Darwin, de luto
Ya han pasado veinte años desde que Neil Postman escribió Divertirse hasta morir, un tratado sobre la conversión del entretenimiento en religión colectiva y transnacional. Sus profecías, más herederas de Huxley que de Orwell, se han cumplido. Dos ejemplos de la vigencia de su pensamiento: "El problema no es que la televisión nos da material y temas de entretenimiento, sino que nos presenta todos los asuntos como entretenimiento", y "Si en la televisión la credibilidad sustituye a la realidad como una prueba decisiva de la verdad, los dirigentes políticos no necesitan preocuparse mayormente por la realidad, siempre que sus actuaciones generen de modo consistente un sentido de verosimilitud".
Morriña
Españoles en el mundo (La 2) sigue el rastro de los españoles instalados en distintos países. Más que de exiliados, se habla de emigrantes que, como las chicas de Españolas en París, decidieron buscar suerte más allá de nuestras fronteras. Miguel Ángel Tobías, director y presentador, visita, entrevista, recompone itinerarios humanos, luce camisas tropicales en Caracas, prueba guisos y brebajes mestizos y se nutre de la ilusión y la hospitalidad de quienes se muestran encantados de poder hablar de sus raíces. Es un programa sobre la morriña, parecido al que han hecho las televisiones públicas de otros estados o comunidades autónomas.
Follón
Para entender la fascinante degradación de Aventura en África (Antena 3) hay que estudiar sus antecedentes. Es puro darwinismo. Primero se llamó La isla de los famosos, y pretendía ser un canto a la supervivencia. Luego, La selva de los famosos, un remake gastrointestinal del modelo anterior. Ahora África es una excusa, ya que la auténtica y selvática aventura se ha trasladado al plató. Allí los concursantes buscan audiencia instintivamente, o sea: sin escrúpulos. Crispación, lanzamiento de vasos de agua y una Nuria Roca que no logra moderar los delirios de sus invitados. Se habla cada vez más de nuevas profesiones y la de follonero profesional debería figurar entre las más rentables.
Luto humanitario
¿Telebasura? Quizá, pero los géneros más respetables tampoco se libran del riesgo sensacionalista. El aniversario de la masacre del 11-M ha generado, además de respetuosa investigación informativa, un alud de programas especiales. Con la impecable excusa humanitaria y solidaria, algunos reabren heridas. Con la intención de elaborar una bienintencionada catarsis, se abusa de recursos sensibloides para ilustrar musical y visualmente sus argumentos. Hace unas semanas ya sufrimos algo parecido con la conmemoración de la liberación de Auschwitz, que provocó un uso irresponsable y escandaloso de la banda sonora de La lista de Schindler. El sentimentalismo de ficción nunca debería ilustrar las tragedias de verdad.
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