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La Audiencia condena al 'asesino del naipe' a 142 años de cárcel

El tribunal dice que Galán arrodilló a algunas víctimas antes de matarlas

Alfredo Galán Sotillo, el conocido como asesino del naipe, que hoy tiene 28 años, pasará al menos los próximos 25 años de su vida entre rejas. La Audiencia de Madrid le ha impuesto un total de 142 años de prisión como autor de seis asesinatos consumados y otros tres en grado de tentativa, así como sendos delitos de tenencia ilícita de armas y allanamiento de morada. Pero como límite máximo de cumplimiento el tribunal ha fijado 25 años, aunque con el siguiente matiz: cualquier beneficio penitenciario que pueda obtener Galán tendrá que calcularse en función de la totalidad de la pena, 142 años. De ello se infiere que será difícil que el asesino del naipe abandone la cárcel antes de pasar 25 años en prisión.

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La confesión en Puertollano, principal prueba de culpabilidad

Los crímenes de Galán sembraron el pánico en Madrid entre enero y marzo de 2003 y conmocionaron a toda España por la crueldad y total ausencia de motivación con que se iban sucediendo. Miraba a sus víctimas sonriente y a algunas las arrodillaba ante él antes de descerrajarles un tiro en la cabeza.

La abogada de Galán, Helena Echevarri, anunció ayer que recurrirá la sentencia.El tribunal ha decidido imponerle las máximas penas por tales delitos "dado el desprecio a la vida humana" que revela la conducta de Galán "y a la alarma social y desasosiego" que desataron sus crímenes.

La Sección 16 de la Audiencia de Madrid, que preside Miguel Hidalgo, ha empleado 42 folios para describir las atrocidades que cometió Galán y "las pruebas directas e indirectas" en las que se basa para imponerle los 142 años de prisión. Galán se negó a declarar en el juicio, si bien los jueces salvan este obstáculo amparándose en la abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo para ratificar la validez de la confesión voluntaria que Galán prestó en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real) y posteriormente ante un juez de esa localidad. Para los jueces, el silencio de Galán es una "corroboración de lo que ya está probado", y "es de sentido común", entienden, considerar que la ausencia de palabra equivale "a que no hay explicación posible" a los hechos que cometió y confesó el imputado.

Precisamente, el tribunal le ha rebajado algo las penas que le pedía el fiscal, Rafael Escobar, tras aplicarle la atenuante de confesión de sus crímenes. El tribunal le impone, además, que pague cerca de 600.000 euros a las víctimas que lograron salvarse y a los familiares de los fallecidos para resarcir los daños morales, pero es difícil que Galán satisfaga ningún dinero porque está declarado insolvente.

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Petición desestimada

Los abogados de las víctimas pidieron en el juicio que las indemnizaciones las pagase el Estado, dado que la pistola asesina había sido adquirida por Galán mientras estaba en tareas humanitarias con el Ejército español en Bosnia. La petición ha sido desestimada. El tribunal no reconoce por la vía penal la responsabilidad civil subsidiaria del Estado solicitada por algunas de las partes ya que, sostiene, el acusado no cometió ninguno de estos crímenes "en establecimientos de los que el Estado sea titular".

Señala la sentencia: "Tal como alega el abogado del Estado, al no haber sido cometido ninguno de los delitos en establecimiento del que sea titular el Estado, la declaración de responsabilidad civil no puede provenir por dicha vía". Sin embargo, deja la puerta abierta a las víctimas y familiares de fallecidos para que, de acuerdo con el artículo 121-1 del Códido Penal, inicien un procedimiento contencioso en el que dilucidar cuestiones relativas "a la introducción del arma en España o el estado mental del acusado". El tribunal considera que Galán no sufría ninguna alteración psiquiátrica que le impidiese darse cuenta de la gravedad de lo que hacía. "Tiene sus capacidades cognitivas conservadas e intacta su capacidad de entender y de comprender", zanjan.

El tribunal le atribuye seis asesinatos, otros tres en grado de tentativa y otro de tenencia ilícita de armas. Y es que Galán carecía de licencia y permiso para traer a España, oculta en un televisor, la pistola yugoslava Torkarev 7,6 milímetros que compró en un pub de Bosnia por 400 euros, y con la que entre el 24 de enero y el 18 de marzo de 2003 sembró el pánico en Madrid.

