De Morvedre a los territorios de Tolkien
El pintor y escritor Artur Balder irrumpe en el género fantástico con su libro 'La Piedra del Monarca'
El estudio de trabajo de Artur Balder ocupa los bajos de una vieja casona del XIX en el valenciano barrio de Morvedre, al norte de la ciudad. El espacio queda ocupado por algunas telas de gran dimensión volteadas contra la pared, una improvisada mesa junto a un ventanal a pie de calle llena de papeles y con un pequeño ordenador, y una estrecha cama que parece aguardar, como un atento centinela, el cansancio del que siempre duerme despierto.
Con treinta y muy pocos años este alicantino tiene un largo trecho recorrido en la dura carrera profesional de la creación. Balder es puro entusiasmo, pero también un duro trabajador, constante, interdisciplinar, amante del método y con una formación sólida.
Su campo inicial fue el de la música. Disciplina que le llevó, tras su paso por la redacción de un importante periódico de la ciudad como crítico, hasta Múnich donde puso sus conocimientos sobre ópera al servicio ocasional de la prestigiosa revista Scherzo. Y fue precisamente Richard Wagner y su concepción de arte total los que impregnaron de magnificiencia y fuerza arrolladora su pintura, dedicación muy temprana que le llevaría en 1997 a hacer sus primeras exposiciones.
El saldo de tantos años de trabajo es el de una buena cantidad de exposiciones en varias ciudades de España y Europa y un cierto prestigio entre algunos destacados coleccionistas privados que no han tenido reparo en obtener algunos de sus lienzos.
Balder, ahora, sin abandonar la paleta y al mismo tiempo que se sumerge en el cine, pelea por introducirse también en el mundo de la literatura. Y lo hace con un primer libro de genéro fantástico, La piedra del Monarca (Magic Rider, Madrid 2005), aunque hubo intentos bastantes años antes. El más sonado, a los 19 años cuando entabló contacto con Francisco Porrua, el argentino propietario de Minotauro antes de la adquisición del sello por Planeta y que por aquel entonces editaba el famoso libro de J. R. R. Tolkien El señor de los anillos para el mercado en castellano. El editor se interesó pero la pérdida de su editorial dio al traste con las intenciones de Balder.
En este momento, el escritor ya lleva vendidas dos ediciones de tirada discreta -casi diez mil ejemplares- pero que han sido acogidas con entusiasmo por el público juvenil español. El libro, pues, ya ha empezado a competir en la dura carrera de la literatura fantástica, un genéro que bate records de lectura y de cifras entre los adolescentes de todo el mundo ante el muy a menudo desagrado de buena parte de la critica más ortodoxa que todavía no ha digerido el impacto de este nuevo género, auténtica locura producto de la cultura popular contemporánea.
La Piedra del Monarca sitúa la acción en el año 771 d.c. justo en el momento en que a Aurnor, el Nigromante, se le encarga forjar un arma para Carlomagno, el último carolingio, con el objetivo de convertirlo en el primer emperador de Europa. "Es un libro", explica Balder, "que llevo escribiendo mentalmente desde los 15 años cuando leí el Hobbit [también de Tolkien], una asignatura pendiente, un cuento alquímico que habla de la fuerza, la inteligencia y la prudencia". La piedra del Monarca es, también, la historia de la manipulación como arma para la obtención del poder total.
De momento, la página web en español de Eragon ya se ha fijado en Balder. Eragon no es más que el milagro de un joven de 20 años del estado de Montana que con miles de ejemplares vendidos en todo el mundo ha conseguido que su titulo haya estado hasta 52 semanas consecutivas en el número uno de las listas de ventas del New York Times y del Publishers Weekly.
Balder es optimista con los posibles resultados de su irrupción en la literatura y prepara nuevos ejemplares mientras ultima contactos para conseguir el lanzamiento de su primera novela al alemán, catalán y inglés.
"He recibido numerosos mails de jóvenes lectores de entre 12 y 14 años incluso antes de empezar la promoción del libro en toda España", afirma. "La literatura", prosigue, "me ha descubierto un sinfín de posibilidades creativas, me hace sentir libre".
Y es desde Morvedre que Balder fija el punto de partida de su viaje hasta los territorios de Tolkien.
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