruos, Los Increíbles o Finding Nemo (Encontrando a Nemo), una de las 10 películas más taquilleras de la historia. Pixar, que pertenece al mago informático Steve Jobs, dueño de Apple, acaba su contrato de distribución con Disney con el próximo producto que entreguen, la película Cars (Coches), que se estrenará el verano del año próximo. El acuerdo inicial, firmado en 1991, repartía los costes y los beneficios; Pixar nunca imaginó que sus películas acumularían unas ganancias de más de 3.200 millones de dólares, y por eso quieren una parte mayor de los beneficios de unos productos que, al fin y al cabo, entregan a Disney acabados.
Eisner ha sido incapaz de negociar la renovación de ese contrato por falta de química con Jobs y, según sus detractores, por su incapacidad para aceptar que otros hacen algo mejor que él. Por eso Eisner, en una de sus últimas decisiones, ha abierto en Disney un estudio propio de animación por ordenador que produce a marchas forzadas la primera película puramente de Disney que emplea esa técnica, Chicken Little. Y para convertir el enfrentamiento en una guerra, Eisner ha anunciado su intención de ejecutar los derechos de la compañía sobre las películas de Pixar mediante la creación de una "factoría de secuelas" en la que 250 personas ya trabajan en la producción de Toy Story 3, con un estreno previsto para el año 2008. Esa decisión acabó de irritar a Jobs, que odia las segundas partes y prefiere productos de nueva creación. "Esa decisión impide cualquier acuerdo porque Pixar", dice Tom Sito, presidente del sindicato de animadores de Hollywood, "ha guardado celosamente la integridad de sus propiedades creativas y odia que otros las empleen con fines más lucrativos".
Apertura al diálogo y retiro suculento
LA LLEGADA DE IGER puede abrir la vía del diálogo. Sea por su espíritu nada beligerante o por una auténtica buena voluntad, Iger ha aprovechado sus primeras entrevistas después del nombramiento para tender una mano a Pixar, que tiene al resto de las distribuidoras de Hollywood ansiosas por llegar a un acuerdo con ellos. Dado que Disney necesita a Pixar infinitamente más de lo que Pixar necesita a Disney, Iger dijo
esta semana que su nombramiento "proporciona una oportunidad
para que abramos un diálogo, y eso
es algo que yo deseo". Iger dijo
en varias ocasiones "yo no soy
Michael", pero reconoció que
su idea para el futuro es "más una evolución que una revolución".
Disney también ha roto su vinculación con Miramax, la productora independiente que ha dado algunas de las películas más aclamadas de los últimos años. Es un caso similar: Disney se queda con los derechos de productos cuya creación ha correspondido a otros, y también en este caso la razón de la ruptura hay que buscarla en la falta de entendimiento de Eisner con los copropietarios de Miramax, los hermanos Harvey y Bob Weinstein.
A cambio, la apertura del nuevo parque de Disneylandia en Hong Kong presenta buenas perspectivas y la cadena ABC está en su mejor momento gracias a las series Perdidos y Mujeres desesperadas. Iger, en definitiva, hereda una compañía próspera con un millar de problemas y muchos puentes destruidos por su antecesor. Eisner se enfrenta al retiro más suculento de Hollywood. Seguirá cobrando un bono de seis millones de dólares anuales hasta 2008 y sus acciones de la compañía valen, a día de hoy, 90 millones. Entre acciones vendidas y sueldo, Eisner ha ganado más de 1.000 millones de dólares en los 20 años que lleva al frente de la empresa.
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