También señala que tras volver de Bosnia como militar, la unidad en la que él estaba fue enviada a Galicia para las tareas de limpieza del chapapote del Prestige y que allí sufrió "una reacción de ansiedad con episodio de acción psicomotriz". Tuvo un grave altercado con un automovilista. Motivo éste por el que volvió a Madrid y fue hospitalizado en el Gómez Ulla el 19 de diciembre de 2002. Sin embargo, recibió el alta médica, a petición suya, al día siguiente.

Relatan los jueces -basándose en la propia confesión de Galán- que el 24 de enero de 2003 el asesino del naipe salió de su casa "con la intención de matar". Llegó al número 69 de la calle de Alonso Cano. Allí vio una portería abierta y entró a la vivienda del portero de la finca, Juan Francisco Ledesma Ledesma, de 50 años, que vestía un mono azul y estaba con su hijo de dos años. Le descerrajó un tiro en la cabeza después de obligarle a arrodillarse delante de su hijo. Aunque no se indica en la sentencia, en las diligencias consta que cuando llegó la madre encontró a su marido tendido en el suelo en medio de un charco de sangre, y al niño llorando y diciendo que su papá se había caído porque un hombre le había hecho "pas, pas".

Disparo en la cabeza

Asimismo, el tribunal considera probado que el acusado, el día 5 de febrero, abandonó su casa y, en su turismo, se dirigió a la Alameda de Osuna, en Barajas, donde en una de las paradas de autobús vio al estudiante Juan Carlos Martín Estacio, soltero de 28 años, al que, también a punta de pistola, obligó a arrodillarse, disparándole un tiro en la cabeza a cinco centímetros de distancia, lo que le provocó la muerte. Fue entonces cuando se halló junto al cadáver un as de copas. Además, afirma que horas más tarde, el imputado se dirigió a Alcalá de Henares, llegando al bar Rojas, local en el que mató al camarero Miguel Jiménez Sánchez y a Juana Dolores Uclés López, y dejando herida de gravedad a Teresa Sánchez García, quien recibió varios disparos y a la que creyó muerta. La mujer recibió los disparos mientras se escondía debajo de la barra.

Fue Galán quien también intentó matar en Tres Cantos a Santiago Eduardo Salas, quien se hallaba hablando con la testigo protegida A, que salvó la vida al encasquillársele la pistola. Allí dejó un naipe con el 2 de copas. Asimismo, y con igual sevicia, el tribunal declara probado que en Arganda mató al matrimonio de origen rumano Gheorghie Magda y Donia Magda. Junto a ellos se hallaron el 3 y el 4 de copas.

"Sabía y entendía lo que hacía"

El tribunal no ha aplicado ninguna atenuante por trastorno mental a Alfredo Galán, como pretendía la defensa. No padece ninguna "patología psiquiátrica

sentencia el tribunal.

Tras volver de Bosnia sufrió una crisis de ansiedad que le llevó a estar hospitalizado un día en el hospital Gómez Ulla. Al día siguiente pidió el alta voluntaria y se marchó a su casa de Puertollano. Cuando llega a casa su familia empezó a notarle extraño. El tribunal deja la puerta abierta para que Galán sea nuevamente examinado y se determine con más precisión si tiene alguna patología, aunque, de momento, entiende que no y se basa para ello en los informes de los psiquiatras que testificaron en el juicio. Éstos dijeron que Galán tiene "intacta su capacidad de compresión y entendimiento" de la realidad. Por tanto, Galán irá a una cárcel normal.

A la semana de estar en casa, ya en Puertollano, es cuando su familia empieza a notar un comportamiento extraño en Galán. No hablaba con nadie y pasaba las horas sentado en el sofá "viendo películas de vídeo violentas y programas de sucesos". Tras su regreso de Bosnia, le prescribieron medicación antineurótica, pero él dejó de tomarla, se dedicó a beber e inició su senda asesina. No podía tomar alcohol por prescripción médica y, sin embargo, bebía, según sus familiares. En un viaje entre Ciudad Real y Puertollano que hizo en el Renault Megane que usó luego para sus crímenes dejó a uno de sus hermanos hecho un manojo de nervios. "Puso el coche a la máxima velocidad durante un viaje entre Puertollano y Ciudad Real", contó Miguel Galán a sus hermanas. En las declaraciones que han prestado ante la policía, sus familiares coinciden en señalar que Alfredo llegó "muy cambiado" de su último viaje militar a los Balcanes. "Vino raro, quizá por lo que había visto allí", ha contado su hermana María Dolores. "Evitaba a las personas. Le preguntamos qué le pasaba, pero él rehuía la conversación. Decía que no quería hablar con nadie. Sólo veía películas de vídeo, violentas, programa de sucesos en la televisión y paseaba al perro, pero no hablaba con nadie".

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